Au revoir, monsieur Rosales

Hasta aquí trajo el río al hombre que intentó dos imposibles: transformarse de pelafustán a estadista y recoger los granos de arena llamados oposición y armar una playa visible donde ahogar a una revolución.

No logró ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario, como lo diría CAP, su antiguo mentor político. Ni las estrategias publicitarias más osadas, ni el reggaetón, ni los videos edulcorados de su pasado adeco fabricados por Globovisión lograron el milagro: Rosales quedará probablemente con menos votos, porcentualmente hablando, que su antecesor director, Arias Cárdenas, quien con la misma febrilidad intentó y erró, y en el proceso le facilitó el camino al señor Rosales hacia la Gobernación.

Volver, entonces, con la frente marchita, las nieves de la oposición blanqueando su sien, es el destino del señor Rosales. Volver a la inauguración de callecitas con sobreprecio, a su Palacio rodeado por los trabajadores y jubilados con los cuales está moroso, al pacto con quien sea para sobrevivir los dos años que le quedan, con un referendo revocatorio en puertas y miles de cantinfladas para justificar su aplastante derrota.

Es esta, entonces, una despedida anticipada, no de su candidatura presidencial (¡qué grande le quedó el saco!) sino de lo que le queda de poder político (el económico está en las abultadas cuentas). No pensará el ex candidato, ex gobernador y futuro integrante de los ex de todo que pululan en la oposición, que en el Zulia nos calaremos dos años más con semejante lacayo del imperialismo, para que comience a jugar de nuevo con la secesión del estado, seguir copiando las misiones y saboteándolas; Chávez, en su inmensa magnanimidad podrá ofrecerle café y desayuno, pero el pueblo zuliano le ofrece piedra y camino a los tribunales.

Nada de alcahueterías políticas para que se convierta en “líder” de la oposición, nada de pactos con los factores regionales de poder, nada de perdones para que el Ministerio Público eche en el olvido El Carmonazo. Nada de amnistías ni perdones, porque como lo decía Mao Tse Tung, “el que perdona, muere”. Y si quiere el perdón cristiano, que se lo pida a alguno de los curitas “nuevotiemperos” que lo rodean, o intente llegar al cielo, a ver si por allá se lo dan.

Sin justicia, no habrá paz ni revolución.


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