¿Qué pasó y que hacer ahora?


Es obvio que lo primero a hacer es defender “rodilla en tierra”, principalmente con la movilización popular pacífica, los resultados electorales obtenidos para darle mayor sustentabilidad al triunfo de Nicolás Maduro. La oposición tratará de restarle legitimidad a este triunfo para producir una crisis política que desemboque en la solicitud arbitraria de renuncia del presidente electo y la convocatoria de nuevas elecciones. Esta etapa estará signada de aquí en adelante por una mayor beligerancia, lo que sabemos conspirará contra la estabilidad gubernativa, la gobernabilidad, y de la vida cotidiana de todos los venezolanos. Seguramente arreciará la guerra mediática y los falsos rumores a través de las “redes sociales”, pero también continuará la escasez de los productos alimentarios y farmacéuticos, así como la especulación inmisericorde de los empresarios y los comerciantes opositores frente a una red de distribución alimentaria y farmacéutica gubernamental de mediano y esporádico alcance que no logra consolidarse por los vicios que porta (burocracia y corrupción principalmente). Ante ello, no queda otra opción que tomar medidas políticas de gran calado social que restablezcan la confianza en la acción del gobierno que se inicia. Pero antes de considerar algunas de las que podrían ser atinadas, hay que pasar revista por las probables causas de lo ocurrido.

Es también obvio que nadie esperaba estos resultados electorales, ni el gobierno ni la oposición. Todas las encuestadoras nacionales pronosticaban una diferencia o brecha electoral mucho mayor entre las candidaturas, dando como contundente ganador a Maduro. ¿Qué pasó entonces en tan breve tiempo para que cambiasen las cosas tan drásticamente? Existen variadas hipótesis para interpretar este brusco giro de los votantes a última hora. Sugeriremos una de tantas posibles. Pero antes de hacerlo, queremos descartar una de ellas por menos probable, la que le atribuye a Maduro su falta de carisma para afirmarse ante el electorado ya que él, por el contrario, estaba “uncido” o “protegido” por la bendición del líder más carismático que ha tenido la historia política de Venezuela. Aunque los liderazgos no son endosables mecánicamente de unos a otros, Maduro fue acogido multitudinariamente sin reservas por el chavismo como el “designado” por el líder inefable. La gente pensó: “si Chávez lo escogió, es el mejor entre todos sus allegados, sin duda”.

La hipótesis que avanzaremos para la discusión es la de que la periferia chavista o “chavismo blando” mayoritariamente no votó por Maduro, unos se abstuvieron, los menos, y los otros, los más, votaron por Capriles. Esta inferencia parece una obviedad igualmente porque no se requiere ser muy sesudo para captarla. El asunto a dilucidar es ¿por qué? Asimismo, la respuesta es obvia: castigaron con el voto. ¿Qué castigaron? La pésima gestión de gobierno de los últimos meses que impacto severamente en la calidad de vida de la mayoría de los venezolanos y ante la cual no se vio contundentemente ninguna acción decidida a enfrentarla.

La acumulación progresiva y acelerada de acciones contrarias al bienestar popular, así percibidas por el mismo pueblo, hizo virar las simpatías y adhesiones más flojas y endebles hacia el gobierno. La no anunciada devaluación, pero sabida y celebrada con anticipación por empresarios y comerciantes, tomó sorpresivamente a los sectores más empobrecidos y a la clase media, quienes sintieron un artero golpe inmerecido ya que las devaluaciones fueron siempre erradamente atribuidos a los gobiernos oligárquicos y no a los populares. Fue un gravísimo error no haber preparado al pueblo para entender la necesidad de esta medida y defenderla y contrarrestar sus efectos perversos con su movilización ante los grandes comercios e impedir las reiteradas alzas de precios especulativas que semanalmente se registraron y registran por parte de los compradores o consumidores. Esto se pudo hacer bajo la unificada acción legal contralora de los Consejos Comunales, Indepabis y las milicias. No se creyó en la capacidad del pueblo movilizado presionando a las puertas de los especuladores para disuadirlos, y el pueblo quedó indefenso y a merced de estos. Es que acaso en los últimos meses y semanas, y durante los días previos a la elección presidencial, el gobierno no oyó las quejas auténticamente populares, no atribuibles a la incitación opositora tan solo, en los supermercados y expendios de alimentos y medicinas que reclamaban la falta de gobierno para controlar la especulación y frenar el incremento abrumador de la carestía de de la vida. Frente a esto no hay carisma o “unción” que valga.

Estas circunstancias adversas al pueblo y al gobierno, pero favorables a los grandes empresarios y comerciantes, incidieron para destacar y resaltar las fallas, vicios e irregularidades de la burocracia estatal, desde los ministros hasta los más inferiores funcionarios de una alcaldía o institución de gobierno local. Lo que empezó a calificarse como “mal gobierno” y a descalificar a Maduro como presidente encargado. Y como consecuencia, lo que se estimaba como consolidado en la conciencia de la mayoría, empezó a flaquear en un sector numeroso de adeptos y simpatizantes que por descontentos decidieron votar contra el gobierno.

¿Qué hacer ahora? Solo queda una opción. Revertir la acción de gobierno haciendo cambios radicales en prácticas y personajes sustituyendo de inmediato ministros, viceministros, directores, etc., sin que se enroquen nuevamente. Hay que dar signos evidentes de que se rectifica para ser eficaces. De que efectivamente la opción de gobierno socialista representa la desburocratización de todas las instituciones del estado como lo planteó autocríticamente Chávez en su texto GOLPE DE TIMÓN (aquí seria idóneo reducir por decreto gubernamental los altos y exagerados salarios y bonos de los altos y medios funcionarios por obscenos éticamente al compararlos con los de funcionarios subalternos de iguales o mejores méritos y de igual o mejor desempeño); ejemplarizar con el castigo de manifiestos funcionarios corruptos (aquí sería necesario instrumentar rápidamente tribunales expeditos que los juzguen); instituir la contraloría popular de todas las instituciones (así se tendría la evaluación del desempeño del funcionario y con respecto a su vínculo orgánico con la atención de las necesidades populares y con el desarrollo y fortalecimiento de las comunas), crear masivamente los consejos de trabajadores para ejercer esa contraloría y cogobierno en todas las instituciones quebrando la división social jerárquica del trabajo capitalista, y movilizar ya al pueblo para hacer retroceder las alzas especulativas de los productos. Con estas y otras medidas complementarias se iniciaría un proceso perceptible de recuperación de la confianza en la alternativa socialista del gobierno del presidente Maduro. ¡EMPECEMOS!

Diazjorge47@gmail.com


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Jorge Díaz Piña

Doctor en Ciencias de la Educación (ULAC), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Licenciado en Ciencias Sociales (UPEL). Profesor universitario de la UNESR

 diazjorge47@gmail.com

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