¿El Bloque histórico, democrático y popular? ¿Es posible la unidad patriótica y revolucionaria del proceso Bolivariano? (Parte II)

Ver Primera Parte¿El Bloque Histórico Democrático y Popular? ¿Es posible la Unidad Patriótica y Revolucionaria del Proceso Bolivariano? (Parte I)

 

1.- CHÁVEZ Y EL NUEVO BLOQUE HISTÓRICO:

“Este Programa de Gobierno para la Independencia Nacional y el Socialismo que presentamos, no es más que una convocatoria a un amplio debate de ideas y propuestas en el seno del pueblo venezolano, que sirva para elaborar el II Plan Socialista de la Nación Simón Bolívar (2013-2019) y seguir conformando el gran bloque histórico, democrático y popular integrado por los obreros y obreras, campesinos y campesinas, estudiantes, afrodescendientes, indígenas, académicos y académicas, pequeños y medianos productores y productoras del campo y la ciudad, comerciantes, transportistas, motorizados, maestros y maestras, profesionales de la salud y en general, servidores y servidoras públicos, mujeres, militares, pobladores, pescadores y pescadoras, cultores y cultoras, deportistas, líderes comunales y sindicales y de manera muy especial por la juventud venezolana.”


El intento de administrar “desde arriba” el legado teórico de Chávez a partir del III Congreso del PSUV, de construir una “doctrina oficial” del pensamiento crítico de Chávez, puede convertirse en un grave paso en falso, fosilizar un pensamiento estratégico, con su movilidad y adaptación táctica, con el peligro de coagular, de volver rígido, de volver estéril lo que presenta notables plasticidades y potencias.

Dice Chávez: No hay revolución “Sin nacimiento de un nuevo Sistema Hegemónico”. ¿Dónde está en nuevo sistema hegemónico? ¿Dónde está el bloque intelectual colectivo del proceso bolivariano? ¿Dónde está su liderazgo intelectual, moral y político de la alta dirección política de la revolución? Estas son algunas de las preguntas que inspiran la lectura sobre Gramsci de Hugues Portelli, lectura que Chávez recomendó a toda la dirección del PSUV.

Veamos los planteamientos de Chávez al respecto:

“Y luego, de ese Nuevo Sistema Hegemónico, un Nuevo Bloque Histórico. Un Nuevo Bloque Histórico. Y Uds. saben, Gramsci explica muy bien, lo que es un Bloque Histórico. Gracias Elías. Las estructuras y las superestructuras. La sociedad llamada civil...que más bien, la frase de Marx, me gusta a mí mucho más! Es la sociedad humana. La sociedad civil es un concepto de una categoría burguesa. La sociedad humana. La sociedad, bueno, Socialista! La sociedad patria!”

Para Chávez, de acuerdo a su interpretación de Gramsci, el nuevo Bloque Histórico debe estar conformado por una nueva sociedad, lo cual implica nuevas relaciones sociales en la estructura y la superestructura, y dentro del ámbito de las superestructuras: nuevas relaciones sociales en la “sociedad civil” y en la “sociedad política”, nuevas relaciones sociales en la anatomía de la “sociedad civil”; pues como señaló el mismo Marx:

“Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política.”

Por tanto, se trata de nuevas relaciones sociales en los ámbitos: económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar. Sin duda, se trata de nuevas relaciones de producción, distribución y cambio en el campo de las prácticas y estructuras socioeconómicas, que funcionan y se organizan a partir de una concepción del mundo y normas de conducta prácticas, con nuevos valores culturales. Pero no se puede hablar de nuevo Bloque Histórico omitiendo la construcción del Nuevo Sistema Socio-Económico.

De manera que el período de transición requiere cambios simultáneos en el campo ideológico, político, jurídico, militar pero sin perder de vista el campo económico, en el sistema socio-económico. No pueden cambiarse el sistema de valores culturales, sin comprender su vinculación orgánica con el modo de organización y funcionamiento del sistema socioeconómico, vinculación mediada por el amplio concepto de las funciones intelectuales en Gramsci.

El bloque histórico se constituye esencialmente alrededor del sistema hegemónico de la clase fundamental; esto significa no perder de vista el antagonismo capital/trabajo articulado a un conjunto de relaciones de dominación/subordinación que ciertamente desbordan el terreno económico.

¿Cuándo ocurre una crisis orgánica en un bloque histórico: como articulación interna de una situación histórica dada? Cuando opera una modificación de las correlaciones de fuerzas sociales y políticas, cuando los intelectuales no representan ya a los intereses generales de las clases: cuando ocurre una crisis de representación.

La crisis puede suscitarse por la irrupción de las clases subalternas o puede ser consecuencia del fracaso político de la clase dirigente. Sin embargo, no toda crisis orgánica conduce a un nuevo sistema hegemónico. Si las clases subalternas no están organizadas, la clase dominante retomará el control de la situación y la vieja sociedad se mantendrá, al menos provisionalmente. De allí también la importancia de identificar si se trata de una crisis orgánica o una crisis no orgánica.

Ocurre una crisis orgánica cuando la ruptura engloba el vínculo entre las clases fundamentales: la lucha entre la burguesía y sus grupos aliados; y la clase trabajadora y el conjunto de las clases subalternas concierne a los protagonistas esenciales de la estructura socio-económica en el capitalismo. Se trata de la lucha entre el bloque social dominante y el bloque social dominado, cada uno de los cuales está soldado al otro por la actividad hegemónica de un bloque ideológico e intelectual.

Chávez tuvo claro el pasaje de la “crisis orgánica” del viejo sistema económico, político y cultural, a un nuevo Bloque Histórico, pasando por un nuevo sistema hegemónico. Ahora bien, ¿Efectivamente hay algo viejo que no termina de morir y algo nuevo que no comienza a nacer? Generalmente se omite el texto completo de Gramsci referido a lo que suele llamarse "Crisis de autoridad", asociada a la comprensión de la crisis orgánica y los fenómenos mórbidos (¿Fascismo?):

“Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es "dirigente", sino sólo "dominante", detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diversos fenómenos morbosos”.

¿Ha perdido la clase dominante venezolana el consentimiento ideológico en el terreno socio-económico, ha muerto realmente lo viejo? ¿Han perdido los sectores dominantes venezolanos la dirección ideológica de las clases trabajadoras, populares y subalternas? ¿Cuáles son los bloques ideológicos e intelectuales que controlan la sociedad civil y la sociedad política venezolana?

Si bien es cierto que tanto AD como COPEI sufrieron una grave crisis de representación política, que su burocracia dirigente se separó de las necesidades, demandas y aspiraciones de su “base de masas”: ¿Acaso no puede suceder lo mismo con los “partidos de la revolución” sometidos a procesos de burocratización?

La crisis de hegemonía no sólo pasa por los partidos políticos, también pasa por la opinión pública, pues allí se condensa el modo habitual de influencia ideológica de la clase dirigente sobre los otros grupos sociales a partir de la producción de sentidos de consenso. Hay una crisis de auctoritas, de prestigio, la clase anteriormente dirigente se convierte simplemente en una clase coactiva, en clase dominante por el uso predominante del elemento fuerza. Estos índices de pérdida de hegemonía ideológica se perciben con relativa amplitud en la esfera de la opinión pública: ¿Cuáles ideas persuaden, convencen, generan identificaciones, adhesiones, respaldos y apoyos, cuáles valores e ideas no lo hacen? ¿Es el socialismo bolivariano del siglo XXI la idea-fuerza que genera mayores adhesiones, capacidad de persuasión o convencimiento?

Chávez y la revolución bolivariana insurgen en medio de una crisis de hegemonía del sistema de dirección política y representación política tradicional en Venezuela. Ahora bien: ¿Ha logrado la revolución bolivariana consolidar un nuevo sistema hegemónico, lo que significa no dirigir utilizando predominantemente el elemento fuerza o la amenaza al uso de la fuerza, sino dirigiendo utilizando el consentimiento, la persuasión, el convencimiento?

Creemos que allí reside el nudo principal que recorre la viabilidad del Programa de la Patria y el Golpe de Timón, para citar dos documentos; pero así mismo, recorre a todas las señales de incoherencia en materia de política económica en esta fase de transición, pues la función ideológica rectora en el terreno económico sigue siendo la hegemonía ideológica capitalista.

