La duda metódica

De todo lo ocurrido durante la pasada campaña y posterior proceso electoral, con los resultados que ya conocemos, nada llama tanto la atención como la eficiencia demostrada por la oposición para inculcar en sus seguidores, con fe de carbonero, la idea de que su candidato resultaría elegido presidente.

Y no se trata de pretender que alguien participe en una campaña aceptando de antemano que su candidato será derrotado. De lo que se trataría, en todo caso, es de no disociarse de manera obtusa de los indicadores, que con verdadera profusión, mostraban que los hechos se orientaban hacia el resultado contrario.

¿Cómo se logra que la emoción se sobreponga de tal modo a la reflexión? Sabemos que buena parte de la clase media nacional, esa que incluye a una importantísima cantidad de profesionales en todas las áreas de conocimiento, respaldó las aspiraciones del candidato opositor. ¿Dónde fue a dar la capacidad de análisis de esa multitud de supuestos entes pensantes?

Si bien es cierto que la formulación del concepto de la duda metódica corresponde a Descartes, no es menos cierto que se trata de un mecanismo propio de toda mente racional en la dinámica de tratar de comprender lo que ocurre a su alrededor. ¿O es que ya superamos la época del racionalismo?

Hay que reconocer que toda esa obnubilación colectiva se trató de una perversa eficiencia mediática, capaz de apagar los más elementales recursos propios de la mente humana y llevarla a un inédito estado de postración.

En Maracaibo hay unas cuantas paredes emborronadas con un tajante “adiós Chávez”. Esos grafitis no resistirán hasta el 2019, ojalá que tampoco perduren la disociación y la renuncia a la duda metódica de sus autores.



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Cósimo Mandrillo


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