Ramos Allup: El adeco simpático

El escandaloso encanto de la socialdemocracia

El día 10 de Abril finalmente se llevó a cabo el diálogo que el gobierno nacional venía convocando desde hace más de dos meses y la oposición se había negado a realizar. Este hecho es público, notorio y comunicacional (como se acostumbra decir ahora), no es la oposición la que viene con disposición al diálogo, ni la que lo ha solicitado, al contrario le ha costado mucho llegar hasta ahí, luego de que la agenda de sectores más radicales se apoderara de la direccionalidad de la MUD. En esta reunión participaron varios representantes de partidos políticos de la oposición así como los partidos de mayor votación en la coalición del Gran Polo Patriótico.

A modo de síntesis genérica sobre el evento, es notorio que fue una oportunidad valiosa para hacer un mapa de las principales fuerzas políticas del país en la actualidad, con la salvedad de que el partido Voluntad Popular no estuviera presente, pero ese hecho también resulta ilustrativo en ese sentido. Después de mucho tiempo tuvimos una ilustración mediática, discursiva y colectiva de los liderazgos en las organizaciones partidistas que se mueven en el ámbito del poder tradicional, no fue necesario ir a varias fuentes, momentos o discursos temporalmente distintos, porque se congregaron todos ahí. Decimos tradicional porque en la base, en la organización no partidista, hay otras fuerzas que no son poco determinantes en la política nacional.

Más allá de los comentarios sobre la conveniencia o no de la realización de esa actividad, las orientaciones del diálogo, objetivos que se pueden alcanzar y el desenvolvimiento en general del mismo, nos interesa apuntar al discurso realizado por el secretario general de Acción Democrática Henry Ramos Allup. Consideramos importante hacerlo debido a la recepción que ha tenido en la población, desde la base hasta algunos líderes, pasando por el reconocimiento de que fue el discurso mejor articulado de entre los expuestos por la oposición.

En primera instancia Ramos Allup parte increpando directamente al Presidente Nicolás Maduro, lo cual le servirá para más adelante para culparlo de todos y cada uno de los problemas que plantea, así como para intentar posicionarse como un interlocutor a su altura. De inmediato, sostiene que esa reunión tiene 15 años de atraso, porque se trata de un espacio normal en cualquier país democrático. Pero Ramos sabe que eso no es verdad, basta mirar lo que le ha costado a Colombia llegar a un espacio de negociación, que ni por casualidad se desarrolla en el Palacio de Nariño, o ver cómo en Chile Piñera nunca llamó a los estudiantes a debatir. Casi ningún gobierno en condiciones democráticas tradicionales abre espacios de negociación con la oposición, mucho menos en el palacio de gobierno, en todo caso para eso son los parlamentos.

El argumento central que va a presentar Allup seguidamente, tendrá que ver con el carácter inconstitucional del uso en la política de términos y prácticas basadas en la construcción del socialismo, la formación de la hegemonía, la ruptura revolucionaria con un pasado y la constitución de una efectiva unión cívico-militar. En cuanto a la supuesta práctica fuera de la constitución que hace el gobierno seguramente será el mismo gobierno el que habrá que defenderse.

Pero lo importante es que debemos salir de la trampa que pone Ramos Allup, no podemos discutir en el marco del esquema propio de la democracia liberal-burguesa, pretendiendo decir que la respetamos. Al contrario, nosotros apuntamos a una práctica revolucionaria, que consolide una hegemonía popular y avance hacia el socialismo precisamente porque buscamos una ruptura con la democracia burguesa así como con su sistema económico. Para eso se ha planteado como necesaria la consolidación de la unión cívico-militar. Que la constitución no plasma de manera directa esta orientación es un reflejo de su propia limitación, del contexto histórico en el que se realizó, pero a su vez no se puede negar que ella misma sienta las bases para un avance progresivo de la democracia, sin dejar de caer en las propias contradicciones entre una práctica revolucionaria y el marco jurídico desde el que se constituye una República.

La constitución que funda la República Bolivariana de Venezuela es un instrumento ajustado a su tiempo, innovador por demás, que nos sigue acompañando actualmente en la construcción de la democracia participativa, en la creación de las comunas, como ya lo expone extensamente Ulises Daal. Es parte de una etapa de construcción y en ese sentido contiene sus propias limitaciones. En todo caso, el socialismo es un proceso creativo a través del cual se busca generar una ruptura con el sistema de explotación del trabajo y crear nuevas formas de producción, a la vez que se consolida en su forma política como una democracia participativa. Es difícil que un proceso que se ha encontrado a sí mismo en la dinámica histórica, que ha tenido un camino no determinado, pudiera estar expresado de alguna forma en un instrumento como la constitución. Si fuera el caso de tomarle la palabra a Ramos Allup en función de romper cierto maniqueísmo, más bien habría que pensar si no es necesario de plantear una constituyente hacia el socialismo.

