Y aquel 4F hubo muchos que amanecieron de pu...

Se oían tocan cacerolas desde los edificios cercanos, era como la 5 de la madrugada. Se podían apreciar luces en los apartamentos y la gente abría las ventanas para gritar consignas revolucionarias.

El pueblo llano, gritaba: “¡Viva Venezuela!”, “¡Viva Bolívar!”, “¡A la calle!”.

Muy temprano, los medios de comunicación junto con un mar de jalabolas, se movilizaron para apoyar la “democracia”; por allí vimos desfilar a los eternos tránsfugas y lacayitos con supuestas ridículas poses de izquierdistas. El terrible Douglas Bravo no apareció encabezando ninguna protesta. Muchos de los viejos jeques del MIR y del MAS daban loas a CAP. El Presidente llamó a la intelectualidad venezolana a compartir un momento de paz en Miraflores y para allá corrieron Pedro León Zapata, Ignacio Cabrujas, Petkoff y Manuel Caballero, entre otros.

El zumbido de las moscas venenosas se hizo intenso.

Comenzó un aparatoso ensayo de ridículas maromas para decir lo uno y lo otro y también todo lo contrario.

El teatro estaba generalizado en todos los partidos. A una sola voz brindaban por el caos pero para sacar réditos a sus negocios. Los comediantes buscaban acaparar la audiencias y el que se los madrugó a todos fue Rafael Caldera, con aquel hipócrita discurso en el Congreso. Se los echó al buche y salió a la calle y la gente le llamaba el General Caldera.

Así todo nacía un nuevo rumbo, una nueva conciencia, un nuevo liderazgo.

Hasta entonces el pensamiento gomecista lo seguía dominando todo.

El culillo era libre y se manejaba como mejor se podía.

El espíritu comediante de los papanatas de todos los centros intelectuales, dígase Universidad, Academia, centros vecinales u ONG’s divagaban de lo lindo, mientras CAP inventaba un Consejo Consultivo para marearnos nuevamente a todos.

Las máscaras sin embargo se ajaban, se dislocaban, se torcían.

Una gran camada de singulares locos bolivarianos, soldados de la patria, había estremecido reciamente el edificio de los cabrones de Miraflores y las sanguijuelas saltaban. David Morales Bello, Octavio Lepage y Carlos Canache Mata corrieron a asilarse a unas embajadas.

Qué cosa más horrible, con qué verborrea tan implacable nos pretendían, otra vez, bombardear los adecos y copeyanos: y preferíamos mil veces más sufrir la metralla de los insurrectos que resignarnos a sufrir el vaho de vulgaridades que se avecinaba por la radio, por la prensa, por la televisión.

Había aquí unos “izquierdistas” que vivían del jueguito de manos, con dimes y diretes, con los mandones del gobierno.

Y fue mil veces más sano, más decente, más humano el temblor de la metralla bolivariana que puso a temblar a medio mundo.

¿Qué tratarían luego de explicarnos aquellos canallas de la derecha y los que jugaban a ser de izquierda, que no fuesen las bastardas palabritas de reactivación, concertación, reflexión, problemas coyunturales y causales estructurales?

El aperitivo mortal que se preparaba contra el azaroso gobierno democrático lo cocinaban los mismos dementes que rodeaban y han rodeado a la gente instalada en Miraflores.

CAP, aficionado al lujo, teniendo poco tono, hombre insensible e inculto, gustaba rodearse de una nube de pajes de muchísimo menos talento que él. Entre sus más eminentes amigos estaban los Cisneros, grandes culpables de los males que nos abrumaban; quienes habían tomado parte de la gran tajada que habían dejado el desastre económico. Amigo de CAP era Alán García, uno de sus mejores pupilos y con quien hizo extraños y oscuros negocios. Amigos de CAP eran Lusinchi, Ciliberto, Orlando García, Pastor Heydra. Esa era la gente que lucha por la justicia de las causas populares y que llegaba a tener tan buenos amigos como el súper borracho de Pastor Heydra.

Llamaba la atención que a CAP le gustara rodearse de tránsfugas y casandras como Gumersindo Rodríguez, Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Pedro León Zapata, Manuel Caballero, Pastor Heydra, Américo Martín, Germán Lairet, Carlos Blanco...

He ahí el mar de miserables que nos manejaban, y pocos salieron a dar la cara para enfrentar a soberanas mierdas enfluxadas. Vainas.

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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