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Autogestión y cogestión: el desafío de la construcción de las nuevas formas de gestión socialistas

El Comandante Chávez ha lanzado un gran desafío a las instituciones del Estado al invocar "Eficiencia o nada". Tamaña tarea, no sólo por los retos que esto podría implicar para la burocracia institucional a todos los niveles de gobierno, sí no porque, a nuestro juicio, la eficiencia a la que deberíamos aspirar en el marco de un proceso de transición al socialismo, resulta incompatible y categóricamente antagónica a las estructuras e instituciones políticas heredadas del modo de reproducción metabólico del Capital, o popularmente mentadas en Venezuela como "instituciones adecas".

La única "eficiencia" posible y no antagónica para las formas de organización políticas y económicas del Capital, es la del despilfarro de recursos (de todo tipo: financieros, materiales, y naturales), esfuerzos y trabajo. Sí para algo son "útiles" estas estructuras organizativas (y evidentemente "útil" para una clase dominante, sin que pueda extenderse como un fin a todo el conjunto de la sociedad) es para saquear y despilfarrar la riqueza y los recursos colectivos (saqueo que actualmente abarca niveles planetarios), y oprimir, dominar y explotar a la clase trabajadora (y a la humanidad entera).Entonces, ¿Cómo logramos la eficiencia que necesitamos para la transición?. Solo construyendo la alternativa al modo hegemónico de reproducción social capitalista, y esa alternativa no es otra que la "sociedad de los autogestionados", único modo de reproducción vital sostenible y sustentable para la humanidad. Ese es el verdadero "desafío de nuestro tiempo histórico", y la real dimensión de la tarea para revolución bolivariana. 

Eso implicaría entonces para cualquier instancia de gestión gubernamental y el movimiento revolucionario en su conjunto, trabajar en dos planos de manera simultánea, dándole igual relevancia e importancia a ambos (ya que ninguno es excluyente del otro y de hecho son interdependientes), sin caer el viejo dogma reformista del lento y progresivo "paso a paso" y "poco a poco" que tantos desalientos y frustraciones a dejado para la historia del siglo XX. Y cuando nos referimos al "poco a poco", no hablamos de la "velocidad" con la que se construye "lo nuevo", más bien estamos alertando sobre las típicas desviaciones del accionar político reformista, que con la "excusa" de que las condiciones sociales presentes no están dadas para impulsar cambios "radicales" y de carácter estructural (aún cuando la realidad hace cada día más apremiante la necesidad de estos), actúan sobre la dimensión "formal" de los problemas dejando de lado lo "esencial y causal" (la "raíz" de las transformaciones necesarias), lo cual al final da como resultado que permanezcan intactas las formas de reproducción metabólicas del Capital. La única posibilidad que tenemos de construir un orden alternativo al existente, es asumiendo un accionar de "radicalización" permanente, cualquier otro camino implicaría "desviarnos" de los objetivos estratégicos, y seguir postergando nuestra tarea histórica. El "poco a poco" de la izquierda reformista, y su programa de cambios "a cuenta gotas" ha demostrado a lo largo de la historia del movimiento revolucionario que lleva "a no cambiar nada". 

La primera dimensión de trabajo es en la cotidianidad del pueblo, o dicho en términos categóricos en la "esfera de reproducción material de la vida misma". Y la cotidianidad de una comunidad de individuos (lo cual incluye relaciones y prácticas económicas, políticas, ideológicas, religiosas, en fin culturales), que podemos llamar "tiempo social" (o tiempo histórico); transcurren en el espacio y en el territorio (a muchas y diversas escalas). Con esto queremos decir que un plano de transformaciones sociales fundamental y determinante para construir la hegemonía del nuevo orden social, se da en la cotidianidad de la vida de los individuos de una comunidad. Son relaciones cronotópicas, o espacio-temporales (tiempo=cronos, topos=espacio). El capitalismo disputa permanentemente su hegemonía en el territorio, a fin de lograr la extracción y el saqueo de la renta y los recursos naturales (hasta el extremo de usar la violencia y todo su poder bélico para el control y conquista de territorios). Un verdadero proceso de transformaciones debe tener "los pies bien puestos sobre la tierra". 

Entonces, si los individuos de un sociedad no asumen de  forma consiente la tarea colectiva de ser los protagonistas de la transformación de su propia existencia en función de la satisfacción de sus necesidades colectivas en un ámbito territorial concreto, nunca habrá socialismo. Es más, mientras los individuos sigan satisfaciendo sus necesidades fundamentales a través de terceros, sea el mercado o, los que no pueden acceder al mercado, por medio de las políticas asistenciales del gobierno, se mantendrá la hegemonía del Capital en nuestra sociedad. 

Resulta imperativo y "urgente" (en una visión estratégica de la palabra) el impulso de la autogestión como forma alternativa de organización social en función de la satisfacción de las necesidades de "la comunidad" en el ámbito político y económico, en una escala que puede ir desde el callejón de un barrio, la Ciudad, hasta la comunidad planetaria entera. No importa el nombre que le coloquemos: Consejo Comunal, Comuna, etc. Se trata de individuos consientes, trabajando de forma colectiva y cooperativa por necesidades comunes y concretas, que transforman su realidad y su espacio vital. 

