Por sus lenguas se conocen

Desde hace algunos años, a través del programa radial FACETAS que ha sido transmitido en varias emisoras de Barquisimeto, se ha utilizado a manera de tips las siguientes expresiones: FACETAS, el hacer y decir de nuestra gente. FACETAS, el pensamiento y acción de nuestro pueblo. FACETAS, la palabra como paradigma de la esencia humana. No se pretende hablar acerca de esta producción, tan sólo se quiere tomar como referencia a partir de una entrevista que recientemente hiciera el médico psiquiatra y alcalde de Caracas Jorge Rodríguez al Ministro del Poder Popular para la Cultura Freddy Ñañez en el programa de televisión “La Política en el Diván”.

En esa entrevista el tema abordado fue el del lenguaje que precede a las acciones de carácter violento y que la dirigencia de la oposición viene usando de manera permanente. Opinaba el ministro Ñañez que el lenguaje político se ha enrarecido y de alguna u otra manera esto ha permeado para el lenguaje de lo social. Citaba el libro de J.L Austin “Cómo hacer cosas con las palabras”, cuyo autor s – de acuerdo con el ministro – señala que hay un nivel preformativo del lenguaje que crea el hecho; el lenguaje no solo antecede al hecho, lo va configurando, concretando y encarnando, es decir, el lenguaje crea las condiciones objetivas para la configuración de una realidad, un mundo. Sin embargo – y allí centraba su crítica y preocupación el ministro Ñañez hacia la dirigencia de la oposición – se observa un lenguaje cada vez más violento, cada vez más procaz, más empobrecido. Agregaba que este lenguaje tiene como horizonte legitimar el sin sentido, legitimar el aplanamiento del mundo real, simbólico y afectivo para, sobre ese aplanamiento, gobernar de manera irracional o instaurar la sin razón frente a las posibilidades que tiene el lenguaje de crear sentido, de crear afectos, crear imágenes, crear mundos. Racismo, homofobia y misoginia caracterizan el discurso de la dirigencia de la oposición porque están convencidos de un mundo sin mujeres, sin homosexuales, sin diferentes.

Ahora bien, ese lenguaje no es casual, es el lenguaje del dominador, obedece al lenguaje de una concepción del mundo y de la vida misma, es el lenguaje del agresor, el lenguaje del invasor, es el lenguaje que se le impuso a un continente. Culturalmente ello ha afectado y muchas veces se hace uso de él, bien de manera consciente o inconscientemente. Todo lo que se ha comentado hasta ahora viene a colación porque es triste y lamentable que al frente de determinadas instituciones públicas y otras surgidas al calor de la Revolución Bolivariana, se encuentren personas cuyo lenguaje y proceder no se diferencia mucho del utilizado por esa dirigencia opositora (léase Ramos Allup). Ofenden o “patean” al personal bajo su responsabilidad para “complacer al jefe” y dar muestras de “autoridad”, ignorando que mañana – por tratarse de un cargo de confianza – pudiera encontrarse con quienes fueron sus “subordinados”, de tú a tú, en una esquina o calle de cualquier pueblo. Orlando Borrego autor, entre otros textos, del libro “El Trabajo de Dirección en el Socialismo Antecedentes y Enfoques Actuales” habla de la relación y método que Ernesto Che Guevara establecía con las personas bajo su responsabilidad. Dice Borrego: “Sus visitas a las fábricas eran sistemáticas y muchas veces programadas... recibía de los trabajadores las críticas y los aportes para el perfeccionamiento del trabajo de dirección... verificaba muchas de sus orientaciones y políticas visitando directamente a los trabajadores... en sus puestos de trabajo. Frecuentemente el Che utilizaba la oportunidad de sus entrada al edificio del organismo en horas de la mañana para ir visitando piso por piso las oficinas; hacía preguntas, recibía observaciones de los trabajadores, auscultaba el estado de opinión sobre las distintas orientaciones de la alta dirección del gobierno...” Esta actitud del Che tenía un claro propósito orientador, formador y edificante. Nunca de humillación. Quizás muchos de los que hoy ostentan cargos de dirección en las diversas estructuras gubernamentales están muy lejos de practicar esa conducta guevariana, por más que invoquen al Che, por más que griten a voz en cuello “Seamos como el Che..!”, por más afiches del Che que decoren sus oficinas. En su lugar recurren a la bravuconada, a la palabrota, a lo soez, a la ofensa, a lo burdo, a la discriminación, a lo que el ministro Freddy Ñañez calificó en la referida entrevista como “ignorancia ontológica”.

Paulo Freire, ese excelente maestro brasileño, decía que “pronunciar la palabra es pronunciar el mundo, lo que significa transformarlo.” Se pudiera agregar, transformación para bien o para mal. De tal manera que esos “jefes” en lugar de establecer niveles de diálogo, evaden cualquier responsabilidad que pretenda poner las cosas en claro. En última instancia no dan la cara y ponen en evidencia algo: detrás de esos insultos, detrás de esas pataletas inmaduras, se esconde un ser humano que tiene un gran vacío y muchas veces conflictos serios de existencia y definición. Es un poco la moraleja del cuento de la carreta vacía; mientras más bulla hace más vacía viene.

Por eso la valoración que debe hacerse de las personas que tienen congruencia entre lo que dicen y lo que hacen, entre su pensamiento y su acción y, sobre todo, de aquellas personas que erigen su esencia humana a partir de lo que expresan oralmente es fundamental para quienes optan a la dirección de cualquier empresa.


rolomejo1957@gmail.com



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