Tacones Fascistas

No deja de impresionarme que una gran cantidad de acontecimientos “irregulares” queden atrapados por una desprevenida cotidianidad. Es decir, vivimos y convivimos con formas diferentes de la violencia que han sido capaces de convertir en cotidiano algo que, sin duda, no lo es. Si nos detenemos a pensar y a revisar, en detalle, gran parte de las acciones humanas, verán ustedes que en más de una ocasión hemos sido parte de continuas injusticias y vejaciones. De todo tipo. Aquí no solo me refiero a las que son más evidentes y directas, sino también a aquellas que suelen pasar por debajo de la mesa, como decimos en criollo. Situación que debe despertar nuestro interés puesto que, si vivimos en tiempos de revolución socialista y bolivariana, muchas de estas prácticas debieron haber desaparecido hace rato. Sin embargo, uno percibe, se entera, vive, se involucra y escucha cómo una inmensa cantidad de injusticias, siguen intactas en los disímiles escenarios de la vida. Es ingenuo pensar que en las Corporaciones o en las empresas privadas, no exista una clara división del trabajo basado en las jerarquías capitalistas que las sostienen. Allí todo está claro, o al menos debe estarlo, ya que en esos lugares existe una predisposición a determinar el rol de cada miembro. Un obrero: sueldo mínimo, cesta tiques y el cuerpo para hacer su trabajo. A ellos no les está permitido pensar y por esa sencilla razón nada de voz ni de voto. Están los cargos medios, personas que se encargarán de generar una inagotable competencia para algún día ascender pisando y puteando a los demás. Más arriba, bueno, el Gerente o el Jefe, quien va a disponer de la vida de la gente cómo mejor le parezca.

Nosotros, los que pensamos diferente, hacemos la Revolución para cambiar estas terribles e inhumanas maneras de relacionarnos. Hacemos la Revolución para que esto desaparezca y luchamos para que se produzcan los cambios necesarios y de esta de manera evitar que nuestros hijos no sean los esclavos que fueron sus padres, sus abuelos...
De múltiples formas cada quien pone su granito de arena, su lucha en la calle, su voto para que ese modelo perverso desaparezca. Ésa es la razón eterna de históricas luchas con las que siempre nos hemos identificado; pero, aquí viene el dolor mayor, como diría Alí Primera, una se queda pasmada al ver que esto sigue intacto en las instituciones del Estado, en los espacios donde hay imágenes de Martí, el Ché, Fidel y hasta del mismísimo Comandante Chávez. ¡Y eso sí que es indignante! Ver cómo una camarilla de bandidos, de la noche a la mañana, se hacen ricos a la vista de todos. Nos restriegan su voraz capacidad para generar cualquier cantidad de lo que en su propia jerga llaman “negocios blancos” propios de la cuarta república, ese nefasto periodo por el cual sentimos tanto asco y repulsión. Los llaman así porque cuando se les hace cualquier inspección o auditoría, no se encuentra nada anormal en su gestión, puesto que el “negocio” de estos vándalos consiste principalmente en cuadrar sus patrañas con las mafias de las empresas fantasmas o los proveedores de maletín. Repito: ¡Qué indignante es ver esto o escuchar a tanta gente que habla de estas cosas y que no puede hacer nada, ya que todavía no hemos podido crear los mecanismos para aniquilar estos desangramientos.

Y doble vergüenza da cuando, luego de tantas luchas por la reivindicación de la Mujer, una descubre que muchas se prestan para ser parte de estas pandillas corporativas. La actitud de algunas compañeras es totalmente contraria a lo que plantea una sociedad que pretende alcanzar el socialismo. ¡Y conste que no solo me refiero a la formas diversas de la corrupción administrativa! Hay maneras del fascismo más puro que nace de la mujer y va hacia otras mujeres. Haré especial énfasis en la actitud corporal y estética, pues es un tema que vengo trabajando hace algún tiempo. Se las ve caminando con un lastimoso “glamour”, poco usual entre las camaradas. Todas sus ropas son, más allá de gustos personales, la demencial imposición mediáticas de las marcas. Sus cuerpos son carne de cañón para los mercenarios de la estética televisiva. Añoran y pasan por encima de quien sea para andar en sus insultantes camionetas, con chofer incorporado, sentaditas en el puesto de atrás, leyendo Cosmopolitan o Vanidades, puesto que cualquier revista o periódico de la Revolución les produce una profunda repulsión.

Ojalá solo fuese solo aspectos que involucran lo estético, pues no. También es la eterna actitud adeca que involucra modos de ser y que alteran las relaciones de trabajo con los demás. Ese chofer que, a lo mejor vive en un barrio y ve a estos esperpentos hablando de socialismo, siente no hay coherencia entre el hacer y el decir. Esa persona se hace preguntas. Preguntas que no tendrán respuestas porque esta “damas” no hablan con sus insulsos choferes. De allí viene ese miserable menosprecio por el Otro, el clasismo, el racismo y el fascismo tan característico en este grupo de personas. En tiempos en los que hemos sido llamados para generar una AUTOCRÍTICA al proceso revolucionario, no se puede permitir que estas actitudes se conviertan en algo normal. ¡Siento vergüenza por los tacones fascistas que, indignamente, ocupan estos espacios que tanto daño le hacen a la Revolución. No olvidemos que "los fascistas no se guían nunca en sus actos por la idea del mejoramiento básico de las cuestiones del mundo"; todo está pensado para su propio beneficio o los pequeños grupos a quienes tienen como vulgares acólitos.

¡Mano Izquierda de Hierro para los tacones fascistas!

rodriguez.lina@gmail.com

(*) Socióloga


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