Del “México lindo y querido” al México de gobiernos asesinos

1. Hubo un México en los años 50 y 60 –a pesar de las represiones contra estudiantes, maestros, ferrocarrileros, médicos-  que destacaba mucho en América Latina por su crecimiento milagroso y sus discursos revolucionarios y antimperialistas. (México fue el único país que no rompió relaciones con Cuba en 1961). El Estado dominaba políticamente a los empresarios privados y mantenía cierta independencia, de relación y competencia, hacia los EEUU. Se respetaba a Brasil, México y Argentina, se decía que eran los hermanos mayores de Latinoamérica. Pero a partir de 1982, con la implantación del Neoliberalismo privatizador y el total sometimiento de México hacia EEUU, al FMI y al BM, nuestra nación reafirmó su carácter de patio trasero o de basurero de los EEUU.

2. Por ello, sin importar la ONU y organismos internacionales de derechos humanos, el Senado de la República aprobó ayer modificaciones en materia de justicia militar que llevan a un estado de excepción, al permitir que autoridades judiciales castrenses realicen labores de inteligencia, puedan catear domicilios particulares y oficinas gubernamentales, intervenir comunicaciones y obligar a civiles, entre ellos niños e indígenas, a comparecer. Las autoridades judiciales militares podrán intervenir audios, videos, mensajes, archivos electrónicos y todo aquello que contenga información del particular, dijeron los legisladores Padierna, Encinas, Ríos Piter, Demédicis y Bartlett.

3. No sé cuál será la respuesta del pueblo frente a la miseria, la represión y los asesinatos. Quizá la mayoría, enajenada en la televisión, el futbol o la virgencita, sólo vea que no le alcanza el dinero y tenga que trabajar más; otras están convencidas que  “dios proveerá”; muchos pensarán en irse de “braceros” a EEUU o Canadá; algunos se dedicarán a “atracar” lo poco que puedan u organizar “autodefensas”. La gente, las familias, los niños tienen que vivir de algo y los responsables de la familia tienen que sacrificar sus vidas. Yo, como cualquier pinche pequeño burgués clase mediero pensionado, puedo condenar los asaltos y robos, pero sería profundamente ignorante si no entiendo que ante el hambre y la desesperación, se vale todo, todo.



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Pedro Echeverría


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