¿Otro Caracazo? ¿Quien pondrá los muertos?

Los opositores al gobierno del presidente Maduro no se cansan de comparar a la situación política económica actual con el contexto en que se generó la explosión social espontánea del llamado Caracazo o Sacudon del 27 y 28 de febrero de 1989 durante el segundo mandato del ex presidente adeco Carlos Andres Peres. En sus comparaciones, haciendo honor al desprecio y banalización de la historia que intencionalmente promueve el capitalismo, apenas si se atreven a nombrar las largas colas del momento para comprar leche y la gigantesca situación de desobediencia civil que llevó al pueblo pobre a romper las barreras “cívicas” que lo mantenían sometido a las reglas de juego de una sociedad excluyente y profundamente dividida, buscando estimular una revuelta que emule aquella gesta que inició una verdadera transición hacia la democracia participativa y protagónica sin que estuviera en sus objetivos.

Para nada mencionan la profunda exclusión del pueblo pobre de la vida política del país a no ser para votar cada 5 años cambiando de presidente para no cambiar nada, de la vida económica a no ser como mano de obra barata y en abundancia, de la vida social a no ser la de servidumbre de la clase privilegiada. Nada mencionan que en esos tiempos toda la riqueza petrolera se quedaba en manos de las empresas transnacionales y las migajas se las repartían entre contratistas, empresas importadoras (rentistas) y la corrupción política partidista. La poca inversión social llamada gasto social se reflejaba en un escenario creciente de reducción de la inversión en viviendas, salud, desarrollo social, educación y se manifestaba en deterioro de las condiciones de vida de la población con altísima deserción escolar en primaria y secundaria, con un altísimo porcentaje de “bachilleres sin cupo” con la privatización de los insipientes servicios de salud, con una pobreza extrema que superaba el 30.12 % y una pobreza del 63 % (datos del banco central), con un desempleo superior al 10% con un empleo informal (sin seguridad social ni estabilidad jurídica) cercano al 60%, la exclusión laboral de la mujer pobre era casi absoluta.

Mucho menos se refieren al contexto político en el que el pueblo pobre era considerado “lumpen” y tenían algún valor político solo en elecciones, las decisiones de gobierno se tomaban obedeciendo los lineamientos de las clases poderosas, ceñidos a los designios del fondo monetario internacional y la embajada norteamericana, ni siquiera se consideraba al pueblo como un elemento de contención a sus aberraciones a la hora de gobernar pues cualquier indicio de protesta era criminalizado, los líderes populares perseguidos, asesinados, desaparecidos, las masacres estaban a la orden del día ( una prueba contundente fueron los más de 3000 muertos en Caracas durante esos días del Caracazo, las fosas comunes (la peste) los más de 500 cadáveres lanzados al Guaire, la suspensión del derecho a la vida, a la protesta, a la libertad de expresión, al libre transito,..). Los medios de comunicación en lo absoluto desobedecían a la clase dominante y se sancionaba alegremente a cualquier medio que se atreviera a desafiar el estatus quo (suspensión de la garantía a la libre expresión, cierre de importantes diarios, lo único que transmitían los medios estaba orientado a satanizar la protesta y a “victimizar” al gobierno asesino), la “educación formal” y la superestructura educativa ignoraba intencionalmente nuestro pasado heroico, nos ocultaban nuestros verdaderos héroes independentista y si apenas mencionaban a Bolívar, Paez y Sucre lo hacían para decirnos donde y cuando nacieron, en cuales batallas participaron y cuando murieron sin mencionar su pensamiento y acción revolucionaria.

El gobierno de Carlos Andres Peres se rindió a los designios del FMI que tras la promesa de “prestarnos Dinero” nos exigió privatizaciones progresivas de las empresas vitales para el funcionamiento del estado con el único fin de ofrecérselas a precio de gallina flaca a las empresas transnacionales, nos impuso “liberación de precios”, aumento de todos los servicios públicos ahora en manos del sector privado, liberación de las tasa de interés, unificación de la tasa cambiaria eliminando el dólar preferencial que servía para mantener los precios de los productos de primera necesidad, aumento de la gasolina.

En conclusión el pueblo pobre de 1987 estaba desorientado, desesperado, sin esperanza por un futuro mejor, desincorporado totalmente del que hacer político, desmovilizado en la protesta, con comida en los anaqueles pero sin dinero para comprarlos, ignorante y ajeno a la riqueza petrolera, con muy poca conciencia de su responsabilidad histórica en la construcción de una sociedad más justa, soñando ganarse “el gordo” en la lotería para ver si podían vivir como “los ricos”. Era un pueblo que no tenía nada que perder y mucho que ganar por eso se lanzó a la calle sin medir el riesgo que eso representaba con una clase política y militar verdaderamente asesina, sin pudor por la vida de los pobres, absolutamente irresponsable, pero que era vendida internacionalmente como el ejemplo de democracia a seguir, en la que no habían ONG pro gringas señalando las sistemáticas y brutales violaciones de los derechos humanos fundamentales.

El escenario de hoy es absolutamente diferente, el pueblo pobre tiene esperanza en un mundo mejor, la conciencia de que con la participación política puede conseguirlo y la confianza en el legado de un líder revolucionario que apoyado en los pobres de su época logró liberar cinco naciones del imperio más poderoso que existía (Simón Bolívar), legado rescatado, potenciado y llevado a la práctica diaria por nuestro otro gigante el comandante eterno Hugo Chávez convirtiéndonos en protagonistas de nuestra propia historia, un protagonismo reflejado en la frase “yo soy Chávez”. Un pueblo pobre que estudia, que trabaja, que ama al prójimo, que entiende su naturaleza social y la imposibilidad de salir de la pobreza individualmente, que se regocija por los gigantescos avances sociales alcanzados en vivienda, educación, salud, infraestructura, servicios sociales, empleo, nutrición, deporte, cultura pero que sabe que lo mejor está aun por venir cuando logremos redistribuir nuestra riqueza de forma equitativa, sin opresores ni oprimidos, sin ambiciones personales, con humildad, justicia y paz.

Claro que nuestro pueblo chavista está sensiblemente afectado por la dolorosa guerra económica, psicológica y política impuesta por la derecha nacional e internacional que hoy nos ataca con todas sus fuerzas, claro que está inconforme con los errores cometidos por la revolución, claro que también se “arrecha” con las colas, la escasez, el acaparamiento, la corrupción y el burocratismo, pero también está claro que no piensa renunciar a su esperanza por la construcción de un mundo mejor y está más que consiente que con la opción apoyada por el poder imperial, la opción capitalista no queda otra cosa que la barbarie y a ese estado jamás se dejara someter.

Con un gobierno subordinado a los intereses de las mayorías pobres, absolutamente respetuoso de los derechos humanos, con apoyo popular, con una guerrilla comunicacional activa que no permite que le venden los ojos al pueblo con mentiras y con un pueblo activo políticamente, conciente de su papel protagónico en la construcción de una sociedad de justicia, amos y paz, en armonía entre sus semejantes y con el resto de los elementos de la naturaleza, ¿quien pondrá los muertos para otro Caracazo?, peor ¿quienes serian los asesinos?, será la indecisa clase media la que se atreverá a “SAQUEAR A LOS RICOS”, se dejarán “joder” ellos sin obtener ningún beneficio, o importarán la violencia con mercenarios paramilitares.

De cualquier manera el pueblo pobre no se prestará para otro Caracazo y sabrá defender su estirpe de guerrero demoledor de imperios


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Noel Peralta Barreto


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