El caos urbanístico en Chacao

Alrededor del pueblo de Chacao creció la ciudad. Todavía podemos ver con cierta nostalgia los viejos cafetines donde ciudadanos italianos suelen jugar una partida de domino o de cartas. O apreciar su casco histórico con su plaza mayor y su hermosa iglesia. Gente buena y trabajadora que desde temprano se apresta a dar lo mejor de sí a la jornada laboral, jóvenes y niños que con el bullicio de sus años nos alegran la vida ante el ajetreo cotidiano. En Chacao vive una clase media venida a menos por los vaivenes de la economía. Ciudadanos de a pie, cada uno con una historia que contar.

Detrás de sus angostas calles se esconden la constante agresión urbana, una conjunción entre políticos inescrupulosos y constructores con agallas de riqueza, se han dado a la tarea de construir moles de concreto sin importar el respeto por el espacio, con tal de engordar sus respectivas chequeras. Las últimas administraciones han sido tan irresponsables con Chacao al permitir el caos urbanístico y territorial, al convertir las normas para la convivencia en letra muerta. El problema se ha acrecentado y la administración municipal no hace nada para detenerlo y tampoco da soluciones.

Desde el gobierno del entonces Alcalde Emilio Graterón, empresarios de la construcción en connivencia con dueños de grandes centros comerciales comenzaron a construir un gigantesco complejo comercial (El Recreo-La Castellana) en la avenida Francisco de Miranda, a la altura de Bello campo. La construcción, violenta expresas disposiciones urbanísticas y de ordenación territorial, viola disposiciones ecológicas, causando un impacto negativo en el referido sector. Los vecinos se han quedado sin el derecho a vista al Avila, las temperaturas comienzan a ser insoportables, el caos vehicular, ya puesta en funcionamiento las instalaciones y la rutina comercial de las moles de concreto, cuatro torres de aproximadamente 25 pisos cada una, será de marca mayor. Vale la pena preguntarse por qué Emilio Graterón y ahora Ramón Muchacho, autorizaron esta construcción en detrimento de la calidad de vida y en flagrante violación a la normativa urbanística, a las ordenanzas municipales y a las disposiciones que rigen el ambiente. Qué ingeniero municipal otorgó la permisología para la construcción de las moles que dañan el ambiente y obvian las variables urbanísticas. O acaso el dinero mal habido fue a parar a los bolsillos de la corrupción para engordarlos o para financiar las campañas electorales o las primarias de alguna organización política, por qué Ricardo Sánchez, diputado por esta jurisdicción, no se ha pronunciado, por qué las organizaciones que hacen vida en la cámara municipal no han emitido juicio alguno sobre el otorgamiento de los permisos de construcción y luego el de habitabilidad, que valen ingentes cantidades de dinero; una complicidad con algunos parlamentarios y concejales mediáticos incapaces de resolver los problemas de la comunidad, por qué Antonio Ledezma, Alcalde Mayor, se hace de la vista gorda y la jefa del PSUV en Chacao, Titina Azuaje, no ha denunciado esa violación, cuya consecuencia en términos de impacto ambiental negativo sobre el medio están por verse. ¿O será que se olvidó del Plan de la Patria? A los vecinos les preocupa –no sin razón- que las construcciones terminen por colapsar la zona, que desde hace un tiempo ha sido transformada por inmensas edificaciones que albergan bancos, edificios y centros comerciales.

En el municipio Chacao, la cultura de atentar contra la calidad de vida, invadir el espacio público y apropiarse de lo que le corresponde a la comunidad, se ha convertido en una práctica normal. Para demoler o para construir en cualquier parte, sólo se necesitan las ganas y mucha plata. Negociar apoyo político a cambio del desorden en el municipio, tiene su carta de presentación en Emilio Graterón y en Ramón Muchacho y por supuesto en los representantes de la cámara edilicia y toda la burocracia que le corresponde la competencia del orden urbano-territorial.
Una buena gestión urbana debe dar, por un lado, estricto cumplimento a los proyectos tantos públicos como privados en materia de construcción y el respeto por las leyes, ordenanzas, decretos y resoluciones que definen la organización físico-espacial del ámbito urbano, las necesidades básicas de la población y la participación de la comunidad; por el otro, impedir el deterioro ambiental que menoscabe el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo.
El tema es serio, aquí no se necesita un gobernante local superestrella, lo que se necesita es una persona que conozca los problemas y los afronte con responsabilidad, amén de que lidere una gestión pública decente.

Más que un politiquero de oficio, la comunidad chaquense requiere de un modesto conserje que preserve el espacio, garantice la eficaz prestación de los servicios públicos y vele porque se respeten los derechos de los vecinos.



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