En cuanto a la hegemonía, es necesario afirmar que efectivamente los revolucionarios buscamos construir una hegemonía, una fuerza que aglutine a todo el pueblo, en tanto que los sectores explotados y excluidos en el sistema capitalista. Seguimos luchando en la consolidación hegemónica de todos los sectores que revolucionarios en función de avanzar hacia el socialismo, en la formación del consenso desde la base para la consolidación de un proceso de transformaciones que debe ser cada vez más radical. En ese sentido es contrario a la democracia burguesa que pretende mantener un supuesto equilibrio de fuerzas, siempre y cuando ninguno de esos grupos ponga en riesgo el propio sistema burgués, ya sobre eso la historia ha dado suficientes argumentos.

Es comprensible que a los oídos de Ramos Allup, así como a los de cualquier miembro de la oposición, la unión cívico-militar le resulte odiosa. Porque fue esa unión la que revirtió el golpe de Estado de Abril de 2002, ya que, como es sabido, millones de personas se movilizaron exigiendo el retorno del Presidente Chávez, a la vez que amplios sectores militares por un lado se negaron a disparar contra el pueblo y por otro se sumaron a la exigencia. En cuanto a este punto vale la pena recordar que más allá de los alegatos del diputado, si bien él no legitimó el golpe con su presencia en Miraflores el 12 de Abril, su partido fue promotor de esa acción y nunca se desmarcó de la misma. De igual manera como hoy en día no se desmarca completamente de la nueva intentona golpista ni de la violencia callejera.

En cuanto a la tesis del vacío de poder y luego el golpe de Estado, el diputado al Parlamento Latinoamericano afirma que se trata de un hecho efectivo más no expone argumentos que lo confirmen. Porque no se entiende de qué manera el secuestro del Presidente Chávez en la noche del 11 de Abril, bajo amenaza de bombardeo al Palacio de Miraflores, se puede entender como un vacío de poder, como si se tratara de que el Comandante Chávez decidió ir a un paseo y durante dos días no se supo donde estaba. Desde un comienzo se trató de un alzamiento militar en el contexto de una conspiración, que se consuma como golpe de Estado cuando Carmona asume la presidencia de manera inconstitucional y luego se eliminan todos los poderes.

En definitiva, la unión cívico-militar es parte de la historia de las revoluciones, porque el ejército es comprendido no como una fuerza profesionalizada al servicio de un poder político manejado por senáculos, sino como el pueblo en armas con la responsabilidad directa de trabajar para la defensa de las grandes mayoría nacionales. La época en la que el partido político del diputado Henry Ramos Allup usaba el ejército para perseguir campesinos, indígenas y pueblo en general se acabó, ya no hay más espacio para ese “ejército profesional” se forme en la escuela de las Américas para luego venir a hacer masacres en el país. La unión cívico-militar garantiza que no se repitan sucesos como los del 27 de febrero de 1989.

Sobre la división de los poderes, no se trata más que la reiteración de un argumento que se viene exponiendo desde hace tiempo pero que no ha sido argumentado con suficientes hechos. Se parte de la pura afirmación de que los poderes no son autónomos, pero resulta que la autonomía de los poderes no radica en que los miembros de esos poderes se enfrenten entre sí, o presenten posturas distintas de la política nacional, sino que la misma está garantizada por el mismo cuerpo jurídico del país. La oposición en general parece querer una separación de poderes en la medida en que suceda lo que en Honduras con el Presidente Zelaya y en Paraguay con el Fernando Lugo.

En cuanto a los argumentos del secretario de Acción Democrática terminamos comentando que una cosa es pedir la renuncia del presidente todas las veces que se quiera, sea que cualquiera salga a gritarlo en la calle, lo escriba o lo diga por los medios, otra cosa es exigir esa renuncia a través de presiones callejeras y la violencia organizada con fines políticos. Además que una cosa es la época de Rómulo Betancourt, quien se dedicó con cierta saña a perseguir a sus opositores, y otra es el tiempo de la República Bolivariana donde su carta magna contempla el revocatorio como salida popular, de manera que la existencia del instrumento convierte en una necedad eso de andar vociferando exigencias de renuncia al Presidente.

En el fondo, lo más preocupante aparte de las ideas de Allup, que no son nuevas, es la recepción que tuvo en mucha gente, desde la izquierda hasta la derecha, porque más allá de que ha algunos le pareciera simpática y divertida su intervención, descubre lo vivo que está el pensamiento socialdemócrata. La habilidad de la socialdemocracia para generar un discurso que cale en amplios sectores debe ser una alarma para todos, sobre todo porque es la forma como es expuesto la que resulta atractiva. A su vez esa alarma debe servirnos de llamado para visualizar los vestigios socialdemócratas que aún viven a lo interno de las propias fuerzas revolucionarias.

Hay que recordar que el diputado Ramos Allup representa lo peor del pasado político venezolano que se niega a desaparecer, un personaje que fue miembro del extinto Congreso en cuatro ocasiones. Su accionar formó parte de las políticas represivas, neoliberales y profundamente antipopulares del pasado. Hay que tener cuidado no vaya a ser que en algún momento lo que parecía estar sepultado reviva.


manuel23470@hotmail.com>


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