Diego Arria todavía cobra por el Departamento de Estado

Lo sacaron del closet donde se pudría. Otra de las momias que ha resucitado Globovisión, y que andan erectas y cambembas con una estaca y con un gozne en la nuca. A mediados de marzo de 2006, los viejos “expertos” de la política internacional venezolana (entre ellos Milos Alcalay), se habían reunido en Washington a petición del Departamento de Estado norteamericano. El más movido era el enano simiesco, ignorante de siete suelas, Diego Arria quien puso su grano de arena para impedir que Venezuela fuese a resultar electa al Consejo de Seguridad. Uno de los pasos debería ser recorre varios países, haciendo contactos con sus gobiernos, con viejos cancilleres y ex presidentes con fuerte influjo en la dirección de los gobiernos de sus países. En ex gobernador del Distrito Federal estaba encantado con aquella misión, sólo por los abultados viáticos que le daban, salió en un largo periplo del que muy poco o nada obtuvo. Eso sí, envió un voluminoso informe en el que destacaba “relevantes contactos que aportarán beneficiosos resultados a la política anti-terrorista de los EE UU”.

La historia de ese adefesio llamado Diego Arria es larga: vendió un cementerio que no le pertenecía, se robó un dineral en el Centro Simón Bolívar. Otro tanto en la Gobernación del D. F., y otro en el Ministerio de Información y Turismo. Hizo una oscurísima negociación con unos autobuses con pisos de cartón que duraron menos que un suspiro. Lo encumbró la ignorancia de CAP, quien estaba loco por crear una nueva generación de gerentes modernos dentro de AD. Arria, buscando encumbrarse por el medio que fuera, se casó con una goda que lo duplicaba en altura y se mudó al Country Club; despreciando a los adecos después que le dieron todo, fundó un partido para oponerse a Luis Piñerúa Ordaz, y CAP (que entonces odiaba a Piñita) le pidió a Gumersindo Rodríguez (alias Gumer) que lo ayudara.

Ahora, con cinco operaciones plásticas en su cuerpo (rostro, cuello, piernas, abdomen y manos), con el pelo pintado color cucaracha, es el principal asesor de Manuel Rosales (por órdenes de Washington). Este supra lacayito, de la estirpe diplomática de los Consalvi proclama a voz en cuello que “Guatemala está demostrando que el mundo sí reconoce los esfuerzos de los países serios y que premia a aquellos Estados que estén dispuestos a cooperar en el mantenimiento de la estabilidad y la paz internacional”. Diego Arria formó parte de gobiernos serios como los de CAP y Lusinchi, por lo que especial atención dispensó en su apartamento de Nueva York, a las orondas barraganas Blanca Ibáñez y Cecilia Matos. Él, ahora, tiene que justificar los viáticos que el Departamento de Estado le entregó para que hiciese campaña a favor de Guatemala y como se dedicó a repartir entre los embajadores a la ONU, un video contra Arias, ahora declara que Venezuela perdió porque “en Naciones Unidas circuló un video donde el embajador Francisco Arias Cárdenas describe al jefe de Estado de una manera cruel e incluso dice que tiene las "manos ensangrentadas" de venezolanos inocentes. Esto ha tenido un efecto terrible entre los miembros del organismo porque no entienden cómo un diplomático puede hablar así de su jefe de Estado. Esto combinado con las intervenciones del mandatario en la Asamblea General y otros hechos, como su visita a Saddam Hussein violando normas del propio Consejo de Seguridad”. Con muertos como éste Rosales piensa gobernar a Venezuela. ¡Qué bolsas y qué bolas!



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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