Muchas y muchos, lamentablemente. Al acecho. Cobijados bajo la buena fe y la confianza de quienes sí acompañan con entrega absoluta el proceso de cambios que desde 1998 vive la República.
¿Son un mal necesario? Estoy que lo admito. El carácter pacífico de nuestra Revolución no depara para ellas y ellos una suerte diferente. Les ofrece un amplio margen de inclusión. Tan amplio, que en ocasiones la vergüenza no ha sido atenuante para dejarse públicamente ver como las traidoras y traidores que son y regresar luego al rojo seno que sin condiciones de ningún tipo les reabren francas puertas.
¿Son dañinas y dañinos? ¡Claro! Incautas e incautos apuestas por ellas y ellos y los entendemos: en marchas y concentraciones disfrazan el gañote y dan vivas al propio comandante Hugo Chávez. Como él, tararean los sagrados temas de Alí Primera tratando de despejar cualquier indicio de duda en su entorno.
Puertas adentro, en su rol de funcionarias y funcionarios, enseñan sus verdaderos rostros. Emplean sus cuotas de poder no sólo para beneficiarse de ellas, sino peor aún: para “demostrar” que el Socialismo es tan perverso como el sistema que pretendemos asfixiar y enterrar. ¿Alcanzan tan nefasto saldo? En cierta medida, sin duda. “Esto es más de lo mismo” escuchamos decir no sólo en humildes niveles de dependencia salarial, sino también en otras esferas.
Pero no todo es malo. Los molinos de la historia se activan cuando corresponde poniéndolas y poniéndolos al descubierto. Hoy tomó turno al bate José Gregorio “Gato” Briceño pero como dijo Chávez el pasado sábado en el balcón del pueblo, “El traidor de Monagas es un contrarrevolucionario más y no será el último”. Los convertidos ayer en polvo cósmico están allí, despreciadas y despreciados de un lado y del otro. Las próximas y próximos, por mucho que se tongoneen, correrán –afortunadamente– el mismo destino también presagiado por el Presidente ese día: saldrán por la puerta del basurero.
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