¿Por qué no ha avanzado la hegemonía socialista en el terreno socioeconómico? ¿Existe acaso un bloque ideológico de intelectuales orgánicos a los sectores populares que logre asentar una concepción hegemónica alternativa a la dirección capitalista? ¿Existe espíritu anticapitalista en la dirección política, económica e ideológica de la revolución bolivariana?
O siendo más concretos: ¿Son parcial o totalmente anticapitalistas las actitudes, valores e ideas de Nicolás Maduro, Cilia Flores, Diosdado Cabello, Rafael Ramírez, Adán Chávez, Jorge Arreaza, Jorge Rodríguez, Francisco Ameliach, Elías Jaua, Aristóbulo Isturiz, María Cristina Iglesias y Miguel Rodríguez Torres, así como los Ministros y Vice-Ministros del Ejecutivo Nacional? ¿No son estas figuras los “intelectuales orgánicos” en el sentido preciso dado por Gramsci, los “dirigentes” del bloque ideológico que pretende seguir los pasos de Chávez en la construcción del nuevo bloque histórico?

El cuadro económico apunta a señalar que desde el año 2013 hasta hoy no se ha superado aún ni parece superarse a corto y mediano plazo, una dirección ideológica de la revolución en el terreno económico-social, que apueste a que la función de mando económico sea diseñada y decidida más allá de los parámetros de organización y funcionamiento de la economía capitalista; es decir, que logre una escisión ante la lógica dominante del sistema: la acumulación y valorización de Capital a partir de la explotación-dominación sobre el mundo del trabajo y los sectores populares. ¿Quién domina las relaciones de fuerzas en el terreno económico?

El asunto básico en el caso de una crisis orgánica de representación y dirección en el terreno económico-social, es que la solución a la misma pasa por el uso combinado de la hegemonía: respecto de los grupos auxiliares y aliados; y de la coerción respecto de los grupos oponentes o enemigos. ¿Acaso cuando se habla de “guerra económica” se tiene claro quiénes son los grupos aliados, los grupos auxiliares, los grupos oponentes y los grupos enemigos? ¿O se trata de una “guerra económica” sin oponentes y enemigos?

No se trata de temas de antipatía o simpatía personales, de descalificaciones ad hominem, o de intrigas internas; se trata de constatar que la revolución bolivariana y su clase dirigente, no logra superar el escollo de pensar un sistema socio-económico que no sea sino el sistema Capitalista regulado por el Estado. Ese es el escollo de la transición: una transición sin ruptura revolucionaria, no es transición sino revolución bloqueada. Y una revolución bloqueada en el tiempo comienza a presentar problemas de dirección ante las demandas y aspiraciones de las diferentes clases y generaciones.

La fase de arbitraje de la gran personalidad histórica de Chávez (1999-2002), como balanza social de las clases fundamentales en Venezuela se quebró con el Golpe de Estado en el año 2002. Al asumir la lucha antiimperialista y socialista (2004-2006), Chávez inclinó la balanza, con marchas y contramarchas, hacia las clases trabajadoras, populares y subalternas: ¿Harán lo mismo los “hijos de Chávez”?

No hay que olvidar que: “una crisis orgánica desemboca en un nuevo sistema hegemónico sólo si las clases subalternas consiguen, incluso antes del estallido de la crisis, organizarse y construir su propia dirección política e ideológica”. (Portelli, p. 134)

Si la dirección actual de la revolución bolivariana no logra concretar la fase de escisión del sistema hegemónico propio de la IV República, es decir, su separación de las formaciones ideológicas dominantes del punto-fijismo, con su sistema populista de conciliación entre elites, entonces no podrá construir un nuevo sistema hegemónico bolivariano, profundamente democrático y socialista.

La adquisición progresiva de su propia personalidad histórica como bolivarianos, demócratas-radicales y socialistas no se ha conquistado aún, requiere del trabajo de producción de su propia teoría e ideología revolucionaria, de su propio bloque ideológico, de su propia concepción del mundo y sus máximas de conducta asociadas, obviamente distintas y en oposición a las prácticas, ideologías y comportamientos de las elites políticas del punto-fijismo adeco-copeyano. Si el adecaje, como lo llamaba Chávez, fuera la conducta de los dirigentes del PSUV es que no se ha logrado un nuevo sistema hegemónico. Las nuevas generaciones habitarían el espíritu de la vieja dirección ideológico-política: el cogollo adeco-copeyano.

Si se revisa a fondo el texto del mismo Gramsci, se señala que la llamada "cuestión de los jóvenes" está vinculada a una crisis de autoridad de las viejas generaciones dirigentes y por el impedimento mecánico opuesto a quienes podrían dirigir para que no realicen su misión.

¿Qué piensan los jóvenes del PSUV hoy del socialismo bolivariano?

En un plano histórico: ¿Son los jóvenes propensos a continuar la tarea de la transición al socialismo, ambicionan una lucha anticapitalista o anhelan un retorno o una mejor adaptación al mundo capitalista? ¿Son hegemónicas las tendencias ideológicas capitalistas en la juventud venezolana, más que las socialistas? Datos que deben tenerse en cuenta, pues las clases, grupos y sectores sociales experimentan un recambio generacional luego de 15 años de apuntalamiento del proceso bolivariano.

¿Qué sienten y piensan hoy los jóvenes de su inserción en los movimientos de protesta o en las multitudes populares?

¿Cómo conciben su inserción en el mundo de la producción material o de la auto-determinación económica, cuáles son sus demandas, aspiraciones y oportunidades?

De modo que para Gramsci, una crisis de autoridad, remite a cambios generacionales en el seno de las relaciones de fuerzas entre clases, a sus formaciones ideológicas, que no puede “curarse” con el puro ejercicio de la fuerza, lo cual impide el triunfo de nuevas ideologías; es allí donde opera una ruptura entre las masas populares y las ideologías dominantes. Reiteramos, la crisis de autoridad no sólo ocurre entre generaciones, sino entre ideologías de grupos, sectores y clases.

¿Triunfa acaso la nueva ideología socialista en el campo de la producción económica? Consideramos que la respuesta hasta ahora sigue siendo negativa. Viene triunfando a lo sumo el Capitalismo de Estado, las figuras de la economía mixta definidas por su carácter capitalista, los esquemas de asociaciones que conducen a formas de desarrollo nacional, con “justa distribución y re-distribución de la renta petrolera”, pero hasta allí. Seguimos anclados y amarrados al horizonte ideológico del Capitalismo.

La estrategia revolucionaria impulsada por Chávez implicó una novedad ante el carácter particular de la sociedad civil y la sociedad política en Venezuela: desarrollos desiguales en uno y otro espacio, impedían calcar y copiar las estrategias revolucionarias clásicas. De allí la importancia del “poder constituyente” y la “ventana táctica”, para replantear la combinación de una pluralidad de tiempos y espacios, de actos de poder y proceso político, de toma del poder y revolución ininterrumpida. Para Chávez quedaba claro que el espacio estratégico era un campo de fuerzas y un juego de relaciones. El espacio de la sociedad política y del aparato de Estado permitía determinar qué lugares ocupar, qué objetivos alcanzar, qué centros de decisión ocupar.

Un plan de operaciones sobre el espacio estratégico implicó mantener una ofensiva general que contemplaba "cerrarles los espacios de maniobra a los oponentes". No podía quedar duda sobre la necesidad de mantener en todo momento, lugar y terreno, la iniciativa política contra las fuerzas adversarias, tanto opositores democráticos como los enemigos del orden constitucional de 1999. Chávez nunca perdió de vista la iniciativa para colocar en posición de desventaja estratégica, táctica y operacional a las fuerzas adversarias. También intensificó las tensiones internas, divisiones y rivalidades de sus oponentes con medios estratégicos, tácticos y logísticos. Blindó la nueva constitucionalidad, las instituciones y los órganos del poder público para cerrarles los espacios de maniobra a fuerzas que fueron esencialmente desestabilizadoras, de disolución política y de subversión contrarrevolucionaria.

Desde 1999, los oponentes a Chávez se han debatido entre precipitar su plan golpista o mantener las salidas electorales para provocar una situación de crisis y cerco internacional (combinación del desgaste con la tensión máxima el momento oportuno). Allí Chávez mantuvo la línea de acción táctica principal ajustado a los cronogramas electorales de la Constitución: "Se debe posicionar las expectativas electorales para las fechas fijadas en el texto constitucional”. “Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada”.

De allí la importancia de su dirección política ideológica para prefigurar las bases de un futuro sistema hegemónico. El desenlace del choque de fuerzas pasaba por el momento electoral, pero sin descartar planes de contingencia ante escenarios de desestabilización. Pero era clave en el nuevo sistema hegemónico la acumulación de fuerzas, la organización de los sectores populares y subalternos, sobremanera la masa popular urbana y rural, consolidar la base de masas territorialmente y sectorialmente. He allí una tarea pendiente del Gran Polo Patriótico, prefiguración de los mapas del Nuevo Bloque Histórico.

