Lina Ron, incomprendida, solitaria, desubicada

En los últimos días me escribió por Twitter: “Qué te pasa José, camarada Sant Roz, por qué no me escribes. Responde, por favor”.

Nunca le respondí.

Me envió muchos mensajes. No sabía yo cómo responder a alguien por ese maldito twitter, y aún no lo sé.

La presentía desolada, cansada, quizá desengañada.

¡Cuánto dolor en aquella alma!

¡Cuánto silencio desgarrado!

Me parecía que necesitaba hablar con alguien, alguien sobrehumanamente jodido, arrecho: con un Dantón o con un Rospierre.

A Lina le urgía enrolarse en una buena guerra, y no morir por allí languideciendo entre sombras y sueños fugaces.

La misma arrechera profunda y sin transigir nadie con la que salió en llamas aquel 2001, y con la que siempre le recordamos. Ella que brotó de lo más hondo y auténtico de nuestro pueblo.

Un volcán de pasiones, una fuerza de pasiones que como en las revoluciones le inocula a los líderes auténticos la plebe, los muertos de hambre, los miserables.

Lina fue un vórtice de claridades, un puñal de fuego con el que se nos marcó a todos.

Me hice amigo de Lina desde el mismo día en que salió a la calle con su hueste de descamisados a desafiar a todos los hijos de puta de esta tierra venezolana. Con aquel brillo genial de respuestas delirantes y sin cortapisas. Con aquel turbión de frases cortantes que estremeció los barrios y sacudió las vacilantes respuestas de la revolución cuando la reacción planificaba su asesinato.

En cuanto la conocí (2001) me dediqué a organizarle un homenaje en la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes, en la propia faz de todos esos eunucos académicos y finos catedráticos.

Y nuestra compenetración fue inmediata, porque ella llevó a Globovisión mi libro “La Puta de los medios” y se lo restregó en la cara a los palangristas de ese canal. Ella no pudo venir a Mérida en aquellos agitados días, pero hablamos muchas veces por teléfono, y me recitaba párrafos enteros de “Las Putas…”

Después tuvimos ciertos impasses producto de una línea equivocada, impulsada por algunos “revolucionarios” que consiguieron aislarla. Esto la dislocó terriblemente y al tiempo que trataron de sembrarle a ella un odio absurdo contra Mario Silva, lo que me dolió en el alma.

Fue un criminal plan para aniquilarla.

Se nos ha ido una de las más valiosas creaciones de esta revolución; una de las líderes más geniales y profundas de esta América bolivariana.

Cuánto nos dueles Lina.

Cuánto nos dueles.

jsantroz@gmail.com

(ENSARTAOS.COM.VE)



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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