Quinto malo

Primera víctima del Golpe de Estado es la conciencia

Ya nadie duda de que en Venezuela se está desarrollando un Golpe de Estado que aspira derrocar al gobierno que preside constitucionalmente el camarada Nicolás Maduro. La denuncia ha sido hecha por el propio mandatario y comandante en jefe de las fuerzas revolucionarias que se alzan en defensa integral de la Patria. Líderes y dirigentes alertan acerca de los signos que evidencian la decisión imperial de arrancarnos la soberanía y toda esperanza de transformación profunda de la sociedad venezolana.

Muy atrás quedaron los tiempos cuando infantería y motoblindados iban a la vanguardia de invasiones que habían sido precedidas por fuego de artillería y soldados en fiel cumplimiento del denominado orden cerrado, pero Venezuela está siendo descaradamente invadida en estos momentos. Fuerzas mediáticas, lúdicas, económicas, simbólicas disparan sin cesar sus metrallas contra sectores desguarnecidos cuyas conciencias son reproductoras de la ideología dominante.

Desde el mismo instante cuando se produjo la última de las masacres en Venezuela, por parte de fuerzas represivas al servicio de los intereses imperiales han pasado un poco más de 27 años. Fue el Caracazo, esa insurrección popular que me atreví a comparar con la Comuna de Paris de 1871, por las subyacentes motivaciones proletarias de querer rebasar al capitalismo e implantar un gobierno y ejército de las trabajadoras y trabajadores. En la Francia de entonces se vislumbraba bastante claro el socialismo, en cambio, en Venezuela, debimos transitar por la construcción colectiva de un liderazgo como el de Hugo Chávez para empezar a hacer visible el camino del socialismo, Bolivariano, del siglo XXI, indigenista.

Aquella masacre contra el pueblo insurrecto, dejó miles de muertos, fundamentalmente en las calles de la capital de la República y sus alrededores. El enemigo capitalista e imperial fue sorprendido por un pueblo rebelde e insumiso que supo reaccionar con su volcánica fuerza de clase. Desde entonces, el Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono comenzaron a tomarse en serio al pueblo venezolano y a sus potencialidades antiimperialistas.

Luego ocurren las rebeliones derivadas del Caracazo y 1992 abre paso a una figura, con voz propia, que no era otra sino la del pueblo pobre y explotado, personalizado en el Comandante Chávez, asumiendo responsabilidades y asegurando la venida de “tiempos mejores”.

Con su acostumbrado discurso ambiguo, el imperio habla en nombre de una democracia que jamás podría equipararse con la que comenzaba a forjarse en Venezuela, con carácter popular, participativo y protagónico, tal como reza en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, a partir de 1999. Ahora el enemigo tenía un rostro y una tangibilidad que el gran capital y el imperio se propondrían acabar, pero sin hacer mucho ruido ni regresar a las descaradas dictaduras, como todas las que impusieron en el Cono Sur, apoyados en planes como la denominada Operación Cóndor.

Todo operaría entonces para matar en la memoria colectiva del pueblo venezolano a ese Libertador Simón Bolívar, reencarnado en Hugo Chávez, en valores, principios y deseos expeditos de gobernar, concediendo a su pueblo “la mayor suma de felicidad”. Y Chávez “lo hizo muy bien, por allá” pero “nosotros acá, no conseguimos tomar el poder”.

Ahora, cuando han transcurrido casi tres décadas de los primeros hitos referidos en esta historia (que, sin dudas, es mucho más larga) y un poco más de la mitad de los años con el ejercicio de dos gobiernos Bolivarianos y Chavistas (14 años con el Presidente Chávez a la cabeza y los tres sucesivos, con Maduro al frente) la mayor suma de felicidad sacó de las miserias a millones de venezolanos, pero sin desmantelar la ideología burguesa.

Por eso, con la ideología del capital “vivita y coleando”, los benefició del “vivir bien” generaron o fortalecieron a una “clase media” que comenzó a “odiar” a sus vecinos, inferiores más pobres, en la creencia de que ellos, con viviendas, vehículos, casas bien equipadas, mayor empleo y mejores remuneraciones, además de los múltiples beneficios sociales, estaban comenzando a acercarse al “reino de los cielos de la burguesía.

El trabajo lento, molecular, “de hormiguita”, el despliegue de la vanguardia del invisible y novedoso ejército burgués, concebido para las guerras de IV o más adelantadas generaciones, concebiría nuevos batallones para atacar la economía, los símbolos, la memoria, los íconos patrióticos y revolucionarios, convirtiendo en primera víctima de este nuevo Golpe de Estado contra Venezuela, contra el Gobierno presidido por el camarada Nicolás Maduro y contra el futuro nuestroamericano y mundial de la Revolución Bolivariana y Chavista, a la conciencia del pueblo.

Por eso, nada desacertadamente, nuestro Presidente ha denominado al actual momento de la Revolución independentista y socialista en Venezuela, como de “resurrección” de renacimiento. Es la hora de atrincherarnos en nuestra memoria y en nuestra conciencia para vencer. Vencer en la guerra económica, es inminente y claro. Pero, sobre todo, vencer en la guerra contra nuestro espíritu, contra nuestro amor, contra nuestra paz y contra nuestros símbolos. Si nos hacemos concientes, sin duda que ¡Venceremos!

 

 

 



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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

 ivanpadillabravo@gmail.com      @IvanPadillaB

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