Sin embargo, allí se generó un punto ciego de Chávez: a pesar de contar con una perspectiva del movimiento popular revolucionario, se le hizo difícil encontrar el espacio estratégico en el movimiento obrero revolucionario, del sindicalismo de clase como condición necesaria para la estrategia de control obrero y de los Consejos de Trabajadores.

El sindicalismo histórico fue un terreno refractario, controlado por ideologías, prácticas y organizaciones derivadas de la CTV y por la propensión del obrerismo de pensarse como ombligo de las luchas, como totalidad y no como parte de una acción hegemónica más vasta. De allí la tesis de Chávez de trascender el movimiento obrero clásico, pero partiendo de lo mejor de sus luchas: el sindicalismo clasista y revolucionario, pero para ello debía contar con grupos aliados y auxiliares, con estratos intelectuales revolucionarios, con perspectivas de clase que han quedado truncados, y que en medio de un proyecto de transición al socialismo son eslabonamientos claves. Un sindicalismo patronal similar a la experiencia mexicana deriva en un corporativismo de clase, sin salto revolucionario, sin modificación de la división social y jerárquica del trabajo, de su estructura de mando en el terreno económico.

Ante el dilema del enfrentamiento de clases fundamentales en el terreno económico, Chávez fue a la tesis de la democracia territorial, de los consejos comunales y comunas, como elemento envolvente, para abordar desde el poder popular el asunto de la producción socialista. Pero el tiempo es un recurso escaso: las relaciones sociales capitalistas en la producción, distribución, circulación y consumo también forman fronteras de contención de la expansión comunal. Se ha llegado al llegadero: sin resolver la hegemonía socialista en el campo económico-productivo no habrá transición alguna.

No es posible ya detenerse en el umbral de la cuestión del poder social, y suponer que el desplazamiento del poder en la sociedad política ha resuelto el problema del poder en todas las trincheras de la sociedad civil, incluyendo las instituciones económicas del capitalismo: las empresas. La cuestión más espinosa está a la orden del día: el “gobierno del control obrero” o el “gobierno de los trabajadores” en las propias empresas, incluyendo las malla de las empresas del Estado, refractarias en sus niveles de dirección y gestión a las nociones de control obrero y consejos de trabajadores. Y es que la alta dirección de la burocracia pública se ha constituido en Burguesía de Estado (pequeña, mediana y grande); el conflicto de clases se viene dando en el seno del Aparato Económico del Estado Venezolano y no sólo fuera de este. Una lucha que pasa por definir la hegemonía del capitalismo o del socialismo en el propio Estado.

Lo mismo ocurre con el resto de los Aparatos de Estado. La ventaja política que tuvo Chávez en el cuadrante institucional: Asamblea Nacional, TSJ, CNE y Poder Ciudadano fue labrada fundamentalmente a partir de su influencia en quienes ocupaban estos centros de decisión. Pero allí también hay debilidad de la hegemonía democrática y socialista. La conquista de espacios para cuadros comprometidos con los valores bolivarianos y revolucionarios, se ha hecho desde lealtades y favores, no desde un sistema de valores, desde un compromiso ideológico orgánico.

La desaparición física de Chávez ha conmovido el sistema hegemónico que giró alrededor de su liderazgo. No hay sustitución personalista posible de su figura, pues el carisma revolucionario, a diferencia de la construcción de imagen del líder reformista o pragmático, no es una operación de marketing político. Ninguna empresa de publicidad puede producir la personalidad revolucionaria de Lenin, de Fidel, del Che o de Chávez. Intentarlo es degradarlo al “grado cero del liderazgo”. O el liderazgo que pretenda continuar el legado de Chávez es revolucionario es sencillamente no es chavista. Esa es la clave de continuar o no en la senda del sistema hegemónico que prefiguró Chávez para el Nuevo Bloque Histórico, algo que pasa inevitablemente por el sistema de propiedad y dirección del sistema socio-económico.

