Los rumores de la oposición

Como militar me turbó el efecto cáustico de los rumores en las filas castrenses. No sucedía lo mismo en el mundo civil. Había allí un escepticismo contrastante con la fe de los uniformados. El paisano indagaba para cerciorarse de la certeza de la información recibida, mientras el soldado confiaba en la pureza del interlocutor. Más aún, el pueblo, objeto de abusos por los estamentos privilegiados, tenía una natural suspicacia frente al discurso de los "patiquines". Por ello, en los cuarteles, quienes mantuvimos la aprensión frente a "los peines" -así llamábamos esas informaciones distorsionadas- nunca nos usaron para los fines de quienes generaban estos mensajes intencionalmente retorcidos. Eso cambió en ese mundo ignoto para la mayoría de los venezolanos, cuando los recelosos pudimos trocar, por la aplicación del Plan Educativo Andrés Bello, el adoctrinamiento tácito de la "instrucción" militar, por una formación integral sustentada en la reflexión. Por ello, la primera medida después del 4-F de 1992 fue la eliminación de dicho programa, al cual se le culpó de la rebelión militar, para reimplantar el sistema de adiestramiento impuesto por la Misión Militar en 1945.

Hoy ocurre todo lo contrario, por lo que es válido pensar que la educaciónenelmundocivilhasido sustituida por un vulgar amaestramiento. Ello aclararía como se ha tornado un importante segmento de la población, especialmente de la clase media, en borregos, sensibles a los rumores de una "propaganda gris" -cruzada de fuente dudosa- que los ha alienado, avivando una conducta contradictoria a su condición humana. Y lo pasmoso es que ese tipo de comportamiento ha afectado también a fracciones populares normalmente recelosas.

Una de las consejas más grotescas oídas es la que se refiere al dictamen de un abogado "sonado", quien ha arbitrado que la reducción de la jornada laboral tiene la intención de colocar a la clase trabajadora -como dice ha ocurrido en Cuba- en ocupaciones no remuneradas, incluyendo la asistencia forzosa a cursos de aprendizaje que encierran las oscuras intenciones de dominación del "dictador" venezolano. Mientras que otra, no menos estrafalaria, comunica el designio del "déspota" de extender la jornada escolar, con los mismos propósitos. Usar el trabajo esclavo de los adolescentes, e inculcarles el "perverso" pensamiento bolivariano. Aquello "del aprender, haciendo" y de conocer las raíces de nuestra cultura son actitudes regresivas que niegan el progreso.

Son claros y pedestres los propósitos de estos rumores. El mantener el mayor tiempo posible al trabajador en el empleo alienante, privándolo de la libertad de interactuar con sus semejantes para configurar la comunidad (no es un propósito económico) que contrarreste a la "sociedad civil", expresión de los que "tienen". Y, en el caso de los adolescentes, atarlos a la televisión -el instrumento alienante por excelencia- o, en el peor de los casos, estimular la formación de "pandillas" que justifiquen el fortalecimiento de las "fuerzas del orden" que le dan seguridad a esa "sociedad civil" propietaria, a cambio de la inseguridad de las masas.

alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas


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