Última Hora: Vendrá a marchar Condolezza Rice

Esos carajitos de papi y mami, salen a protestar por RCTV, un canal que no veían mucho; los que veían la tele-basura de RCTV eran sus padres, culecos de alma, de sentimientos y de razón. Los padres tenían empapelados sus cuartos con viejos afiches de misses autografiados, enormes carteles con carros de carrera, de cantantes como los Menudos, Rafael, Ricky Aguilé o René.

Los carajitos al contemplar a sus padres llorando frente al televisor, en los preámbulos de la despedida de RCTV, con aquella jarana de actrices bañadas en lágrimas, entonces se les acercaban y les decían: “No se preocupen, viejos, que nosotros saldremos a combatir esta mierda de dictadura. Vamos a quemar a Caracas. Vamos otra vez a machar hasta Miraflores y al maldito ese de Sabaneta le haremos rectificar. Y otra vez ustedes, mamita y papito, volverán a ver sus programas preferidos. Esta guerra llenará de sangre las calles, pero valdrá la pena.” Luego el pobre carajito se echaba en brazos de sus padres, también lloroso y maldecía porque Estados Unidos todavía seguía vacilando en invadir esta lacra de país. “¡Coño, mami, no entiendo como si teniendo más del 80% de la población contra ese cierre no los vemos en la calle luchando con furia para echar para siempre a este maldito!”, y entonces deliraban diciendo que no entendían nada, que no sabían si eran hombres o ranas, cerdos o cucarachas, perros o lapas; tiraban contra el piso lo que encontraban a su paso, golpeaban las mesas y las paredes, y decían que más valía la pena morir que vivir en esta tortura eterna. “¿Por qué este castigo, mami? ¿Por qué el comunismo no cogió hacia Colombia, hacia Guatemala, qué sé yo, o hacia México o Perú que tienen más indios, y ha tenido que metérsenos en nuestra tierra que era tan buena y tan tranquila? ¿Por qué, mami?, ¿por qué?”

Aquella casa se había vuelto una funeraria. Se moqueaba en la mañana, en el desayuno sobre el plato de corn flakes, o a la salida para el colegio cuando compraban los helados; al mediodía cuando el tío traía noticias de los descalabros que anunciaba Globovisión de que la señal iba a ser devuelta; o por la noche con los reportes telefónicos que parientes y amigos les enviaban desde Miami. “¡Coño, que tremendo loco nos cayó encima! ¡Cómo se le ocurre, nojoda, cerrar un canal de televisión con el que nacimos, con el que soñamos nuestras más caras y adoradas fantasías, con el que nos divertíamos tanto y con el que nos formamos para lo justo, para lo decente, para lo humano y para lo divino! Coño de la madre, hijos.”

Aquellos carajitos hablaban como Teddy Red el marciano de la jungla sideral. Aquellos carajitos nobles y plagados de tan dulces sentimientos querían ser como Supermán o la mujer Maravilla, y presentarse de repente en Miraflores, tumbando rejas, cayéndole a coñazos a los guardias, derribando banderas, escudos y cuadros de Bolívar y colocándolos todos del revés. Aquellos carajitos se imaginaban que el imperio los podía dotar de rayos fulminantes de los que matan por miles a diez o veinte kilómetros de distancia. Después de tanto lloros y gimoteos, por la noche se iban a la Plaza Alfredo Sadel a ver Radio Rochela. Eso los calmaba y los hacía más nobles en sus sentimientos. Se abrazaban con sus pares en aquellas dulces protestas en las que veían aunque fuese por unas horas los caros sueños que el tirano les había arrebatado. Esa sí es la verdadera Venezuela que buscan y anhelan, carajo. ¡Viva Venezuela libre y de los venezolanos, nojoda!

jrodri@ula.ve




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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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