Para lograr esto es necesario que el gobierno a todos los niveles (quien en el caso venezolano controla y hegemoniza el poder político y la renta), transfiera de forma "masiva" (en todas las dimensiones y escalas posible, tanto territoriales como sectoriales) las competencias políticas y los medios de producción al pueblo organizado (y los medios de producción no se reducen a recursos financieros, incluyen también medios materiales y tecnológicos, y conocimiento científico-técnico, que se traduce en apoyo técnico, formación y capacitación), y se dejen a un lado las prácticas asistencialistas, que aunque ayudan a satisfacer necesidades inmediatas y reales, no conducen a la construcción de una alternativa sustentable a futuro, y no contribuyen a elevar los niveles de conciencia social de los individuos. En este último proceso electoral quedó contundentemente demostrado que la reivindicación de demandas por parte del gobierno, no se tradujo en aumento de apoyo popular y elevación de niveles de conciencia, por el contrario, un grueso del voto popular chavista parece haberse "desclasado" como efecto de la elevación de su nivel de ingreso y vida en los últimos años, y su "inclusión" a la sociedad de consumo. Buena gestión gubernamental no se traduce necesariamente en conciencia. 

El Gobierno debe "reconocer" (en un sentido tanto político, como jurídico)  todas las formas de organización del pueblo sin imponer estructuras preconcebidas (tal cual es el espíritu de la Constitución Bolivariana), pero que en su esencia mantengan dos principios constituyentes: que sean legítima expresión de una iniciativa colectiva, y sean profundamente democráticas. El resto puede ser formalismo burocrático.Otro elemento a considerar es la cuestión del tiempo. Se deben respetar los "tiempos" y los procesos de maduración y crecimiento progresivo de estas nuevas formas de organización, sin tratar de imponer la "urgencia" que siempre caracteriza al actuar burocrático y del Capital (y aquí nos referimos a la "urgencia" de la inmediatez con visión "cortoplacista",  que siempre busca obtener ganancias y resultados con fórmulas instantáneos, y bajo una lógica de acción que pasa siempre de forma radical de un estado inercial donde no se hace nada, a una "reacción" espasmódica y violenta cuando se hacen los llamados de atención o se ven amenazados intereses). Tenemos que trabajar como unos verdaderos "agricultores". Preparar y fertilizar la "tierra", colocar las "semillas", regar las "plantas", quitar la "maleza" y espantar las "plagas", para recoger "a su tiempo" la "cosecha" de "lo nuevo". 

También es esencial tomar conciencia que las contradicciones que surgen en estos procesos, son absolutamente desconocidas para todos y todas (no son las mismas del orden social precedente), y por consiguiente solamente con un análisis permanente de la praxis cotidiana por parte de los individuos involucrados, irá surgiendo la nueva y verdadera "teoría" que permita orientar y corregir las contradicciones y desviaciones cotidianas. Esto quiere decir que a priori, no existen expertos y teóricos del asunto, y mucho menos serán los sujetos que están en las estructuras de las "instituciones políticas del capital" sus posibles "orientadores". Muy por el contrario, estos sujetos se resistirán a entender las nuevas contradicciones, afirmarán que esta nueva praxis es "utópica", y serán los primeros en cantar el fracaso popular y criminalizar los errores que se puedan cometer. A fin de cuentas son los últimos interesados en ser sustituidos por un nuevo orden. 

Los sujetos protagónicos deben ser los individuos organizados enfrentados a la empresa de transformar de manera colectiva su realidad, adueñados de su futuro, planificando democráticamente la reproducción de la vida de la comunidad, organizando y distribuyendo equitativamente el "trabajo", usando racionalmente y en un sentido verdaderamente "economisista" los recursos disponibles, y disfrutando equitativa y colectivamente el fruto de sus esfuerzos (esta es la única perspectica real de construcción de "poder" desde lo social y popular). Solo así se logra una verdadera "conciencia social", donde las aspiraciones y necesidades individuales no sean antagónicas con los intereses de la sociedad. 

Y el esfuerzo no puede quedarse hasta ahí. Estas experiencias no pueden nacer aisladas, miopes y autistas, y deben operar desde sus inicios de forma articulada con otras similares, conformando redes de apoyo mutuo e intercambio solidario, que permitan compartir el conocimiento que surge de esta nueva praxis, e intercambiar solidariamente fortalezas y recursos fuera del mercado y las lógicas de poder burocrático. Dicho de forma clásica, ir construyendo la "sociedad de los productores libremente asociados". Lo podemos llamar "comuna" o "ciudad comunal", eso no es lo sustantivo. En el fomento de estas "redes", las instituciones revolucionarias pueden jugar un rol importante por la cantidad de medios y recursos que disponen, eso sí, sin reproducir las prácticas clientelares que ha signado históricamente la relación entre el pueblo y el gobierno. En el fondo se trata de fomentar, facilitar y apoyar los procesos de organización y articulación popular, tanto políticos como económicos, y no intentar decretarlos, direccionarlos o controlarlos. Así está el tamaño de la empresa para el pueblo y su gobierno. 

Y lo más importante quizá, es que en Venezuela contamos con centenares de iniciativas y experiencias "autogestionarias" concretas impulsadas desde los movimientos populares en muchos ámbitos de la vida social (vivienda, salud, servicios e infraestructura, educación, producción agrícola, producción industrial y manufacturera, comunicación, seguridad y defensa, alimentación, etc.), las cuales se mantienen a contracorriente por el puro "voluntarismo" casi testarudo de muchos colectivos que asumen está vía como la única para construir un verdadero "socialismo", o sea desde lo social y popular. De estas experiencias hay mucho que podemos reflexionar y aprender, y no es necesario irnos tan lejos en el espacio y tan atrás en el tiempo para conseguir algunas de las claves fundamentales, contamos con el "texto" y el "con-texto", solo es cuestión de escribir nuestra propia historia. 

El segundo plano de la tarea, que consiste en la "participación sustantiva" de los "productores libremente asociados" en la "esfera de las decisiones políticas", o dicho mas sencillo como "cogestión" y "corresponsabilidad", lo dejaremos para un texto aparte.

avejarana@gmail.com



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Juan Carlos Rodríguez


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