Otra vez la Universidad Católica del Táchira

El pueblo del Táchira se ha distinguido en la historia venezolana por ser un componente activo de los cambios de paradigma, por iniciar espacios políticos que marcaron el camino recorrido por el resto del país en las coyunturas libertarias y por consolidar los procesos de cambio en los fenómenos socio educativos que generaron la ruptura con las viejas formas de pensar dentro del orden académico.

Por tal motivo, la academia tachirense ha sido reconocida, no sólo en el ámbito nacional, sino que ha rebasado las fronteras patrias, para enarbolar la bandera tricolor en lo más alto del universo científico, pues nuestros y nuestras profesionales se han convertido en referencia mundial en materias como la medicina, la ingeniería, la educación, el derecho, las artes militares, las ciencias políticas y, en fin, un sin número de áreas en las que la persistencia propia de nuestro gentilicio se erige en estandarte de potencialidades captadas por el resto de los y las compatriotas.

Resulta pues inconcebible que una de las tantas Universidades que hacen vida en la capital del estado Táchira, de cuyo seno han egresado profesionales de primer nivel, que han llegado incluso a ocupar cargos de relevancia en el ámbito político nacional e internacional, esté generando una mancha negra, quizás imborrable dentro del voraz apetito de la historia trazada por los grupos fascistas.

En efecto, la Universidad Católica del Táchira, ha sido centro de atención en las últimas semanas, pues en los alrededores de su antigua sede, grupos para nada cercanos a lo que se pudiera llamar “estudiantes”, se han dado a la tarea de transgredir las normas de convivir, las cuales tienen sustento de vida en un eje rector de la solidaridad humana, tal y como lo ha mencionado el Papa Francisco en sus últimas alocuciones, esto es, el respeto.

Es muy posible que la mayoría de estos desadaptados y estas desadaptadas que conviven con la vagancia académica y el desorden mercenario “fascistoide” no sean estudiantes, pero lo cierto es que se identifican como tales y, peor aún, como miembros de esta reconocida casa de estudios, todo lo cual sucede mientras son arropados y arropadas y, en muchas ocasiones, encubiertos y encubiertas por los medios de comunicación amarillistas, ávidos de vender el caos al mejor postor o postora.

Pero lo que más preocupa es que las autoridades de la Universidad brillan por su actitud silente, omisiva y hasta permisiva, cosa que no sucedía en el pasado, para quienes hicimos vida académica, con sumo orgullo, en la UCAT, pues si algo caracterizaba a nuestra Alma Mater, era la férrea disciplina con la que eran impartidas las clases y medido el tiempo académico, llegando a ser envidia de otras casas de estudio y aspiración de ingreso de muchos y muchas jóvenes que pretendían graduarse sin los contratiempos propios de las Universidades Públicas bajo el sistema provisto por la Cuarta República.

Del mismo modo, somos responsables quienes impartimos cátedra a diario en los salones de clase, quienes debemos avivar las llamas del conocimiento, generando propuestas formativas basadas en lo axiológico, en lo justo y en lo social, erradicando los medios alienantes, invisibilizadores y, como agrega Foucault, tecnologizantes, propios de la educación lineal, tradicional, signos de la Universidad dogmática de derecha, que pretendió robar durante años mentes brillantes y creativas de jóvenes venezolanos y venezolanas.

No escapamos de la inerte actitud quienes formamos parte de la avanzada de la izquierda académica, de las Universidades formadoras de hombres y mujeres con pensamientos novedosos y revolucionarios, que hacen vida en el estado Táchira, tales como la Universidad Bolivariana de Venezuela, la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada, el Instituto Universitario de Tecnología Región Los Andes, entre otras, quienes tenemos la obligación de diseñar estrategias desde el seno universitario que tiendan a contrarrestar la avanzada fascista de estos grupos desestabilizadores que buscan crear zozobra y caos en la región e iniciar una escalada de violencia a nivel nacional.

En efecto, las Universidades revolucionarias están en la obligación de impulsar métodos de convivencia y solución de controversias a la par de acciones afirmativas de calle que demuestren la unión y fortaleza ideológica de quienes en ellas hacen vida, siempre en el camino de la paz, demostrándole a la ciudadanía el nivel elevado de la enseñanza bolivariana, cuyas bases sentó la política inclusiva del Comandante Hugo Chávez.

Finalmente, la acción gubernamental debe ser férrea con este sector paramilitar violento que bajo una denominación que ofende a los verdaderos y las verdaderas estudiantes, pretenden hacer del delito su estilo de vida, sin pensar en las personas que viven en las cercanías del recinto universitario, en la dignidad de seres humanos agredidos y que laboran de manera honesta transportando a tachirenses que necesitan llegar a su destino o llevando beneficios a la colectividad y, en definitiva, con políticas del Estado venezolano que han sido aceptadas con beneplácito por la sociedad tachirense, como es el caso, del TransTáchira y el arreglo de las plazas públicas emprendidas por la Gobernación del estado Táchira ante la desidia municipal.

Así pues, debe buscarse con urgencia alternativas conjuntas que eliminen, de una vez por todas, la acción violenta de estos elementos vacíos de mente pero llenos de odio, que permitan el restablecimiento del orden armonioso al que estamos acostumbrados los tachirenses y las tachirenses, que no nos cubra el manto de la impunidad ante los constantes hechos criminales exteriorizados por estos grupos de derecha extrema y que al salir a las calles de San Cristóbal no volvamos a exclamar ¡ Otra vez la Universidad Católica del Táchira!.

*Profesor de pre grado y post grado de la Universidad Católica del Táchira.

Profesor de pre grado y post grado de la Universidad Bolivariana de Venezuela.

Profesor de Post grado de la Universidad experimental de la Fuerza Armada.

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marcomedina33@gmail.com



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