Sujeto y bloque histórico. Hacia la toma del poder… ¿comunal?

El partido político fracasó. Es la principal premisa de la cual partimos. Pese a que la teoría leninista de tomar el poder pasa indefectiblemente por la organización de un partido de masas, en el siglo XXI, el poderío del capital ha terminado de colocar el poder mismo (poder político para conquistar el poder económico de alta esfera) como razón de ser del partido, en una alternancia en el juego democrático donde se juegan a izquierdas y derechas, y el programa social termina siendo pieza para adherir votos de una causa para ellos, necesaria tener circunscrita a su dedo mayor: el poder del pueblo.

En nombre de una lógica movimental, del bloque histórico y una corriente de lucha de clase, algunos sujetos asumen el poder político de gobierno, pasando a burocratizarse y estancar el proceso de transformación de diferencia cuantitativa no en lo electoral sino en lo determinante revolucionario: la conciencia. Tomar las riendas del destino político nuestro es un proceso cotidiano que se intuye y construye desde el espacio geográfico donde se expone y se potencia el que hacer revolucionario. ¿Qué tipo de poder queremos los revolucionarios? De ser el partido de gobierno la línea para ejercer política y aplicarla, ¿Por qué tan tranquila y dócilmente no asumimos posición de militantes y acallamos en el reformismo estatal? Sin duda, el propósito desde el movimiento popular es otro, es otra forma orgánica de relacionarnos hacia adentro de nosotros como país. Allí también hemos sido nosotros burócratas de la hegemonía popular, ¿o realmente hemos sido avasallados por las instancias de poder de arriba y los compañeros que en ocasiones traicionan la palabra colectiva de mandar obedeciendo y se enfilan en las instituciones del estado, haciendo sagrada la palabra oficial, porque si no camarada le hacemos el juego a la oposición?

A los de abajo pan y circo desde el estado, el vivir viviendo de acuerdo a las lógicas del capital; buena tevé, acceso a tarjetas de crédito, créditos hipotecarios, créditos para vehículos, etc., ello sin contar la proliferación de operaciones estéticas en las mujeres de la revolución (aumento de seno, aumento de glúteos) y la pose intelectual de los funcionarios de la revolución (cualquiera diría que bajan directamente de la montaña por un ascensor de alguna torre ministerial o institucional. Hasta se reformó la policía, ahora es nacional y bolivariana. Casi nada. Claro, si suprimir la policía sería darle más herramientas al malandro malo, porque hay un malandro bueno, ¿dónde estará? ¿Será ese funcionario que porta chapa de policía? ¿Será el miembro de algún colectivo que se mojoneó el cerebro de tanto ver Duro de Matar y aunque simbólicamente (y sin bolicamente) admira al Che pero por razones de la revolución pacífica camarada, no le queda sino portar su chapa y actuar como para-policía? ¿O realmente en el fondo quería ser policía? Bueno, se trata ello de decisiones personales. Por ejemplo, hay que continuar apostando a la clase media, que aunque está más allá que de acá (de la oposición digo) un día, algún día (bostezo), se definirá con conciencia de clase y se sumará a las filas de la revolución camarada, siendo un patriota verdadero y no desear comprar en cadenas del gran capital ni alimentos ni bebidas ni querer pasear por instancias de centros comerciales que tampoco es que son tan lujosos, pero que sí se come pinta y de la buena.

¿Será que acaso el ciudadano común desde su espacio cotidiano de explotación y alienación puede subvertir ese sistema y pasarle por encima, y actuando no solo sin la participación del partido sino también sin la constante consumista de inventar necedades de necesidades para y al final de cuentas ser nosotros el cuerpo el cual desarrolla y multiplica la misma tesis de explotación del hombre por el hombre? Bueno, herramientas hay, y sí, hay gente que también está construyendo alternativas, de eso estamos seguros, pues sin duda una nueva cultura política se viene tejiendo desde lo comunal de hace un rato, con claves colectivas de entendimiento y que apuestan por el derrumbe de un sistema que reproduce por nosotros mismos los modos de producción que nos aliena.

Ser capaces de dejar de hacer para el capital no es cosa fácil. Color, olor, gusto, símbolo, poder y prestancia, todo manipulado hacia nuestra psiquis. Cultural el problema, ¿no?

No basta la rabia: no se trata de terrorismo de estado. Se trata de utilizar la rabia y convertirla en otro modo de energía que sea capaz de conducir la mal llamada masa a una entidad viviente, razonada y con conciencia política, y que pueda así convertirse no solo en bloque histórico sino que determine su propio proceso de liberación, porque al final de cuentas, el sistema nos necesita dependientes e individuales de nosotros a lo interno, es decir, cuerpo y alma; y esa dependencia pasa por el partido , por una imposición para que sea el partido al poder quien una vez institucionalizado desarrolle funcionariatos y parcelas de poder, reproduciendo la vieja política democrática venezolana donde ya no es el bipartidismo sino la tendencia de un estado que se hace llamar de izquierda, socialista, etc., y sólo si obedeces al partido tienes derecho a ser oído.

Hoy día, en lo que debate político se refiere, la oposición y el gobierno tiene coincidencias: no profundizan en la idea, pero sí en la ideología (espanto, asco y terror) y ello genera una brecha en el modo en que vemos nosotros y cómo entendemos el poder (nosotros el pueblo, digo). Si continuamos así, la concepción revolucionaria de la historia, al menos en Venezuela, paradójicamente pasará a ser historia, y empezaremos una alternancia de poder que hasta bien pudiese servir para marchar al ejército (que tampoco se suprimió, sino se reformó) izquierda-izquierda-izquierda-derecha-izquierda, como si en nuestro País no hubiese pasado nada, ni Caracazo, ni 4f ni llegada al poder de nuestro amigo Chávez, ni constituyente(Existirá la derecha endógena de verdad?). Se dejará de creer masivamente en el carácter liberador e igualitario del proceso de la concepción revolucionaria de la historia. Y todo por un partido a la usanza de la vieja cultura política, que no renovó la política de calle, del mandar obedeciendo, del proceso constituyente y del estado comunal, pues le era favorable en el factor ideológico de retención de las masas en el falso concepto de Poder y Revolución.

Debe haber un respeto y sobre todo desde nuestras subjetividades, al hecho que encierra en sí lo que es un militante revolucionario, el poder y su construcción y cómo se deforma la palabra política a cada instante. Afortunadamente, la historia no es un suceso predeterminado, la construimos nosotros, el pueblo, y seguros y convencidos que hacia el estado comunal avanzamos, no como comuna sino como país.

*PENSAR GLOBAL ACTUAR LOCAL

flordeenero@gmail.com



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