A punta de apuntes

Tiempo de verdades

El proyecto de Ley de Amnistía presentado a la Asamblea Nacional por la mayoría parlamentaria electa el pasado 6-D es un verdadero "borrón y cuenta nueva" y plantea la disyuntiva entre amnistía e impunidad. Según la propuesta, en su Artículo 2, se otorga la más amplia amnistía de los hechos considerados delitos, faltas o infracciones mencionados en dicha Ley, cometidos o que puedan haberse cometido desde el 1 de enero de 1999 hasta la entrada en vigencia de esta Ley, en las condiciones que establece. La norma así redactada dista mucho de ser un llamado a la "reconciliación nacional" y su propósito no ayuda a "lograr en el país un clima de efectiva legalidad y de respeto a la persona humana" como lo afirmara José Vicente Rangel en su libro "Tiempos de Verdades", título que con su permiso tomo prestado para este artículo. Como señala Vladimir Lazo en su "señorito Psicópata", se trata de no responder por lo que se hace al y contra el pueblo venezolano porque su juez no es el pueblo, es él mismo y por encima de él no existe poder alguno y, haga lo que haga, siempre resultará absuelto y sus cómplices también.

Los proyectistas, en su Exposición de Motivos señalan que "La sociedad venezolana ha vivido momentos de gran confrontación en los últimos lustros, caracterizada por una dinámica polarizante" afirmación carente de una explicación profunda y sincera. Cuando Hugo Chávez gana las elecciones en 1998, la sociedad venezolana vivía un proceso de deterioro en todos los niveles. La democracia representativa había colapsado, el sistema de partidos de había venido a pique, el desmoronamiento ético era un signo insoslayable de la corrupción que existente, lo que dio lugar al levantamiento del pueblo en el llamado "caracazo", de los militares patriotas el 4-F y de los aviadores liderizados por el General Visconti. Unos niveles de pobreza que superaban el 80% y un 47% de miseria eran los signos característicos de una población exangüe que buscando caminos liberadores, elige a Chávez como presidente y lo pone al frente de un nuevo proyecto conducente a la refundación de la Patria y estableciera las bases de un nuevo Estado social de Derecho y de Justicia.

Para los proponentes de la amnistía, ha sido "el discurso del poder, tanto en la retórica y la propaganda, como en la motivación de decisiones de diversos órganos del Poder Público", lo que ha influido en proporción significativa a la exacerbación de la pugnacidad política y de ello deriva una responsabilidad, dejando a un lado las consecuencias nefastas de quienes destrozaron la industria petrolera, quemaron edificios públicos, albergues infantiles, colocaron bombas, pusieron guayas para que la gente muriera degollada, guarimbearon a diestra y siniestra, escupieron el rostro de militares patriotas. La proyectada ley propone borrar de las mentes del pueblo todos estos crímenes, haciendo ver de manera falsesca que nada de esto ocurrió y si algo pasó, ello fue culpa exclusiva del Gobierno. De aprobarse la ley tal y como ha sido presentada, los criminales sean del bando que sean, quedarían impunes, terrible señal para un pueblo amante de la paz y que seguirá luchando por lograr justicia.

El proyecto de Ley, no dudamos en decirlo, es contrario a normas constitucionales expresas, en particular las referidas a los delitos de lesa humanidad y de violación de los derechos humanos que además de ser imprescriptibles, están exceptuados de la aplicación de amnistía alguna. Nada dice el proyecto sobre la reparación a las víctimas de los graves sucesos ocurridos en los últimos 15 años y, por el contrario, pareciera más bien condenarles al más abyecto de los olvidos como si aquí no hubiera pasado nada como alguna vez dijo la señora Ángela Zago. Ninguna ley de amnistía podrá ocultar los actos vandálicos con pérdidas de vidas humanas y destrozos de bienes públicos y privados, causados por quienes no quieren la paz con justicia. Parafraseando a JVR, la ley de amnistía es una mascarada propiciada por los mismos que han ejecutado actos terroristas, conspiraciones y magnicidios, que continúan moviéndose en la trastienda, negando todo cuanto traman. Si en verdad fueran sinceros, deberían empezar por pedirles perdón a sus víctimas, asumir sus responsabilidades frente al país. Sólo así empezaría el verdadero camino de la reconciliación y al dialogo como lo exigió el pueblo africano a sus opresores del apartheid.

Ya pocas cosas nos sorprenden en política y de seguro que seguiremos recibiendo sorpresas de quienes dirigen la política venezolana en esta especie de degradación colectiva que cada día se torna maloliente y putrefacta. Sin embargo somos optimistas. Un nuevo país se levanta con bríos resucitadores y, contra él, nada ni nadie podrá, menos una ley de impunidad que pretende lavarle el rostro a la mentira, al engaño, al crimen, a la justicia verdadera.

canaimaprofundo@hotmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1286 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter