María Corina Machado se compara con Doña Bárbara

No había nacido María Corina Machado, cuando ya Doña Bárbara se paseaba como Petra por su casa en la más blanca mansión de Washington. Hoy nadie discute que el blanco que habita en la Casa Blanca parece un negro. Como cowboy en pasarela, se balancea idéntico a Bush. El mismo largurucho vaquero, de prestas manos sueltas, listas para llevárselas al cinto al grito de: “yanqui go home”. Sonríe somníferamente como Bush (¿qué me importan los otros negros?); siempre con sus encantadores perritos de lujo, como Bush. He ahí lo esencial. No lo desconoce el nuevo inquilino de esta mansión hechas al estilo de los esclavistas del sur (de lo que el viento no se llevó), sus antiguos amos, que los colores vienen de sus capataces: “amarillos” los asiáticos, “negros” los africanos, “marrones” o “café con leche” los latinos... Los blancos definieron todos los horizontes de la sabiduría: las coordenadas geográficas, es decir donde cada cual trata de estar parado. Nada menos. Inventaron el norte (el centro o etnocentrismo), el oriente, el sur, el este. Ellos, los orientados mientras el resto del planeta vive eternamente perdido. Sin derecho a poseer nada. Sin cohesión lógica para entender su historia, sin derecho a la razón, sin tener un punto de apoyo sobre la Tierra. Cuando el ministro plenipotenciario de Estados Unidos en Venezuela Herbert Wolcott Bowen, se encuentre por primera vez con el presidente Cipriano Castro, su informe será elocuente: «tiene una o dos gotas de sangre india en las venas, y está demás decir que vive en Suramérica». Era el momento en que se instalaba Doña Bárbara en la referida Casa.

Entre 1928 y 1935 la América negra, india y “fea”, tullida y ciega, está despedazada. Sobre Venezuela los reportes de las compañías petroleras hablan de un enjambre de guerrilleros locos matando a seres inocentes; de viejos hacendados aindiados sin legalidad política que quieren derrocar al bondadoso tirano; de intelectuales mulatos malvivientes atacando sin razón al gobierno, aventureros negros sublevados y hasta de filibusteros fluviales zambos aprestados a atacar al demócrata liberal de Juan Vicente Gómez que todo lo perdona. Este revoltijo de “malditos colores”, toma como base de sus operaciones “liberticidas” las islas del Caribe. Reparan escorados y varados navíos de los tiempos del pirata William Walker. Van con los rostros lacerados por mil temporales; buscan pertrechos obsoletos para asustar incautos, solicitan financiamiento a cuenta de los fuertes-oro (morocotas), escondidos en las mansiones del “Bisonte”. A lo lejos esta Venezuela que es el hato de Doña Bárbara (es decir, del Bisonte); mejor todavía, del capataz blanco que sueña en la Casa Blanca:

Esta es la ruta que pisan los hombres blancos,

cuando van a limpiar un territorio:

bajo sus pies, el hierro; sobre sus cabezas, las hojas

a izquierda y derecha, el abismo[…]

¡Ah! ¡Es tan bueno para el mundo que los hombres blancos avancen sobre su gran ruta, codo a codo![1]

(El hombre blanco de la Casa Blanca protegido por el big stick de todos los tiempos.)


jsantroz@gmail.com



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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