¿Cómo no iban los escuálidos a creer lo que creyeron?

 ¡Que  disociación  psicótica, ni que ocho cuartos! Lo que estamos viendo en Venezuela  va  mucho  más  allá  de  una  idiotización  colectiva.  En un principio  las  locuras,  por llamarlas de alguna manera, fueron argumentos para desatar una mamadera de gallo, pero las mismas fueron haciéndose más y  más frecuentes hasta un punto que hoy ya pasa a ser un problema de salud pública que merece atención.

Cuando  esa gente se creyó el cuento de que las captahuellas eran capaces de  leerles  la  mente  y en consecuencia saber por quién iba a votar y con base  en  ello  se  negaron a participar en unas elecciones parlamentarias, creíamos  que habíamos visto todo, que nada podía superar  ese manejo de la inteligencia colectiva. Sin embargo, la situación es cada vez más grave y de  aquella  aparente  inocentada  de  creer  que un inepto analfabeta como Manuel  Rosales  podía  derrotar  a un líder de la estatura de Hugo Chávez; pasaron a rechazar las bombillas ahorradoras, argumentando que disponían de cámaras, a través de las cuales Fidel Castro , en persona, los espiaba.

En  ese  momento  la  situación  estaba  como  para decretar una emergencia nacional  por  razones  de  salud  pública,  pero no se hizo y de forma muy ligera se siguió con el tema de la disociación psicótica sin profundizar en la realidad mental en la que esa pobre gente vive. La verdad es que la disociación psicótica podría llevar a alguien a darle a un hecho cualquiera una interpretación alejada de la realidad, pero jamás a atentar  contra  sí  mismo,  como hemos visto en los últimos tiempos en ese colectivo.

Ya la elección, como diputados,  de asesinos juzgados y condenados,  con el objeto  de brindarles inmunidad, indicaba que algo no funcionaba bien en el cerebro de esa gente, pero salir, aún en contra de sus propios intereses, a defender  especuladores  y a exigir que el gobierno no imponga una rebaja a unos  precios, que a todas luces (e independientemente del valor que le den al  dólar)  son  los  más  altos  del mundo; es algo que va más allá de una simple epidemia de imbecilidad.

Tal  y  como  insinúa  lo que escribimos como epígrafe, la situación actual explica  el  porqué en el pasado creyeron en todas las imbecilidades que ya mencionamos.  Esa gente ha sido afectada en su capacidad de análisis, en su instinto  de  preservación  y  hasta  en la  parte lógica de su cerebro. Se encuentra  en un estado mental que no puede ser sino calificado de caótico. Para  ellos es suficiente que un medio de comunicación de una información o que ella sea escrita en un tuiter por uno de los dirigentes de la derecha , para que dicha información se transforme en una realidad incuestionable.

Conocido  es  que han existido colectivos a los cuales se ha mediatizado de forma tal, que los han convertido en asesinos. Se sabe también de suicidios colectivos  influenciados por líderes desquiciados, pero nunca se ha visto, en   grupos   tan  grandes  una  estupidización  como  la  que  sufre  el escualidismo venezolano.

No  es entonces un caso para reírse el que una señora se niegue a pagar 700 bolívares  por  una  camisa  y  exija  que le cobren 3000 porque no está de acuerdo  con  la  decisión  del  gobierno  de obligar a los especuladores a reducir los precios. Pareciera más una actitud autosuicida, como diría el otrora  dirigente escuálido Carlos Andrés Pérez.

. Tampoco es para tomar a la ligera  el  que  un  grupo  de  fanatizados  grite  consignas  en un centro comercial  planteando  que  quieren pagar los precios establecidos  por los especuladores,  porque  lo  hacen  con su dinero y tienen derecho a decidir cuanto pagan y a quien. La  realidad  es tan dura que esa posición del escualidismo, con respecto a la reducción de precios, nos hace recordad la historia del hombre aquel que se encontró un recibo de electricidad en la calle y lo fue a pagar.Alexis Arellano Noviembre 2023



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Alexis Arellano


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