El narcisismo colectivo de la clase media oposicionista venezolana Socialismo de tú y yo

“Cuando uno describe o explica o sólo siente interiormente su «yo», lo que hace en realidad, lo sepa o no, es trazar un límite o frontera mental en el campo de su experiencia, y todo lo que queda dentro de ese limite es lo que se siente o se llama «yo», mientras todo lo que queda fuera de ese límite se siente o se llama «no yo». En otras palabras, la identidad del yo depende totalmente de dónde se traza el límite fronterizo.” KEN WILBER La clase media oposicionista, disociada, como decimos normalmente, experimenta, en primer lugar, un «yo» cuyo límite se ha ubicado mucho más allá de su cuerpo. “Con mi colegio no te metas”, “con mis hijos no te metas”, “con mi casa no te metas”, son expresiones que ilustran esta expansión del «yo» de esas personas. Esto por cierto, no es exclusivo de este grupo social, pero es de ellos que nos ocupamos ahora. Normalmente, el límite de nuestro «yo» coincide con nuestro cuerpo (y es sano que sea así), pero es común que incluya elementos más allá (los hijos, la pareja, algunas posesiones, etc.), incluso elementos no físicos. En el caso de la clase media alineada con el materialismo, este límite va mucho más allá, incluye muchos aspectos materiales: el celular, el vehículo, las propiedades en general, el estatus, la ‘comunidad’ twitter, facebook, etc.), y hasta la ‘ideología’. Una persona podría llegar a experimentar la rabia y el odio como parte de sí misma. “Con mi odio no te metas”, haría bien para una pancarta. De modo que el ‘campo de afectación’ de estos oposicionistas es mucho mayor que el de una simple persona. Su sensibilidad está marcadamente aumentada. Un «yo» tan amplio es más fácil de ser molestado. Don Riso y Russ Hudson nos dicen que “cuando de veras habitamos nuestro centro instintivo, es decir, cuando ocupamos totalmente nuestro cuerpo, este nos da una profunda sensación de plenitud, estabilidad y autonomía o independencia. Cuando perdemos contacto con nuestra esencia, la personalidad intenta «llenarla», proporcionando una falsa sensación de autonomía.” Esto último sucede cuando extendemos artificialmente el límite de nuestro «yo». Por otra parte tenemos el concepto de la ‘Identificación’ (Gurdjieff), que es uno de los principales modos como la personalidad crea y sostiene su ‘realidad’. Nuevamente, Riso y Hudson: “La personalidad se puede identificar con cualquier cosa, con una idea, con el cuerpo, con una comezón, con una puesta de sol, con un niño, con una canción, etcétera. Es decir, en cualquier momento en que no estamos totalmente despiertos, nuestro sentido de identidad proviene de cualquier cosa a la que estemos prestando atención. Por ejemplo, si estamos nerviosos, con la atención centrada en una inminente reunión, es como si ya estuviéramos experimentando la reunión (aunque sea una imaginaria) en lugar de estar en lo que está ocurriendo en el momento. O, si nos identificamos con una reacción emocional o afectiva, por ejemplo con una atracción hacia alguien, es como si fuéramos esa atracción. O si nos sentimos reprendidos por una voz crítica que nos habla en la cabeza, no podemos separarnos de esa voz.” Krishnamurti lo resume así: “La identificación [...] es una manera de huir del yo”. Cuando nos identificamos con algo, nuestra atención está enfocada únicamente sobre ello, y dejamos de tener la sensación de nosotros mismos, completa Vollmar. Así, una persona que en su cabeza le da vuelta continuamente a la rutina de ‘me van a quitar la casa’, ‘me van a expropiar el negocio’, ‘me van a obligar a tal cosa’, se identifica con ese run run. Igualmente, gracias a los medios de comunicación, se identifica con sus ‘líderes’ y su mensaje. Etcétera. La clase media disociada, entonces, ha extendido su límite del «yo» mucho más allá de su cuerpo y se ha identificado con el mundo imaginario que ve en su mente. Ha trazado un límite que divide al mundo en dos: “su” mundo (el real para ellos) y el “chavista”. Esto puede identificarse como Narcicismo (Ken Wilber), aislándonos de la identificación que Freud hace de este término. El diccionario define al término narcisismo como "interés excesivo en uno mismo, en la propia importancia, en las propias habilidades, etcétera; egocentrismo". El narcisismo no es sólo sobrevalorar el «yo», sino también en desvalorizar a los demás. De hecho, Ken Wilber considera que “El desarrollo, en gran medida, supone una expansión de la conciencia y una disminución correlativa del narcisismo, que va acompañada de la capacidad de tener en cuenta -y, en consecuencia, de expandir la conciencia- hasta llegar a abarcar a otras personas, lugares y cosas.” El siguiente párrafo de Atalaya aclara mucho el concepto de narcisismo: “puede describirse el narcisismo como un estado de experiencia en que sólo la persona, su cuerpo, sus necesidades, sus sentimientos, sus pensamientos, su propiedad, todo cuanto y quienquiera le pertenezca son sentidos como plenamente reales, mientras que todas las cosas y personas que no forman parte de la persona o no son objeto de sus necesidades no son interesantes, no son plenamente reales, se perciben sólo por el reconocimiento intelectual, y afectivamente no tienen peso ni color. Una persona, en el grado en que es narcisista, tiene una doble norma de percepción. Sólo ella y lo que le pertenece tiene importancia y el resto del mundo está más o menos desprovisto de peso y color, y a causa de esta doble norma, la persona narcisista deja ver graves defectos de juicio y le falla capacidad para ser objetiva”. (http://pensamientoliberado.blogspot.com/2011/09/agresion-y-narcisismo.html Atalaya del pensamiento liberado, Tomado de Fromm). Así que un narcisismo, en una persona que ha extendido artificialmente el límite de su «yo» mucho más allá de su cuerpo y que se ha identificado con esa virtualidad creada por él mismo, es el caldo de cultivo de una posición política intransigente, malcriada. Y algo fundamental es la extensión de este concepto a lo colectivo, el Narcisismo Colectivo: “Cuando, en el narcisismo colectivo, el objeto no es el individuo sino el grupo al que pertenece, el individuo puede comprenderlo perfectamente y manifestarlo sin restricciones. La afirmación de que "mi país" (mi nación, mi religión) es el más maravilloso, el más culto, el más poderoso, el más pacífico, etc., no parece nada extraña. Parece también un juicio de valor realista y racional, pues lo comparten muchos miembros del mismo grupo. Este consenso logra transformar la fantasía en realidad, ya que para muchas personas, la realidad está constituida por el consenso general y no se basa en la razón ni en el examen crítico.” (Atalaya) Entonces, lo que llamamos disociación sicótica viene a ser una realidad virtual producto de ese narcisismo colectivo, producto de un conglomerado de personas con la misma visión de mundo, que han extendido el límite del «yo» mucho más allá del yo natural, y que se han identificado con ese mundo, inflando exageradamente su «yo». Ese es el producto de la manipulación comunicativa a que hemos sido sometidos durante años. Así lo veo yo.


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Leopoldo Alberto Cook Antonorsi


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