¿Por qué se dice no?

Por oposición. Es muy natural. Oponerse, estar en contra, contradecir, enfrentarse, ser antagónico, etc., todo eso se dice, frente a algo que se afirme, con un simple no. Pero, si de razón se trata, hay sus modos.

El niño inmaduro, especialmente en la infancia temprana, cuando dice no es "no porque no". Niega hasta tres veces: "no, no y no". Acmompaña su expresión con gestos poco sociales, poco políticos: rabietas, pataletas, gritos, llanto, etc. Algunos aprenden allí el uso exacto de las groserías. Es el "no porque no" en su forma más básica de la sinrazón. Dicen algunos psicólogos que eso no está mal, esa experiencia es la forma primigenia de cierta afirmación de la diferencia. Es entonces un "no porque no" que se tolera porque será encauzado por la razón; será la razón la que le enseñará correctamente la diferencia y la identidad.

Hay un "no porque no" que es propio de la adolescencia, de la rebeldía sin causa o, mejor dicho, del rebelde sin razón. Es una actitud abiertamente antisocial, abiertamente apolítica. La expresión se acompaña de gestos infantiles. Suele aparecer allí la violencia contra el otro. Es la pretensión de identidad figurada en la diferencia completamente errada. Es la identificación con la sinrazón que no se sabe tal. Se expresa este "no porque no" en la sencilla expresión "no es no". Quiere decir: "no, dije que no"; "no, porque no quiero", "no, porque no me da la gana", "no, porque deseo lo que deseo y lo que deseo es que
no deseo lo que me proponen y sólo sé que deseo eso mismo que deseo". Es la sinrazón opuesta a las razones que sólo atisba a cuasi­razonar así: "vaya Usted viejo muy largo al carrizo con sus razones".

En el adulto hay un "no porque no" que apela a la retórica empobrecida. Se refugia superficialmente en el principio de identidad de la negación. Otra vez: "No es no". Claro, es verdad, X es X. Así se expresa toda tautología. Pero la tautología no agrega nada, todos lo saben por experiencia o porque han estudiado lógica. La retórica empobrecida va más allá del pleonasmo. Es la acentuación del habla que se esfuerza en que el interlocutor escuche lo que se quiere decir, sabiendo qué se quiere decir y cómo decirlo, pero no se dice. Tiene dos variantes. Una: todo cuanto motoriza la negación se oculta, se disimula en el gesto, se esconde tras falacias dichas en baja voz. Es puro miedo. Ese miedo muchas veces se disfraza de soberbia:
"¿Para qué explicar si el muy bruto no entiende?", "Ya lo dije: no es no y punto" y otras expresiones semejantes. La otra variante, la irracional, es de otro tenor. Rebrota en ella el arrojo del rebelde sin razón que grita o chilla su deseo de sólo desear. Se acompaña con los gestos infantiles del pataleo y la rabieta.

Se apropia de las groserías del infante y de la violencia del adolescente. El ocultamiento no es tanto del miedo, del temor, como del odio. Es el "no porque no" de la más abyecta tristeza que se refugia en el escándalo y la bulla. Es escándalo y bulla vociferando sinrazones en asfixiante logorrea. Es el "no es no" del adulto tan inmaduro como apegado a la ignorancia, como akolásico regodeándose en su vicio. Es la pérdida del poder de la razón cedido al desencadenamiento fatal de la acumulación de tristeza que
constituye el odio. Si la primera variante, la del miedo, es dañina, esta segunda variante, la del odio, esperversa: lleva a la alegría por el mal que otro sufre y a la tristeza por la felicidad del prójimo.

Con las justas razones un gran sabio del siglo XVII demostró rigurosamente esta proposición: odiumnunquam potest esse bonum (el odio nunca puede ser bueno). Imposible entenderlo si se toma el caminodel odio. Por eso duele cuando vemos a quienes alguna vez razonaron, o simularon hacerlo, pretender que seamos copartícipes de su odio para vivir bajo la tiranía de la tristeza. Buena razón es negar la negación.

*Profesor U.L.A.



usech2004@gmail.com


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