La Guarimba: Del neoliberalismo “salvaje” hacia el imperio desnudo

Cuando los venezolanos finalmente vencimos la guarimba, esa forma de contravida que se elaboró apelando a las formas más pobres del espíritu humano, lo hicimos con una cuenta en contra de muertos (43), heridos (cientos) y pérdidas materiales millonarias. Pero además, tenemos otras cuentas pendientes en lo colectivo, en los valores y quizás más profundamente, en eso que denominamos el espíritu de la nación.

Lo evidente de la “guarimba” fue la generación en espacios confinados de desorden social propio de las condiciones de relación social de un neoliberalismo “salvaje”. No nos referimos acá a “salvaje” en el modo que se usa para referirse a lo que el maquillaje de las instituciones oculta de una exclusión material atroz. No. En realidad, fueron espacios para probar un orden social que ya se viene gestando en espacios de las sociedades intervenidas por las fuerzas militares de Estados Unidos, es un espacio controlado por formas delincuenciales que suspenden la acción del estado para evitar los costos asociados a la administración de un estado, por mínimo que sea y, por otra parte, la devastación de la idea de ciudadanía y la minusvalía ante agentes que diluyen la cohesión social, deterioran el tejido a partir de la provisión de drogas y recursos para actuar de forma vandálica. La violación de los derechos al libre tránsito, el acceso a servicios de salud hasta el propio derecho a la vida fueron ejecutadoss por quienes reclamando seguridad nos hicieron inseguros a todos, y luchando por la libertad nos hicieron sus rehenes y peor aún, rehenes del miedo. Lo hicieron en concreto, en lo local y perdieron. Fue la manifestación de un neoliberalismo extremo que le quitó la careta a un proceso de enajenación de lo público por la vía del asalto, la violación de las leyes y la ruptura de la convivencia.

No nombrar a la guarimba y buscar a sus responsables y señalarlos, lejos de sanar las heridas las exacerba. La impunidad es doblemente perversa en este caso: No sé castiga, pero además se les concede el olvido. La consigna ni perdón, ni olvido debe modificarse: Ni olvido, ni impunidad. El perdón demanda que se tenga memoria y conciencia de que se hizo algo mal. Si se perdona sin hacer memoria entonces, la acción incorrecta será otra vez posible.

La arremetida imperial del gobierno del Sr. Obama revela un modo de guarimba más elaborado pero igual de grotesco. Reclamar como propios los asuntos políticos internos de Venezuela y en función de ello, amenazar la paz de una nación y del continente, es una reacción destemplada, inaudita y en esa misma medida, imperial. Es una guarimba global que decide: Desconocer las leyes que regulan las relaciones entre los países, enajena la razón política para sustituirla por una razón policial que se apoya en un acto delincuencial: La violación del derecho a vivir en paz. Los venezolanos enfrentamos una vez más, una guarimba. Una guerra asimétrica que nos pone a convivir con enemigos que se convierten y transforman de la noche a la mañana en amigos y de la mañana a la noche, en verdugos. Venezuela enfrenta una guerra asimétrica desde hace largo rato. Pero en esta ocasión, parece que las derrotas que han sufrido les obliga a realizar desde fuera, lo que desde dentro no han podido: Derrotar el espíritu de nación, de patria.

Para ello, apela a un mecanismo que Sergio Gonzalez Rodriguez resume en su libro “Campos de Guerra” como fricción y niebla. El primero describe lo que a pesar de lo planeado resiste en la realidad y el segundo, la incertidumbre de conocimiento que deben asumir los operadores en situación de batalla. Esa es la situación que se nos plantea en este momento a todos y cada uno de los venezolanos, sin distingos ideológicos. Estamos sumidos en una incertidumbre que se exacerba por la dominación que puede llegar a ser primitiva, así nos lo han hecho saber con la fatídica orden ejecutiva. Pero además, se da la fricción sostenida para que lo planeado sea saboteado por la realidad. Podemos asumir que son las elecciones parlamentarias el objeto de esa fricción. En realidad, es toda actividad que ocurre en la nación venezolana.

En todo caso, hay una lección que debemos aprender y pronto. Hace rato que estamos en guerra y mientras más rápido lo asumamos y lo entendamos, mejores serán las posibilidades de nosotros. Pero no vayamos a caer en la definición básica de la guerra. Se trata de algo más complejo y sútil, se trata de las relaciones de dominio que Venezuela no las ha subvertido sino que las ha indicado y eso debilita al poderoso en extremo. A fin de cuentas, si la política es la continuación de la guerra por otros medios, como lo señaló Foucault, bien pudiéramos pensar que en realidad, lo único nuevo bajo el sol es que nos hemos puesto de pie para señalar una relación de dominio que es de dimensiones globales. La creación de un mundo pluripolar nunca será tarea fácil y sin conflictos. Es en esencia, un contratiempo.

A Tiempo Las víctimas de las guarimbas han logrado trascender el dolor particular para hacerlo proyecto colectivo. A la distancia de un año de los asesinatos que hicieron cobrar cuerpo a la guerra, es lícito preguntarnos en este tiempo, cuánto de lo que somos ahora está teñido de aquel tiempo. Quizás, enterarnos que estamos en situación de guerra no sea después de todo una mala noticia, sino la confirmación de una vieja sospecha. La unidad es ahora por encima de todas las cosas, el bien más preciado para construir la patria.

dioseses@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 807 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter