Señor presidente Nicolás Maduro, mírese en el espejo de Bolívar

Camarada, todos somos testigos de los ingentes esfuerzos realizados por el gobierno nacional en lucha por establecer un fluido y constructivos diálogos con los sectores opuestos a la revolución, que pudieran coadyuvar al florecimiento de un benigno clima democrático que envuelva a todos los ciudadanos y ciudadanas de la patria y nos enrumbe, definitivamente, sobre los caminos del desarrollo económico y social.

Esta faena ha sido rendida por usted enfrentando las tropelías y traiciones de los malhechores de la mud y las ácidas críticas de muchos que, como este servidor, no albergamos esperanzas de que esta oposición sea capaz de enmendar la plana.

Comandante estas gentes ni ponen ni dejan la culequera, son un caso perdido; perdido por su avaricia estimulada por el flujo constante de billetes verdes que frecuentemente provee la clase dominante de Norte América y sus aliados. Definitivamente no tienen ni tendrán propósito de enmienda.

Recientemente le escuché decir que no esperaba nada bueno de la mud, lo que nos hizo recordar un episodio de la fulgurante vida del hombre de las dificultades, que viene al caso y que, muy brevemente, relato a continuación:

Estando en Bucaramanga, esperando el desenlace de las deliberaciones que se realizaban en la Convención de Ocaña, llamada ésta a proveer una nueva constitución para la república y con ella la salvación de Colombia, La Grande, escribió El Libertador una carta a su edecán Daniel Florencio O´leary, quien lo mantenía informado de los acontecimientos desde Ocaña, especialmente del desempeño de sus aliados, en especial del Diputado José María del Castillo, quien había sido presidente de la convención en su primer período y de las intrigas de Francisco de Paula Santander y sus adláteres, quienes se empeñaban en obstaculizar el buen desarrollo de las sesiones para provocar su fracaso y el desconcierto de la nación para así poder pescar en río revuelto magras cuotas de poder que satisficieran sus mezquinos intereses.

He aquí un extracto de la referida misiva:

«…¿Que diré a usted sobre la convención? Nada, absolutamente nada. Usted sabe que nada bueno he esperado de ella, y cada instante tengo nuevas pruebas para afianzarme en mi concepto...

...Ya se figurará usted como estaré de irritado. Me es doloroso, sumamente doloroso que hayan triunfado de nosotros estos intrigantes, por no haber empleado con ellos armas iguales. Nuestra derrota se debe, en mi opinión, al concepto en que estaba el señor Castillo de que estos demonios eran capaces de oír la voz de la razón. Yo le he dicho mil veces: Señor, reflexione usted que estos hombres, que tanto decantan los principios, no tienen sino fines; mas el no me ha creido, sin duda porque juzga a los demás por su propio corazon. Es muy malo ser muy bueno...».

Camarada, cuando Jesús envió a sus discipulos a propagar su palabra a toda criatura, los instruyo para que fueran mansos como palomas y astutos como serpientes.

Muchos venezolanos exigimos mano firme contra estos apátridas de la oposición extranjerista, mediante leyes inexorables aplicadas por un sistema judicial eficiente que aplique sanciones expeditas a tantos fasinerosos que andan sueltos impunemente.

No desconocemos sus logros en la lucha por poner freno a tanta abyexión, pero creemos que llegó la hora de apretar la tuerca, antes de recibir el nuevo zarpazo que nos preparan y que ya respiramos en el ambiente.

navaajnch@hotmail.com


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