A la oposición política venezolana, no olviden que la auditoría está en progreso desde hace semanas

Los sistemas tecnológicos modernos, en especial aquellos que registran información digital, mantienen controles para regular su buen funcionamiento, verificar la exactitud de resultados y permitir el entendimiento de cómo se ejecutan las operaciones. Cada uno de esos controles es diseñado y se implementan con un conjunto de propósitos específicos, más aún, pocas veces sirven para satisfacer cualquier requerimiento. Así por ejemplo, un banco puede usar un registro digital dual contable en objetos físicos separados y bajo procedimientos de acceso y manipulación autorizada que sean distintos, para vigilar y auditar las operaciones financieras que se ejecuten. Si una cuenta interna dice que se transfirió una cantidad X, en otro registro debe existir información que refleje que ingresó la misma cantidad X. Si ello no sucede, se sospecha de algún tipo de anormalidad y se amerita investigar.

Algo parecido sucede con un sistema electrónico de votación, existen controles internos y externos para auditar su operación. En el caso del sistema venezolano al mismo se le audita antes, durante y después de la elección y las tres etapas conforman una auditoría completa del mismo. Despreciar las auditorías previas porque no nos favorecieron los resultados indica que no se le otorga ninguna credibilidad al trabajo realizado durante semanas antes del acto de votación que realizaron técnicos del CNE y de cada uno de los partidos políticos que compitieron. Expresar que hasta que no se cuente el 100% de los votos, no se reconoce ni ningún resultado, también revela indiferencia sobre los procesos de conteo, suma de totales y auditorías parciales que ayer domingo 14 de Abril se hicieron. Y esto hay que recalcarlo, porque tradicionalmente se acepta una auditoría del 3% aproximada como suficiente para otorgarle credibilidad entera al resultado, pero ayer se hizo una del 54% y a pesar de ello ya una tendencia política, que perdió, presenta semejante esfuerzo como si eso no tuviera valor alguno.

No estamos en contra de que se haga una auditoría al resto de todos los votos, al contrario nos parece válida ante una diferencia que pocos esperaban, pero hay que insistir en que se acepte que la auditoría empezó desde hace semanas y hasta ahora no ha arrojado prueba alguna que ponga en duda los resultados emitidos por el CNE. Y hay que recordar que la supervisión y vigilancia no ha sido únicamente electrónica, hay personas, seres humanos de diversas posturas ideológicas y políticas, las cuales, mayoritariamente, recibieron instrucción del CNE para ser testigos apropiados, para contar, verificar, firmar actas, transferir resultados y sumar.
Si el sistema en su concepción incluye controles internos como es la memoria que se puede extraer físicamente del lugar, externos como las papeletas, los cuadernos, las actas y los testigos, a todo ello hay que darle su justo peso proporcional. No hay que adelantar conclusiones de fraude y más cuando no ha habido evidencia de ello en todas las verificaciones previas.

En las elecciones del 16D el candidato perdedor de la MUD, Andrés Velásquez, denunció un fraude y se le dio amplia tribuna, a nivel nacional e internacional. Muchos de sus compañeros corrieron a hacerse “solidarios” con el y predominó la simpatía política. Pero el tiempo se encargó de demostrar que tal escándalo no procedía, que nunca poseyó verdaderas pruebas para poner en tela de juicio los que el CNE proclamó. Hecho sostenido por el mismo rector Vicente Díaz, pero que ahor nadie parece recordar.

De modo que apoyemos que se complete la auditoría, pero estemos atentos a que se juegue limpio, que se impugne única y exclusivamente si existen pruebas reales y contundentes, para dudar de los resultados. Evidencias sólidas que indiquen que múltiples procesos fallaron o fueron mal ejecutados. No porque alguien presente un documento a la cámara sesgada de la televisora Globovisión. Una pila de documentos en la mano no prueba nada, si no se puede constatar su veracidad y autenticidad con otros controles más, si no se determina que es relevante para el caso, si no coincide con otros elementos separados que permitan darle coherencia a su contenido, y los más importante, que sea significativa en su peso y proporción como para cuestionar un resultado final.

De lo contrario, es el típico caso del mal perdedor que tanto daño hace a la contienda política del país. Y cuidado en apresurar el juicio y dejarnos dominar por la emotividad política, ya que hace años el dramaturgo y premio nobel de literatura español Jacinto Benavente y Martínez dijo: “Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos.”

alberto_salazar_2007@yahoo.com


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