El bajón de Freddy

El dirigente opositor se había subido a la tarima, el pecho brotado el rostro convicto de Leopoldo López, los mechones de sus cabellos sobre su frente, algunas gotitas de sudor refrescando sus mejillas coloradas. Miró a lo lejos el sector de la autopista Francisco Fajardo donde estaban, como para aumentar con la vista la extensión de la gente congregada, no depositando sus ojos en nadie en particular. Una deliciosa sensación de liderazgo irredento hormigueó sus fofas carnes, contorneando en especial la prominencia de su vientre. “Así tendrían haberse sentido los libertadores”, pensó, terminando de alinear sus hombros con el horizonte antes de saludar a las gentes. Se sentía corresponsable de aquel “llenazo” humano en la patria de Bolívar.

─Buenas tardes, amada Venezuela ─empezó, levantando la voz con su hilillo entrecortado y estridente─. ¡Aquí estamos presentes, en la gran toma de Caracas, como se los prometimos y cumpliiiiimooos!...

El sol castigaba el panorama con la leve verticalidad de las dos de la tarde. Habían metido su gente, se decía, pero se percibía en el ánimo de los congregados una abatida desazón, tal vez molestias por el calor.

─No celebres mucho ─le recomendó bajo a sus espaldas la odiosa y malcriada voz del presidente de la Asamblea Nacional─ porque los chavistas metieron su gente en la avenida Bolívar.

─¡Y vamos directo hacia la victoria popular a decirle “No” a este régimen oprobioso y “Sí” al referendo revocatorio ─continuó, no haciendo caso de aquel dinosaurio de la política venezolana, sabiéndose joven y estelar, presente y futuro por la patria─. Se lo dijimos, y aquí estamos, como un clavel, haciendo patria.

No miraba a nadie en concreto, sino que su vista elucubraba el firmamento donde el cielo se fusionaba con aquel embravecido mar humano. Sudaba, gordo y torpe se sentía para expresarse como la oportunidad histórica se lo pedía, y a intervalos lo incomodaban los recuerdos de sus tiempos de estudiantes cuando huesudo y ágil pateaba las calles. Algunas manos a sus pies se agitaban frenéticas y lo señalaban, pero él estaba emocionado, preocupado por sus palabras a pronunciar. Pensó de nuevo en el viejo dinosaurio, y lo maldijo reprochándole sus malos agüeros en época de triunfos.

─¡En breve, cumplido los trámites de esta jornada epopéyica, tomaremos a Venezuelaaaaaaa! ─soltó, desenfrenando su alma a chorretones sobre las mesnadas, no pudiéndose sacar la imagen del viejo aguafiestas de su cabeza. Poco antes, junto a otros cuervos, lo había oído razonar que los chavistas armaron en una semana una concentración igual a la fraguada por ellos durante un mes, y que los esperaban en la avenida Bolívar para batuquearlos; otro cuervo había graznado diciendo que capturaron cerca de Miraflores a los francotiradores con mirilla telescópica preparados y a otros paramilitares.

─¡Uuuuu! ─le pareció oír y, haciendo gala de un humor sano y evasivo entre sus pensamientos, buscó la cisterna ruidosa de los bomberos para localizar el ruido.

─¡Y venceremos a pesar de las objeciones! ─prosiguió, obviando los manoteos destemplados de algunos de sus partidarios a los pies de la tarima─. ¡Así nos desentierren y entierren a cuarenta mil paramilitares con mira telescópica para abortarnos el futuro!

─¡Uuuuu! ─volvió a oír el murmullo, esta vez debajo de su vista, plano y pleno, compactado sobre aquellas cabezas, y tuvo que atender a un fanático de los suyos que logró asirlo por una trenza de sus zapatos marca Nike original─ ¿Qué pasa, compatriota? ─le ripostó en voz baja, manteniendo una luminosa sonrisa hacia el frente─. ¡Estamos en la marcha, haciendo historia, celebrando! ¡Disciplina, por favor!

─Freddy, tú nos prometiste ir a Miraflores ─dijo la mano─. ¿Qué pasó? ¿Qué estamos haciendo aquí, como unos muñequitos de torta de televisión?

─Sí, es verdad ─intervino otra mano, gritando─. Hoy es un día grande, y estamos preparados para las cosas grandes que nos dijiste. ¿Qué pasó? Vengo de lejos, de la gloriosa tierra del Táchira, frontera con Colombia.

─¿Sí, qué paso? ─se extendió la pregunta en coro, revoloteada nerviosamente por decenas de manos hacia el cielo.

Mantuvo la sonrisa al frente, hacia la avenida Francisco Fajardo, allá en Las Mercedes, donde su vista terminaba, y con ventriloquia respondió hacia abajo como pudo a sus allegados, manteniendo la compostura.

─Tenemos un plan y debemos respetarlo ─les dijo bajito─: hoy tomamos Caracas, mañana iremos a los CNE del país y después tomaremos Venezuela por completo. El mundo es nuestro.

─Pero hoy es el día, Freddy, estaba planeado… ¡Miraflores, hermano, Miraflores!

─Los chavistas están en el centro, compañero… Además, capturaron a unos paramilitares.

─¡Y qué, y qué!? ─exclamó obstinadamente una voz─. ¡Plan B, compañero, plan B!

Los dientes se le habían enfriado; sentía los ojos clavados del viejo dinosaurio en sus espaldas. Se arrechó, y así se lo hizo saber a sus conchupados, echándoles la culpa.

─No tenemos suficiente gente para ir hasta la Miraflores. Cancelado. Seguimos la lucha y ya se abrirá la puerta cuando ustedes sean más y más resteados por los objetivos.

Un rumor escandaloso se diseminó sobre aquellas cabezas, ojos y bocas desencantados, torcidos en rictus de impotencia. Corearon con encono imparable:

─¡Que se baje! ¡Que se baje! ¡Fuera! ¡Que se baje! ¡Gallina! ¡Que se baje! ¡Gordo ‘e mierda! ¡Que se baje! ¡Que se baje! ¡Que se baje! ¡Que se baje!

El líder histórico intento seguir hablando hacia el frente largo, dando por hecho que el incidente se había localizado a sus pies, mascullando “el tirano de Miraflores”, “el régimen”, “la patria”, “enchufados”, “rojos del infierno”, “¡Venezuela libreeeee!”, etc., hasta que el ruido se hizo maremágnum y el dinosaurio vino hasta el podio a rescatarlo, quitarle el micrófono, recoger sus restos políticos y empujarlo hasta el suelo, como si se dijera “el pasado en auxilio del presente, hacia donde nunca se movilizó”.









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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

 camero500@hotmail.com      @animalpolis

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