Perrarina (II)

Trataré de ser menos cáustico en el tratamiento a mi anónimo insultador porque, realmente, no me insultó. Cometió un enorme desatino al pretender descalificar mis afirmaciones y he llegado al convencimiento – espero no errar – que se trata de una de esas personas que se regodean en la liviandad de las palabras, frases, clichés o explicaciones de ciertos medios que, también, tan solo se regodean en retorcer la realidad cuando ésta no les cuadra a sus intereses crematísticos. Jamás penetran en los hechos y por tanto desconocen los acontecimientos anteriores a su enajenación mental. Ningún medio le dijo nada y, si lo dijo no le dio la regalada gana de entenderlo porque, simplemente, tampoco cuadra con sus muy limitados antivalores restringidos a liviandades generalmente folklóricas, pero folklóricas de otros países diferentes al suyo, en este caso Venezuela de la que se avergüenzan intensamente; cuanto darían por haber nacido al norte del Trópico de Cáncer entre los meridianos 60 y 125 y, por encima de todo, tener su propio nombre escrito al menos en spanglish.

Amigo, se te ve por encimita que has sido un niñito malcriado de esos que cuando agarran una rabieta porque quieren una chupeta y, si no se las dan en segundos, les da tremendo soponcio o desesperante pataleta. Tú no tienes ni idea de la vida y mucho menos de lo que ocurre en el mundo de los pobres.

Voy a echar un cuento que creo te retrata de cuerpo entero.

Del niño rico que le piden en la escuela escribir una composición sobre la pobreza.

He aquí lo que escribió:

En aquella casa de tres pisos rodeada de jardines mustios construida sobre una pequeñísima parcela de tan solo veinte mil metros cuadrados, que solo tenía catorce dormitorios todos eran muy pobres; el padre era pobre, la madre era pobre, los dos hijos varones y una hembra eran también muy pobres. Pero no era solo la familia, también eran muy pobres los tres choferes, el mayordomo, los dos jardineros, el ama de llaves, las dos cocineras, las dos mujeres encargadas de lavar y planchar al igual que los dos hombres y las dos mujeres que siempre estaban disponibles para cualquier eventualidad, tal como una fiesta que se tuviera que improvisar intempestivamente.

Como eran muy pobres, las tres limousines, los dos deportivos, el rústico que usa el señor para ir al campo y las dos motocicletas que maneja la servidumbre tenían tres años de antigüedad ya estaban muy viejos y requerían pintura nueva.

Pero eso no era todo, el yate, las cuatro lanchas, el catamarán y el velero estaban viejos con cuatro años de antigüedad, requerían mantenimiento mayor o por lo menos ciertas reparaciones menores y no se las habían hecho porque la familia era realmente muy pobre.

Ni que decir del jet y las dos avionetas. Lo mejor era el jet con más de mil horas de vuelo, las avionetas en estado lamentable porque aquella familia era realmente tan pobre que no podía costear el mantenimiento y las pequeñas reparaciones. Inútil mencionar que la pintura de esos aparatos viejos está en estado lamentable. Da rabia la pobreza de esa familia.

Como eran tan pobres esos seres tan desgraciados, lo que comían sí que era para entristecer a cualquiera. Imagínense lo lamentable; por ser tan pobres solo comían caviar del Mar Negro una vez cada dos semanas, salmón de Alaska una vez por semana, trufas blancas una vez al mes y, últimamente, el jamón ahumado de jabalí una vez cada seis semanas. De quesos ni hablar, en los últimos tiempos redujeron el consumo de gruyere, camembert, parmesano grana y el chevre y el chantal casi desaparecieron de la mesa. Esa pobreza atroz que sufrían los había dejado comiendo apenas langostas, camarones y angulas cada dos o tres días, además de uno que otro lomito de ternera.

La escasez de bebidas espirituosas es una situación peor porque solo han podido consumir tres cajas de Möet Chandon Brut Imperial, 2 de escocés de 25 años, una de cognac Napoleón VSOP, una de Cardenal Mendoza y seis botellas de Absintio persa durante los últimos dos meses. Pobrecitos, como los desgraciados son tan pobres.

Lo más triste de tanta pobreza es que durante los últimos meses solo pudieron viajar a Biarritz, Chamonix, Val D’Isere, Montecarlo, Niza, La Spezia y Cranz tan solo cuatro veces y no pudieron ir a Disney World porque perdieron en el Casino de Montecarlo los escasos dos millones de dólares que llevaron.

El cuento es más largo pero lo dejo ahí. Si ustedes, amigos lectores lo desean, den rienda suelta a su imaginación y agreguen lo que deseen. Total, lo que queremos es divertirnos y pasarla bien.
Ah, ¿y las conclusiones y o la moraleja del cuento? Eso también corre por cuenta de ustedes. ¡Salud camaradas y amigas(os)!

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA - ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!


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Juan-Pedro Torres


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