Síndrome de Estocolmo gocho

Según la enciclopedia libre Wikipedia, el Síndrome de Estocolmo "es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro, violación o retención en contra de su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y de un fuerte vínculo afectivo con quien la ha secuestrado". En ese mismo sentido, encontramos otra definición que nos dice que "es un proceso psicológico mediante el cual rehenes de grupos terroristas desarrollan vínculos de solidaridad y simpatía con sus captores". Ahora bien, dentro de ese mismo contexto de distorsión criminal, queremos referirnos al Síndrome de Estocolmo gocho, que bien se le pudiera reconocer como un fenómeno psicopatológico, con claras expresiones disociativas y donde se mezclan la ingenuidad, la ideología y la politiquería (especie de merengada guarimbera), que nubla la mente, endurece el corazón y seca el alma.

En el año 2014, en un periodo comprendido entre los meses de febrero y junio, muchas ciudades del país fueron víctimas de manifestaciones violentas, disturbios sediciosos con hechos vandálicos, que dejaron un saldo –según informe de la Contraloría General de la República- de 42 fallecidos, 486 heridos y 1854 detenidos. Realmente fue una escalada fascista ejecutada bajo los esquemas y protocolos del terrorismo, con el claro apoyo de las fuerzas opositoras (partidos políticos, grupos empresariales y la Cúpula Espiritual) que auparon con dinero y todo tipo de "logística" para que se incendiaran las calles, se colocaran las barricadas y se quemaran edificios gubernamentales y universidades; todo ello –tal vez- con el despliegue del paramilitarismo y el narcotráfico.

Uno de los emblemas de esa locura del alma irracional -orquestada, financiada y ejecutada por la oposición fascista-, fue la ciudad de San Cristóbal, donde su población fue secuestrada y retenida en contra de su voluntad en sus propios hogares. Y fue aquí donde empezó a manifestarse el Síndrome de Estocolmo gocho, pues muchas familias "desarrollaron una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo" con los terroristas. A pesar de la conducta violenta y asesina de los sujetos que "cuidaban" las barricadas, muchas personas les llevaban comida, agua, cigarros y licor. Otros, le llevaban logística como guayas, clavos, alambres, bloques, mangueras y cabillas, para reforzar las barricadas y así causar el mayor daño posible e impedir que nadie pudiera salir. Un tercer anillo que "ayudaba" en grande eran los financistas, que humildemente contribuían con el dinero y drogas para los guarimberos. Se tronaban.

Mientras la ciudad ardía por los cuatro costados, las calles de la ciudad permanecieron cerradas durante meses con sendas barricadas y la basura regada por todos lados como símbolo de la podredumbre opositora. En tanto, las autoridades municipales desfilaban en esa comparsa siniestra y nada hicieron por buscar la paz. El alcalde escondió su rostro en la capucha aterciopelada y se arropó con las banderas del fascismo. Así se creó el vínculo funesto entre los disociados y su agresor, donde el Síndrome de Estocolmo gocho se manifestó en todo su esplendor. De allí que no sorprende que en las primarias de la MUD salieran electos muchos de esos guarimberos, respaldados precisamente por la ingenuidad de muchos, quienes se identifican con el agresor. Ahora bien, corresponde a la psicología política, a la Academia de Ciencia Política y la OMS estudiar este raro síndrome. Ah y ya para cerrar, mi perro salisburry ladra rabiosamente, tal vez preguntando cuántos votarían en tales primarias.



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Eduardo Marapacuto


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