Aún hoy en Venezuela, un área o zona de propiedad social directa e indirecta es sumamente precaria, su funcionamiento depende de su articulación al Capitalismo Estatal, o de su subordinación a la lógica privada del metabolismo del Capital: acumulación y valorización con base al salariado. No hay realmente Planificación Socialista. También es falso que se esté avanzando y construyendo relaciones laborales de tipo socialistas, no existe un poderoso movimiento sindical clasista y revolucionario, que exista luchas y movilizaciones masivas que aspire al control de los trabajadores de los núcleos rectores de la actividad económica. El burocratismo y el Estado-patrono han impedido el desarrollo del movimiento obrero revolucionario. El movimiento popular revolucionario, aparece como vagón de cola de centros de iniciativa y decisión políticas ubicados fundamentalmente en la dirección de los partidos, o en la alta Dirección del Gobierno.

Cuando se habla de GPP, como espacio de articulación de movimientos sociales, no se le otorga la importancia debida a los frentes de lucha de los trabajadores y trabajadoras, así como a muchos movimientos sociales, corrientes y colectivos. Sencillamente se les trata como “correas de transmisión” bajo los viejos esquemas de relación entre la representación política (el Partido) y los movimientos sociales.

La conciencia práctica operante del GPP es la ausencia de la potencia constituyente de la multitud bolivariana y de todos sus frentes de lucha. La ideología es la movilización instrumental a favor de las metas operativas del partido-eje de la revolución: el PSUV, o a favor del apoyo puntual a medidas y acciones del Gobierno. Su potencia es muy desigual con relación a su fuerza efectiva. Se le invoca, pero no se convoca la explosión de su posibilidad como polo revolucionario de poder. De manera, que allí se liquida una arista del nuevo bloque histórico.

2.- ¿CON CUÁL BLOQUE IDEOLÓGICO SE CONTRUYE EL NUEVO SISTEMA HEGEMÓNICO?

La ideología es, por una parte, concepción del mundo, es discurso, representación e imaginario social; pero por otra parte, es norma de comportamiento, máximas de conducta, actitudes existenciales, es conciencia práctica operante. Es esquema de representaciones operativas, representaciones y mentalidades en acto.

La mejor manera de avaluar el poder de las ideologías no es quedándose en el terreno de sus efectos de superficie, en los efectos narrativos o retóricos, en la semiótica de las formas verbales o en el plano de expresión de los discursos. Lo fundamental es cómo se usan, cómo funcionan, como operan, sus efectos de verdad y poder, su adecuación con el ethos, con una forma de vida, con normas de conducta práctica operantes.

Cuando se habla de formaciones ideológicas se supone que se trata de “cosas mentales”, de “material verbal”, de “semiótica de los enunciados”, de ideas, doctrinas, filosofías e idearios. Pero no, la ideología opera en la praxis, es conciencia social práctica operante, es además contradicción de su orientación, sentido y dirección, lucha por la construcción e imposición de sentido en la práctica social, en los comportamientos, actitudes, hábitos, usos y costumbres.

Lo que se juega en un sistema hegemónico frente a otros, no es sólo un género de discurso, un plano de expresión y contenido, sino la forma de vida, un ethos, un bloque ideológico. Hasta hora, por ejemplo, la disputa principal en el terreno económico-social ha sido entre optar por realzar las funciones de las instituciones empresariales privadas o realzar el rol del Estado en éste ámbito socio-económico; el tema: o más Empresa Privada o más Estado, se ha concentrado en una disputa entre el gran capital privado, entre medianas fracciones del capital privado, por una parte, y el Capital Estatal, por otra, que controla dos grandes fuentes de ingresos: la renta petrolera y el ingreso fiscal no petrolero. Se trata entonces de disputas entre el Capital Estatal, orientado y dirigido por un Gobierno de carácter nacional-popular, enfrentado o trabado con sectores industriales, financieros, comerciales y agrarios.

Un análisis instrumental de las políticas públicas en el terreno económico, muestra si existen o no alianzas, coaliciones, pactos y asociaciones con el Capital Privado: grande, mediano o pequeño, nacional o extranjero, con sus diferentes fracciones y sus diferentes coaliciones. De modo, que el poli-clasismo es una dato de partida de la identificación de las fuerzas motrices de la revolución bolivariana.

¿Y qué ocurre con la identificación de sus fuerzas revolucionarias, de sus fuerzas principales, de sus fuerzas dirigentes? ¿Cuál hegemonía de clase dirige el conjunto del nuevo Bloque Histórico? Pues allí reside la mayor ambigüedad en el plano de la conciencia practica operante, no en el plano de los textos programáticos, de la retórica y el discurso de galería. El asunto es el comportamiento real y efectivo de los agentes y sus relaciones sociales, no sólo lo que se imaginan o se representan. Hay praxis transformadora o reproductora en el terreno de las clases, grupos y sectores sociales. Por tanto, hay que analizar el sistema hegemónico en el marco de estas prácticas y sus estrategias de poder.

El tiempo de crisis, el tiempo intermedio de la transición hacia el socialismo más bien se enfrenta a un impulso revolucionario bloqueado, incluso a la posibilidad de restauración. El desplazamiento y sustitución de ideologías traspasando la barrera del no retorno se ha impedido con el uso de la fuerza y la presión por parte de los sectores capitalistas (desde 2002, hasta llegar al 12 de febrero de 2014).

El capitalismo sigue vivito y coleando, su conjunto ideológico abarca a sectores mayoritarios de oposición, pero también al campo de un sector del llamado “chavismo”. De allí nació toda la problematización de la derecha endógena y de la boli-burguesía, del reconocimiento que sectores que apoyaban la revolución bolivariana lo hacían desde una posición de derecha nacional pro-capitalista. ¿Son aliados tácticos o estratégicos? ¿Pueden constituir la fuerza dirigente de la revolución? ¿Cuál es su lugar en el nuevo bloque histórico? ¿Acaso no conocemos las disputas sobre el carácter ideológico-político de la “burguesía nacional” frente a la “burguesía compradora” en otras experiencias históricas? ¿Existe efectivamente una burguesía nacional-progresista en Venezuela?

Aunque parezcan debates bizantinos, apunta realmente a la identificación de la composición social, de clases y de lucha del Nuevo Bloque Histórico. El carácter transicional del nuevo sistema hegemónico marca su sello de clase en el Nuevo Bloque Histórico. ¿Quiénes son los amigos y los enemigos del Pueblo?

Existe un conflicto socioeconómico de base, conflicto no sólo sobre la legitimidad política del Gobierno, sino sobre el control y captura de la Renta petrolera (el régimen cambiario como pretexto), junto con la afectación de control de la función económica por parte de las instituciones empresariales privadas de la sociedad civil por parte de los controles y regulaciones del Gobierno y del Estado (Ley de Precios Justos).

Además, es conflicto con las determinaciones hemisféricas del Departamento de Estado de los EE.UU quién aún considera la legitimidad de origen de Maduro en el Gobierno como un asunto dudoso o problemático.

De modo, que a la crisis orgánica estructural (capitalismo rentista-transición al socialismo), se le ha agregado una crisis coyuntural, donde hay recomposición acelerada las relaciones de fuerzas entre Gobierno y Oposición. Existe ciertamente “sabotaje económico”, porque no hay hegemonía ni consentimiento ideológico de las ideas-fuerzas (tal como las definen desde el propio gobierno), que pudieran proponerse desde la revolución bolivariana en el terreno económico-social.

A lo sumo, Chávez logró consolidar espacios fundamentales de independencia económica, producto del poder de decisión, control y movilización de recursos del propio Capitalismo de Estado, ciertamente bajo un gobierno cuya inclinación nacional-popular es de orientación claramente justicialista. ¿Pero es socialista? ¿Cuáles son las medidas efectivas de socialización y democratización del poder económico?

De modo, que si se habla de nuevo bloque histórico democrático y popular, tal como lo planteó Chávez en el Programa de Gobierno “Independencia y Patria Socialista”, el asunto de la hegemonía en el campo de la producción económica no puede soslayarse o evadirse. Está en la palestra, cuando se quiere precisar la naturaleza de clase de las empresas fantasmas en el SITME o en CADIVI. ¿Eran empresas capitalistas o socialistas?

Por tanto, ¿se resolverá la crisis económica necesariamente en favor de una restauración de lo viejo, del pacto dominante de clases en el campo económico o existirá una nueva base de masas y de clases para un nuevo sistema hegemónico en el terreno económico-social? Volvemos al tema gramsciano de la crisis de autoridad y dirección.

3.- ¿CUÁL HEGEMONÍA IDEOLÓGICA EN EL TERRENO ECONÓMICO-SOCIAL?

La crisis de autoridad es también la crisis, la encrucijada entre la capacidad de dirección ideológica y las inercias de la vieja situación. ¿Quién posee la capacidad de generar consentimiento?¿Es el ethos capitalista o el ethos socialista el que tiene capacidad de expansión hegemónica?

