Venezuela fue “fundada” por violadores, pedófilos y asesinos

Obispo Porras se indigna porque el CLEM discutirá cambio de nombre del Estado Mérida

LA “UNIVERSIDAD SOCIALISTA DEL PUEBLO” – UNI-VERSO – entre en el debate ideológico y uno de sus miembros ha hecho al consejo legislativo del Estado Mérida una propuesta para el cambio de nombre de nuestro Estado, y ella es que se llame “ESTADO TEREPAIMA”. Alguien podría decir que un nombre no “dice nada”. Dice mucho. Hay que ir a la raíz de la cosas como frecuentemente nos plantea el Comandante Chávez. Cómo es posible que todavía existan avenidas Rafael Caldera, Liceos Rómulo Betancourt, sector Blanca Ibáñez, barriadas Carlos Andrés Pérez o municipio Raúl Leoni. Cómo fue que a Mérida se le dio ese nombre y por qué, y quién lo hizo. Cómo es que hoy exista gente orgullosa de su gentilicio (denota el origen de las personas o de las cosas) merideño, el origen de nosotros, de dónde venimos. Yo no creo que ningún merideño tenga su origen en el lugar Mérida de España, que produjo más hideputas asesinos, monstruos y genocidas, de los que llenaron de espanto y de inconmensurables aberraciones esta parte del planeta. Y no es cualquier tontería como muchos creen un simple nombre. El problema básico de toda revolución es cuestionar cuanto se asienta en el pasado y que nos aherroja con sus brutales tenazas ideológicas: temores, prejuicios y debilidades que a fin de cuentas son los que impiden el pensamiento y retrasan los cambios hacia una sociedad más justa y humana. La misma reacción del obispo Baltazar Porras, en las que se ve que pierde los nervios y se vuelve un energúmeno es ya signo de que lo que se plantea con el cambio de nombre es esencial, porque alrededor de Juan Rodríguez Suárez cuajó la actual godarria merideña, se crearon un club y multitud de sociedades y organismos con su nombre y hasta un periódico. Juan Rodríguez Suárez está en el Country Club en un rutilante mosaico; Juan Rodríguez Suárez estuvo en una descomunal escultura ecuestre (mayor que muchas hechas sobre Bolívar en nuestras grandes ciudades) a la entrada de Mérida, y es el símbolo del poder eclesiástico y político de los godos. Es decir, que nuestros valores siguen siendo los de la colonia, y pensamos, amamos y sufrimos como colonizados, porque todo eso está sencillamente en la mente. Baltazar Porras totalmente fuera de sus cabales, gritó: “entonces los legisladores que tal cosa proponen deben pensar en cambiarse los nombres que tienen y usar los de sus grandes ídolos como el Che Guevara o Fidel Castro para que se les identifique mejor.” Y uno sabe qué es lo que le molesta al señor obispo. ¿Cómo a un obispo le puede agradar la figura apocalíptica de un Jinete de la Muerte como Juan Rodríguez Suárez, el que escogió el lugar de su nacimiento para dárselo a esta ciudad: Mérida, y sobre todo cuando este señor se llama y ejerce el cargo de cronista de esta misma ciudad?

Nosotros hacemos esta propuesta como desagravio a tantos hermanos indígenas asesinados: proponemos el nombre de Terepaima para este Estado y esta ciudad, en honor al cacique que acabó con la vida de Juan Rodríguez Suárez, en venganza por los miles de indios que este asesinó quemó, aherrojó y mutiló.

Juan Rodríguez Suárez

El loco (así le llamaban sus seguidores y amigos) Juan Rodríguez Suárez, fue un extremeño, nacido en Mérida, ciudad, insistimos, de monstruosos conquistadores. De hecho existe en España la ruta de los Conquistadores (como una gran cosa), por la provincia de Cáceres, en Extremadura. Por allí nacieron también genocidas como los Pizarros (Francisco, Hernando y Gonzalo), Hernán Cortés, Bernardo de Alburquerque, Pedro de Valdivia, Hernando de Soto, etc. Esa ruta comprende Trujillo, Mérida, Miajadas, Escurial, Logrosán y Guadalupe. El monasterio de Guadalupe es un convento jerónimo donde los conquistadores debían solicitar licencia para zarpar a América. Así lo hizo Colón y después bautizó con el nombre del monasterio a una de las islas que descubrió en las Antillas. Juan Rodríguez Suárez era un zagal maligno, pendenciero y pervertido cuando muy joven se vino a América. En sus recorridos por los pueblos indígenas se habituó a violar mujeres, a torturar, mutilar y aperrear indios; llevaba consigo, en sus correrías asesinas todo un harén, con las que tuvo muchos hijos, entre ellas: Juanica, Juanico, Beatriz, Juana, María, Pedro, etc.

