La inseguridad es el tumor mejor engendrado por la alta burguesia

(ENSARTAOS.COM.VE) Mientras se lucha contra la desigualdad social vamos padeciendo los estragos que aún quedan del perverso capitalismo. Se mata en las calles por el problema de la droga, del licor, del dinero mal habido, del horror de la miseria. De estas plagas se pasa a las bóvedas del crimen más horrendo que son las cárceles.

En 1995 había millón y medio de personas en las cárceles de EE UU, la mayor población carcelaria per cápita de los países occidentales. La mayoría con delitos relacionados con la droga, una tercera parte por consumo de marihuana. Además “la guerra contra la droga” se ha centrado sobre todo en las poblaciones negra e hispana. La droga preferida en los guetos es el crack de cocaína, cuyo consumo recibe enormes penas de prisión. Por la cocaína, preferida en zonas residenciales de blancos las penas son menores (de cien a uno).  Nos recuerda Noam Chomsky que esta es una técnica de control de la población, que nosotros no hemos podido resolver en esta revolución.

Las cárceles son un gran negocio para la burguesía porque allí se va triturando lentamente al pueblo, mientras los ricos viven en sus islas de ricas mansiones protegidas con alambradas eléctricas.

Pero donde mejor se incuban esos monstruosos campos de concentración, creados por las grandes desigualdades sociales, es a través de los valores del consumo más vil, de la distinción más degenerada y desquiciante.

Hay seres que desde que nace se le dice: “tú naciste para ser una mierda”, “para ser un animal”, “para ser ladrón o criminal”, “para vivir en antros y guetos y no tienes otro destino”.

¿Qué clase de monstruos son los que conforman nuestra oligarquía?

Ahora es esta oligarquía la que pretende culpar al Presidente Chávez de la inseguridad en Venezuela, que debo decir antes era mil veces peor.

Hace años, al principio de los 70, leí un artículo de la ultra-sionista Sofía Imber que hablaba claramente de esos valores del capital que crean el ambiente para que se desaten los demonios del crimen y del robo. Hablaba cómo la burguesía criolla enviaba a sus hijos al exterior a prepararse Y aquellos muchachos se iban a esquiar a Sanit Moritz, a practicar la pesca submarina en Tahití, a conocer el Gracy Horse Saloon en París y el Morocco de Nueva York; a hacer el bachillerato en la academia Phillips, para luego ver si entraban a harbard.

Pues bien, toda esta generación de jóvenes de la década de los 70 no trajo nada bueno para el país pese a que conocían varios idiomas y tenían eso que se llama una “exquisita formación profesional”. A los 11 años estos chamos ya tenían una moto, a los 15 un automóvil, y si les daban un “Jaguar” se sentían insatisfechos porque lo que deseaban era un Ferrari.

Del Ferrari se desesperaban por tener una avioneta y después un jet. Y mucha gente de la burguesía venezolana logró darles estos inmensos lujos a sus hijos, mientras el 90% del país se pudría en las mazmorras de la más degenerada pobreza.

He allí la raíz y el germen de toda la inseguridad que Venezuela siempre ha sufrido.

Con Juan Vicente Gómez seguramente había seguridad en Venezuela, pero a costa de que el que caía en las cárceles se pudría en ellas; a costa de que la salud no existía para el pueblo como tampoco educación.

En cambio con Gómez los ricos vivían felices y seguros porque el déspota los protegía. Lo mismo pasaba en la tiranía de Chapita Trujillo en la República Dominicana.

Hoy la burguesía sería feliz si toda la policía y todo el Estado existiesen única y exclusivamente para protegerle, para servirle, para complacerle.

De la suprema esencia de esa oposición cuyos valores están anidados sobre personajes de la alta burguesía venezolana surgieron los patoteros del Este, especímenes como aquel Caramelito Branger que junto con otros jóvenes ricos de la oligarquía acabó implicado en el espantoso asesinato de un niño. El hijo del dueño de “Panque Once Once” que mató a una joven al salir de una discoteca e hirió a otras personas y nunca fue a la cárcel porque las cárcdeles en Venezuela son para los muertos de hambre, para los negros y los indios. Los hijos de papi que mataron en El Cafetal al profesor Alí Lameda se rieron de la enjuta Justicia de nuestro país. Los terroristas banqueros que junto con Thor Halvorsser (ex-presidente de la empresa telefónica CANTV y agente de la CIA según Carlos Andrés Pérez), Walter del Nogal (casado con la hija del reconocido banquero Salvador Salvatierra) y Helmeyer estuvieron implicados en la colocación de un coche-bomba con un carro de Alfredo Zing Reverón y que lo hicieron estallar en el Centro Comercial Tamanaco, todavía vive jodiendo de lo lindo.

 ¿Cuántos crímenes y aberraciones han quedado impunes hechos por hijos de papá en el Este, y porque en Venezuela al estilo de la justicia que se imparte en los países neoliberales ésta se mide por el bufete que asume la defensa de los asesinos y de los ladrones, es decir por el billete?

Por eso, señores de la oposición, la justicia en este país no funciona, no por culpa de Chávez sino de ustedes que la han mantenido prostituida para que les favorezca. Y por culpa de ustedes sufrimos esa monstruosa inseguridad en el país. Ustedes son las mismas gentes que se han creído siempre superior y que se estuvieron concentradas en la Plaza Altamira usando el lema “Ni un paso atrás”; el lema de las madres de la Plaza de Mayo las que sí  perdieron a sus hijos, asesinados por gorilas argentinos como Videla, mientras que las emperifolladas matronas de la Plaza Francia lo que pedían desde allí era que el Estado les siguiera protegiendo sus privilegios para que sus hijos siguieran viviendo como reyes, vacacionando en Miami.

Una clase social que no preparó a sus hijos para el saber, para amar a la patria, sino para llenarse de valores extraños: aficionarse por carros deportivos de lujo, barbies, hoteles o resorts cinco estrellas; lanchas, armas de alta de potencia y adorar con locura los símbolos fatuos de Hollywood y Disneylandia.

Por eso a esta gente le parece un delirio de agudeza y candor las abominables poses racistas del Leopoldo Castillo, el Orlando Urdaneta, Napoleón Bravo, Marta Colomina y la Nitu Pérez Osuna, todos mayameros de siete suelas.

Son los que realmente se imaginan que mejoraran la raza mezclándose con una catira esquelética, larga, de blonde hear, que haya hecho cursos de pasarelas…

Han sido ellos lo que han ensangrentado a este país con sus modelos de mierda, con sus agallas feroces y sus colmillos desbordados y filosos. Ellos, sólo ellos, únicamente ellos…

jsantroz@gmail.com



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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