No se puede avanzar en una revolución caracterizada al menos formalmente desde los parámetros constitucionales, democráticos, pacíficos y electorales, si no se aborda de manera directa el tema de consentimiento mayoritario de la población ante los proyectos en disputa. No se trata, como supuso el “eurocomunismo” y sus proyecciones sobre ciertas corrientes del MAS venezolano o de la llamada Nueva Alternativa, de “negociar” un consenso mediante mecanismos de persuasión cultural para conseguir la hegemonía en el campo intelectual y moral. Por allí lo que hay son espejismos, bruma ideológica. Se trata de factores reales de poder, no de espacios en los aparatos culturales o comunicacionales.

Se trata de reconocer que la hegemonía misma no es un asunto exclusivamente super-estructural sino que remite al aparato económico:

"...si la hegemonía es ético-política no puede no ser también económica, no puede no tener su fundamento en la función decisiva que ejerce el grupo dirigente en el núcleo decisivo de la actividad económica" .
“Es por lo menos extraña la actitud que el economismo asume con respecto a las expresiones de voluntad, de acción y de iniciativa política e intelectual, como si éstas no fuesen una emanación orgánica de necesidades económicas o, mejor aún, la única expresión eficiente de la economía. Es también una incongruencia que el planteamiento concreto de la cuestión hegemónica sea interpretado como un hecho que subordina al grupo hegemónico. El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tienen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía, que se forme un cierto equilibrio de compromiso, es decir que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo, pero es también indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden concernir a lo esencial, ya que si la hegemonía es ético-política no puede dejar de ser también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica.”

¿Cuál es el significado de esa referencia de Gramsci en que la conquista de la hegemonía, a partir de sacrificios de orden económico-corporativo “no pueden concernir a lo esencial”: a la función decisiva del grupo dirigente en el núcleo rector de la actividad económica?

La ampliación del consentimiento vía “negociación” y “persuasión”, “diálogo y entendimiento” no implica perder de vista el carácter de las clases fundamentales, aliadas y auxiliares en la función decisiva que se cumple en el núcleo rector de la actividad económica (y allí justamente corre el peligro de desdibujarse la propia posición de clase de Chávez).

¿Cuál es el camino de la transición: hacer más favorable el capitalismo a consideraciones de justicia distributiva o redistributiva, o modificar sustancialmente el metabolismo del Capital, superando la llamada barrera del no retorno?
Hasta ahora queda claro que se está maniobrando en la “barrera del retorno”, no porque se haya ruptura decisiva con el capitalismo, sino porque no se tiene cómo salir de ese punto.

La propia idea del “injerto socialista” y del “mar capitalista” en el discurso de Chávez expresa la marca de las relaciones de fuerzas. No hay bifurcación, no hay ruptura, sino permanencia en los bordes de la “zona de control y regulación” por parte de los factores del Capital.

Es en ese contexto donde cabe el análisis de las cartas, intervenciones y testimonios de Temir Porras (hacia la social-democratización sin complejos) o de Jorge Giordani (hacia su visión estatal de transición al socialismo), por ejemplo, retratadas por el Bank of América-Merril Lynch como expresiones de “grupos pragmáticos” o de “grupos marxistas radicales”.

Otras opiniones podrían traerse a la mesa de debate: como Jacques Sapir, Mark Weisbrott, Simón Andrés Zúñiga o Felipe Pérez Martí. El asunto allí es con cuál estrategia ideológica y teórica se acometen los retos económicos de la revolución bolivariana.

La pérdida física de Chávez significó la pérdida del estratega para este punto de bifurcación. ¿Hay nuevos estrategas anticapitalistas? Creemos que las posiciones anti-capitalistas lucen debilitadas a partir de los incidentes más recientes, aunque en el III Congreso del PSUV se exalte un discurso socialista, bolivariano y antiimperialista. El asunto es cómo se traduce esto en: a) medidas de política económica, b) estrategia de desarrollo integral de la Nación basado en el Plan Socialista de la Patria.

No puede seguirse manteniendo una concepción idealista, mediático-comunicacional o super-estructural de la hegemonía, como señalan Borón y Cuellar. La hegemonía socialista tal como lo planteaba Gramsci nace en la fábrica.

Enviado a través de
jeroblanco67@hotmail.com



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Nahual Zapata


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