El reloj electoral marcha indetenible hacia el 7 de octubre y el desespero sigue cocinándose. Mientras las únicas encuestadoras autorizadas por el árbitro demuestran una tendencia favorable y prácticamente irreversible a favor de la reelección del Presidente Chávez, la estrategia seguida por algunos sectores de la derecha ha sido colocar su dedo entre el ojo y la inocultable realidad, intentando taparla. Muy conscientes de las consecuencias de sus acciones, han jugado con la fe de un importante sector opositor y le han construido escenarios que van de lo bucólico a la hilaridad, creando un artificioso clima de triunfalismo. La creación de este clima es parte de un plan del que mañana veremos un nuevo capítulo, cuando se produzca la movilización del candidato de la derecha en Caracas. No tengo ninguna duda que utilizarán todos los recursos imaginables y que lograrán que sea muy grande; tampoco la tengo sobre la saturación de imágenes de esta movilización que hasta el cierre de la campaña buscará reafirmar esa impresión de triunfo.
Psicológicamente, existe una relación entre las expectativas inalcanzables y los desencantos estrepitosos. Y cuando llevamos tal relación al plano del artificioso triunfalismo ya descrito, no serán poco los seguidores de la oposición que pudieran reaccionar con frustración y desespero cuando el anuncio de los resultados electorales confirme la tendencias que propios y extraños conocemos. El resultado: tendrán a punto el caldo que tanto llevan cocinando. Este festín, que algunos aspiran servir en mesa de lujo y que han condimentado con más de una pizca de conspiración y con manipulación al gusto, pudiera generar una más que anunciada indigestión. Han sido sus principales promotores algunos voceros opositores y medios privados, quienes se han encargado de multiplicar esa matriz triunfalista y hacia donde habrá que buscar a los responsables si se llega a observar alguna situación fuera del marco de la ley, lo que esperamos no suceda ni entonces ni nunca más.
No generalizo. Dentro de la oposición son proporcionalmente pocos quienes hacen esta apuesta, pero son justamente los más poderosos y quienes más herramientas poseen para manipular conciencias. Opositor o revolucionario, a nadie conviene una acción desesperada. Y es un indigesto desespero lo que este sector ha venido cocinando. Prevenidas y prevenidos.
