El rugir del pueblo Vs. rugir del ratón

Razón tenía mi tío Marx. El capitalismo se parece a Chacumbele quien “el mismito se mató”. El capitalismo entra en crisis y perece a causa de sus propias contradicciones genéticas. Quienes monopolizan el capital y sus placeres lo saben, pero se niegan a aceptar que son una especie en extinción. Prolongan su agonía y echan mano a medidas extremas para aceitar la rueda del capital, mientras inventan nuevas estrategias para tratar de perpetuar su dominio sobre la Tierra y el espacio conocido.

La burguesía y sus gobiernos adormecen a las mayorías legitimando el capitalismo, los valores de la cultura occidental y la democracia representativa como ideas fuerza, naturales – divinas y presentando al sistema capitalista como el único capaz de satisfacer las necesidades humanas. Manipulación ideológica que lograron reforzar hasta principios de este siglo con una aparente impasividad ante críticas y burlas de propios y ajenos.

Una de las críticas más ingeniosa del sistema dentro de sus propios límites la hizo Leonard Wibberly en su novela Rugido de Ratón, popularizada cinematográficamente en 1959, donde narra la historia de un pequeño y pobre ducado europeo cuyos habitantes deciden declarar la guerra a los EEUU, con la intención de perderla, para poder ser objeto del Plan Marshall y resolver sus problemas económicos. Pero el rugir de ratón resulta mucho más efectivo de lo pensado, el ducado gana la guerra y sus habitantes tienen que enfrentar sus problemas con sus propias fuerzas.

Hoy, a más de cincuenta años del estreno de la película, los ratones han cambiado y para peor. Los ratones del siglo XXI, individualistas y cobardes, no rugen contra las potencias sino contra los pequeños ducados. No inventan guerras en favor de un beneficio común, sino que se venden como mercenarios para destruir países y pueblos a cambio de recompensas personales. Terrorífica e inhumana realidad, inspiración de futuras novelas y películas libias, paquistaníes, sirias o… para que nunca la olvidemos.

Obviamente, en Venezuela también tenemos esta plaga. Nuestra especie local, aparentemente educada y sofisticada, es mucho más servil y traicionera que cualquier tropa mercenaria. Reniega de su identidad, se humilla ante los poderosos, trabaja sistemáticamente para entregarle su país a los EEUU y le ruje a sus propios coterráneos a cambio de “un puñado de dólares”.

Afortunadamente, las contradicciones están ahí y sus efectos son cada vez más irreversibles y visibles, sin embargo no hay que confiar, los ratones aún pueden hacer mucho daño.

El gobierno no puede seguir tolerando los desmanes de los vende – patrias, debe ponerles un parao pronto y con firmeza. Para eso cuenta con la Ley y con el rugir de un pueblo que optó en octubre, diciembre y abril por la profundización del legado de nuestro Comandante Chávez.


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Mariadela Villanueva

Analista y comunicadora. Socialista y chavista. Firme creyente del poder popular

 mariadelav@gmail.com      @mariadvillanuev

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