El Plan B se quedó sin letra

Viudos se quedaron los factores que conspiraron contra el carácter democrático de la Elección presidencia 2012.  No tuvieron coro, coordinación, oportunidad, fuerza; el comportamiento cívico y superior del pueblo elector venezolano les dio una soberana trompada, teniéndose en cuenta que la dignidad humana está provista también de puños y pies y puede golpear y patear cuando la basura atasca su paso.

Venezuela desde hace rato ingresó en el primer mundo de la moralidad planetaria, muy escasa, por cierto.  Es un país ejemplar que, si de suyo es cierto presenta problemas típicos del desarrollo político, económico y social, se apresta en breve plazo a superarlos y a implementar (ahora sí decididamente) un modelo de crecimiento nacional bastante peculiar fundado en el concurso comunal.  Esto es, la gente forjándose a sí misma, tomando el destino patrio y personal entre sus manos, haciéndose Estado.  Puede, pues, llenarse la boca y decir que tiene democracia, pero democracia lo más próxima posible a ese espíritu ideario derramado por Abraham Lincoln en su Discurso de Gettysburg (1863):  "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".  Socialismo, en fin (está hecho de todo lo humanitariamente bello):  un sincero vaso comunicante gubernamental entre el decir y el hacer políticos en función de las humanas necesidades del pueblo.

Como lo tenían pautado, poco antes del pronunciamiento del Consejo Nacional Electoral (CNE), los complotados externos contra el inminente y adverso resultado electoral, en conchupancia con los internos, apátridas nacionales, cumplieron con su parte:  proclamaron a Henrique Capriles Radonski como seguro vencedor, según informaciones que manejaban.  CNN, Telemundo, Univisión, Radio Caracol, ABC, entre otras tantas siglas comunicacionales enemigas del pueblo de Venezuela, crearon la realidad virtual internacional de un Capriles vencedor.

Esto con el propósito de desarrollar el funesto plan B por todos conocidos, en caso de saberse perdidos, como se supieron:  generar la dicha matriz de opinión mundial de un Capriles ganador, de un Chávez en desacato democrático, con la consiguiente inestabilidad en el país que justificara pronunciamientos militares y civiles en lo interno y la intervención de organizaciones de arbitraje internacional desde lo externo.

El plan falló.  Se quedó vestido cual novia de pueblo, como se dice acá en Venezuela cuando el novio no se presenta ante la pobre ingenua llegada la hora nupcial; o como una trampa cazadora armada para más nunca en un bosque infinito.  Los tales factores internos, que debían responder en sincronía con la malevolencia extranjera, no pudieron, no hallaron cómo, no tuvieron el concurso de ninguna realidad sociopolítica del país, peor aun, arrasados como fueron por el perfecto civismo de los venezolanos. 

Ello no dejó espacio ni ocasión para atreverse a nada contraconstitucional.  Se quedaron como son ellos, empresarios metidos a políticos, temerosos de arriesgar la estabilidad de sus franquicias:  ¡sin cojones para la aventura política!  Tal es la catadura culilluda empresarial que lo primero que exclamó al saberse derrotada fue “¡Se perdieron esos reales!” (un tal Zingg podría muy bien haberlo exclamado después de ser pillado como un obligado contribuyente monetario opositor).

Pero no todo es lamentable para los sin-bolitas y el bienestar del país en general:  detrás de ese sacro respeto al que los obligó el pueblo con su inusitada lección cívica de ayer 7-O hay una esperanzadora lectura:  el pueblo consciente, sencillo, organizado, imbuido del humanismo socialista, junto a la fuerza ejecutiva del Estado, está obligando finalmente a la oposición venezolana a recorrer el camino del civismo.  Prueba es que ya dio síntoma al reconocer los resultados.  Es un principio, de cualquier modo, aunque desprenda ese tufo de obligada a la democracia.

Oposición, o te adecúas al mandato mayoritario o pereces en soledad.  No de otro modo se extinguen las especies políticas, retrogradando hacia lo jurásico y rindiendo luz y aceptación sólo para sus sectarios templos.

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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