La entrevista de buena fuente a Guaicaipuro Lameda

Sobre la lucidez de algunos periodistas venezolanos

Supóngame usted a mí generoso lector, un ex alto funcionario del gobierno de Chávez, que soy un general en situación de retiro, pero que hasta el año 2002 fui activo, y que en esa condición ocupé varios cargos de mucha responsabilidad en el aparato del estado, ajenos a la milicia. Los más relevantes que le puedo señalar, fueron el penúltimo como ministro de Energía y Minas y el último como presidente de la industria petrolera del país. ¡Ah!, casi lo olvido, mi nombre es Guaicaipuro Lameda.

Cuando se sucedió el Golpe de Estado me encontré entre quienes apoyaron al efímero Carmona Estanga. El día 12 de abril usted al igual que otras personas me vieron por distintos canales de televisión, trajinando muy ocupado dentro del recinto de Miraflores. La razón que lo explica es que ese lamentablemente, fugaz presidente, don Carmona Estanga me restituía la presidencia de PDVSA, que el tirano me había quitado.

Cuando se dio vuelta la tortilla y regresó Chávez, se comprenderá que debí poner mis alados y amados pies en polvorosa pues, quien dice que me llevaran con todos los gastos pagos a alguna de esas mazmorras del régimen, para permanecer en chirona, vaya uno a saber por cuánto tiempo. No sucedió nada de lo que auguraron mis miedos pero fue peor, pues para mi desprestigio, no recibí ni siquiera una citación para concurrir a la Fiscalía para con la cual jactarme luego como perseguido por el autócrata.

Se comprende que si no me estaban buscando, era de estúpido estar huyendo. Regresé agachadito tratando de no hacer ni siquiera sombra por si acaso. Y vea usted que algunos periodistas bastante maleducados ellos, comenzaron a interrogarme sobre mi permanencia y actividad en esos días de abril, según dicen en Miraflores, cuando por muy poco tiempo –lamentablemente-, se cambiaban las autoridades del país. Sinceramente, digo que no fui yo quien estuvo en esos días en la Casa de Gobierno. La insistencia de los periodistas me muestra su mala fe incontrolable pues me señalan que hay videos donde aparezco. Rotundamente niego que sea yo ese individuo que dicen que soy yo. El visto en TV pues el que habla perdón, quise decir el que escribe sí soy yo.

Esa insistencia que vuelcan sobre mí estos periodistas me ha puesto a sospechar ¿no será que recibí en algún sitio un golpe que me produjo amnesia? Digo, no sé, realmente estoy complicado, lo confieso.

No se como resolver ese entuerto. Yo no recuerdo haber estado en esas fechas donde dicen que me vieron. Tampoco recuerdo donde es que estuve. Hay un escritor, Roberto Hernández Montoya que, luego de una exhaustiva investigación determinó que en el Palacio de Miraflores esparcieron burundanga, y eso explicaría mi no recuerdo. Claro, yo debí de aspirar la tal burundanga, pero tiene que haber sido fuera y lejos de Miraflores pues mi condición de demócrata, como ya le he señalado a usted que me lee, es inmensa. Tampoco estuvieron, según nos dicen ellos, directivos de las plantas televisivas. Tengo que concluir que todo es fruto de la maldad del régimen que con dobles fraguó la trampa. Tienen que acabar con nosotros y qué herramienta mejor que mentir asociándonos con un Golpe de Estado. ¡Nosotros!, demócratas de cuerpo y alma. Pero, la vida continúa y debemos de cargar los lastres que ella nos ponga sobre los hombros. Todo sea por la patria.

Acabo de concluir la entrevista con Elizabeth Fuentes. Uno de mis mayores errores fue haber abandonado los medios. ¡Si hasta ayer nomás decían que yo sería un excelente presidente!

Cuando miro a los candidatos de la oposición ¡pobrecitos!, luzco sobrado ante cualquiera de ellos. Todavía recuerdo la cara de Elizabeth absorta y admirada cuando le conté aquella reunión en la Sala Situacional de Miraflores con los ministros Navarro, Giordani y Aristóbulo, dejando yo vagar mis ilusiones para terminar con la pobreza, cuando uno de ellos me trajo a la realidad: “Qué le pasa a usted, General, no comprende acaso que si terminamos con la pobreza, terminamos con la Revolución”. La cara de ella cambiando hacia la indignación me convenció: Conmigo las tablas perdieron a alguien superior a Marcel Marceau.


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Roosevelt Barboza


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