Chávez entró a la Asamblea Nacional regando miguitas de queso y la primera en picar fue María Machado

Chávez entró a la Asamblea Nacional, dispuesto no sólo a exponer su Memoria y Cuenta del año, hace poquito, sino, además, con un plan preconcebido: Regar miguitas de queso, para cazar.

¡Es que los animales son cazados por su instinto de comer!

Conjeturo que Chávez pensó así: “Voy a provocar a esos carajos para hacerlos entrar en confianza, le tiendo la mano a María Machado, a Sigatoka, a Manolito y a etc apátridas y luego les echo un cuento de cuando yo era pendejo, para provocarlos a ofenderme; luego, en el retruque, los vuelvo chicha”.

Y así fue. Chávez inició su oratoria al estilo de Cassius Clay, el poeta de los puños-que volaba como una mariposa y picaba como una avispa-haciéndose el pendejo, de entrada, atizando la pusilanimidad del enemigo.

Chávez ha debido tener cuadrada una estrategia con Diosdado para que una vez que éste le picara el ojo, Chávez empezara a tirarle piropos a la audiencia escuálida y provocarlos a despepitarse.

Así, Diosdado, que los conoce por el semblante, así como cuando uno pone una arepa en el fogón y le da vueltas y golpecitos para notarle el punto, Diosdado le picó el ojo a Chávez y este, a velocidad del relámpago, empezó a desarrollar su plan para provocar.

(No me vas a provocar / no me vas a provocar…/ ¡La espoleta!...)

He ahí entonces que la María Machado picó el peine y se le fueron los frenos ofendiendo no a Chávez sino a la Majestad Presidencial.

Ese no era el escenario para decir lo que ella dijo; a Chávez ella pudo tratar de ofenderlo con tales burradas pero, no ahí. De entonces, el descrédito, hasta de su propia gente para con ella, no se hizo esperar y eso la puso tan loca que ahora anda montada en un caballo, tal como Salas Röemer otrora en frijolito, penco que, por cierto, se cagó en las calles de Caracas.
¡Hoy, apenas en su locura, sólo le falta imitar a Teodora de Bizancio!

¿Y, qué será de la vida de frijolito?

En resumen, Chávez provocó a los apátridas para que loquearan y luego les espetó una digna lección de civismo que caló a diestra y siniestra.

oceanoatlanticoguillermo@gmail.com



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Guillermo Guzmán


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