Voy a documentar lo que a continuación presento con un trabajo del historiador Andrés Márquez Carrero llamado “Vida del conquistador español de Mérida Juan Rodríguez Suárez”, editado en 1994.

Juan Rodríguez Suárez con mañas y arteras prácticas el 1º de enero de 1558, consiguió hacerse con la Alcaldía de Pamplona, y desde allí emprendió una expedición hacía la que se denominaba Sierra Nevada (nombre que se le daba a semejanza de la que existe en Andalucía, España). De Pamplona salió Juan Rodríguez Suárez con sus huestes de asesinos al grito de “¡A sangre y fuego venceremos!” “Llegaron a Capacho o Loma de Los Vientos y Juan Rodríguez Suárez dio muerte a 250 indios, a quienes quemó vivos en sus propia chozas, o dejó atados a los árboles para que muriesen de hambre y de sed., o fueron hechos pedazos por perro amaestrados, o alanceó con sus propias flechas como si fuesen pelotones de ajusticiados.”

“En igual forma mató a 300 indios en el Valle de Santiago. Los sobrevivientes huyeron despavoridos esparciendo la noticia de estas masacres por todos los rincones de la Cordillera, cundiendo el terror entre todos aquello habitantes que veían en Juan Rodríguez Suárez la figura apocalíptica del Jinete de la Muerte.”

“De otros 250 indios asesinados como los atenriores, y de innumerables violaciones de indias vírgenes y casi niñas, dan cuenta los escritos del Fiscal que lo acusa ante la Real Audiencia, no sólo entre los Capachos y los indios del Valle de Santiago, sino más adelante, entre los Táribas y sus vecinos de Palmira, Cordero, El Zumbador y El Cobre.”

El 8 de mayo, el Fiscal de la Audiencia, Licenciado Garc+ía de Valverde presentó el 8 de mayo de 1559 a ese máximo tribunal formal acusación contra Juan Rodríguez Suárez, en la que se establece que este monstruo dio muerte a más de ochocientos indios que murieron comidos de los perros, flechados o alanceados por Juan Rodríguez Suárez, o que ordenó se les atase a los árboles hasta ser devorados por las fieras y aves de rapiña, o que mandó a quemar vivos en sus propias chozas, ADEMÁS DE FUNDAR A MÉRIDA SIN LA CORRESPONDIENTE LICENCIA, ya que sólo estaba autorizado a descubrir minas sin perjuicio ni ofensa de los naturales, según establecía la Real Provisión del 1555 dirigida por la Real Audiencia de Bogotá al Cabildo de la Ciudad de Pamplona.

Preso, acusando y sentenciado a muerte, este criminal de Juan Rodríguez Suárez huyó de Bogotá; fue protegido entonces por otro obispo parecido a Baltazar Porras, llamado Fray Juan de los Barrios. De nada le valieron a este obispo Fray Juan de los Barrios los argumentos de la justicia que señalaban a Juan Rodríguez Suárez como “homicida voluntario, alevoso, incendiario, raptor de doncellas y vírgenes, salteador de caminos y depopulador de mieses, campos y cmoida”. Nada de eso impresionaba a Juan de los Barrios y le dio cobijo al asesino hasta que éste huyó hacia Venezuela donde ya reconocía no a la justicia de Bogotá sino la que emanaba de la Real Audiencia de Santo Domingo.

Fue así entonces como Juan Rodríguez Suárez se hizo lugarteniente del gobernador de Miranda, Pablo Collado, quien lo contrató por su gran fama de asesino de indios. Con unos 35 hombres salió Juan Rodríguez Suárez del Tocuyo hacia los Meregotos del cacique Terepaima, se internó por esos lares enfrentando a los indios Teques y hostigando a Guaicaipuro. El historiador merideño Andrés Márquez Carrero, manteniéndose en la línea racista de Mario Briceño Iragorry se dedica a defender a los criminales conquistadores, y dice que Guaicaipuro no respetaba unos convenimientos (sic) de paz con Juan Rodríguez Suárez y que además nuestro cacique cayó sobre los invasores y le asesinó mucha gente que trabajaba en “sus” (en las de Juan Rodríguez Suárez) minas. Y añade que Juan Rodríguez Suárez podía cobrarse esa “traición”. No escatima adjetivos contra los indios cuando dice Márquez Carrero que éstos actuaban con los españoles con toda la furia y salvajismo que les caracterizaba. La historia finalmente recoge que fue el cacique Terepaima quien le puso fin a la vida de este monstruo de Juan Rodríguez Suárez, y que después de matarle le descaurtizaron.

Yo, como miembro de la Universidad Socialista del Pueblo, UNI-VERSO, elevo pues, esta propuesta ante el Consejo Legislativo del Estado Mérida: que el nombre del Estado Mérida sea modificado por “Estado Terepaima” en desagravio a los millones de nuestros indígenas exterminados por bárbaros y violadores de la categoría de Juan Rodríguez Suárez.


jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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