La MUD pierde con el triunfo de Trump

Trump, contra todo pronóstico, se impuso sobre la candidata del establishment estadounidense, Hillary Clinton, pese a que esta obtuvo mayor respaldo del electorado, más de doscientos veinte mil votos por encima del magnate empresarial.

Élite privilegiada

En virtud del antidemocrático sistema electoral de EEUU, de segundo grado, que estipula que quien gana no es el candidato que obtenga más votos sino el que alcance asegurar mayor cantidad de delegados por estado-que en definitiva son los que determinan quien será el nuevo presidente del país-Donald Trump, al alcanzar el respaldo de 278 de los 538 Grandes Electores en disputa, siendo el mínimo requerido 270, se aseguró ser el ocupante de la Casa Blanca por los próximos 4 años, mientras que la candidata del partido demócrata sólo alcanzó el respaldo de 229 de estos electores decisores.

Un sistema electoral que, como bien lo caracterizó el Presidente Nicolás Maduro, es medieval, no permite que se reconozca de manera directa el sentimiento del pueblo estadounidense a la hora de decidir quién ha de gobernarlo. En un reducido grupo privilegiado está reservada la potestad de elegir al presidente del país norteño siendo clara expresión de la atrasada democracia representativa que fue concebido en 1787 por los llamados "padres fundadores" de la nación a fin de garantizar que siempre fuese electo como presidente un miembro de la privilegiada élite dominante.

Variable tiempo

Ahora bien, con el triunfo de Trump, no solo perdió la Clinton sino, junto, con ella, la oposición venezolana, aglutinada en la MUD, que daba por descontado que con el ascenso de esta a la presidencia estadounidense se le daría profundidad y continuidad inmediata a los planes injerencistas que el imperialismo tiene orquestado hacia Venezuela, en aras del reposicionamiento que pretende de las riquezas nacionales; y, en contraprestación a este servicio, pues, la apátrida oposición, al jugar el papel de agente facilitador de los planes imperiales, obtendría la buena pro para arremeter en su desesperada y nada asertiva acometida por acceder al control político del país.

Pero el tiro le salió por la culata a la oposición mudista y no precisamente porque Donald Trump represente en materia internacional unos intereses distintos a la élite dirigente imperialista estadounidense, todo lo contrario, como sostiene el científico social latinoamericano Atilio Borón, "no tenemos nada bueno que esperar de los ocupantes de la Casa Blanca cualquiera sea el color de su piel o su procedencia partidaria"; sino porque, necesariamente, la nueva administración, para adelantar cualquier iniciativa, requiere de cierto tiempo para posesionarse, en lo concreto, de los planes concebidos por la administración anterior.

Y el tiempo, como ha quedado evidenciado, es una variable que podría ser determinante en las actuales circunstancias del país: por un lado, a la oposición le apremia el tiempo para seguir aprovechando, en lo perentorio, los efectos perversos que la acción desestabilizadora de la coyunda imperio-burguesía local desencadena en lo político-emocional en el seno de nuestro pueblo; y, por otro lado, prolongar el tiempo es lo que necesita el gobierno y el pueblo bolivariano para seguir implementando las medidas concebidas en función de superar la compleja coyuntura nacional en que nos encontramos.

Particular enfoque

Sí, compleja coyuntura en la que, en su expresión tanto económico-política (guerra económica y tensión política) como en la socio-emotiva (zozobra e incertidumbre poblacional), las orientaciones emanadas de los centros de poder y de los "tanques de pensamientos" estadounidenses, han tenido y tienen una decisiva influencia para determinar, en última instancia, el accionar operativo tanto de la burguesía dependiente y parasitaria local como el de la decadente oposición antinacional.

Pero, además, partiendo de un análisis inicial luce como ineludible considerar que la nueva fracción que asume, con el triunfo de Trump, la dirección visible de la política imperialista (teniendo presente que la dirección efectiva y real tiene que compartirla con otros factores de poder no visibles) tendrá su particular enfoque de la geopolítica mundial, de la que derivará la orientación que, a su vez, le imprimirá a la relación con América Latina y la definición de la política trazada hacia Venezuela.

Obama fracasó en su planteo de preservar la hegemonía estadounidense en el mundo, a pesar del poderío disponible en lo político, en lo económico, en lo mediático y sobre todo en lo tecnológico y en lo militar, no pudo reimponer la unipolaridad, ejercida a finales de los noventa y comienzos de los primeros años de los dos mil, como pretendía. La recuperación de Rusia y la insurgencia política, tecnológica, militar y, particularmente, económica de China, sirvieron como factores de contención a la presencia, otrora omnímoda, estadounidense en el escenario mundial.

La disyuntiva es si pretenderá Trump seguir los pasos de Obama, aspirando coronar lo que el guerrerista "premio nobel de la paz" no pudo materializar o, por el contrario, adoptará una posición más realista y pragmática adecuándose a las nuevas relaciones de poder existentes en el globo terráqueo. Amanecerá y veremos.

Luce de cuajo que una revisión de la política estadounidense a nivel mundial traería aparejada, también, cambios a nivel de la región latinoamericana y caribeña.

Ingrata recordación

Por supuesto, en el caso venezolano, si quien ha de marcar la política estadounidense es un funcionariado (al estilo de Otto Reich y Roger Noriega, de tan ingrata recordación) vinculado al recientemente reelecto senador republicano ultraderechista y anti bolivariano contumaz, Marco Rubio, señaladamente se sabrá, dicho en criollo, lo que se trae, para con el país, este equipo de Trump en la bola. Tanto la MUD, por una parte, como el campo bolivariano, por otra parte, como el país, en su conjunto, sabremos a qué atenernos.



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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