El lenguaje virtual y real del socialismo de derecha

Pulula por las redes sociales en Venezuela, una tendencia ideológica que cual sabueso policial, se dedica a escudriñar en los confines del mundo capitalista lo peor de sus inmundicias. Considerando que la fuente de la que emana la citada tendencia, se circunscribe a enaltecer la propaganda oficial replicando sin cesar su discurso, puede concluirse que la razón que da vida a semejante accionar ideológico, no es otra que la de posicionar la idea de que las miserias, ambiciones y demás hechos despreciables provocadas por los detentores del poder en los confines del capitalismo, son ajenos a nuestra realidad, o que en todo caso, superan con creces las calamidades de nuestro territorio. Es probable que así sea, pero, ¿permiten estas comparaciones tributar perfectibilidad a nuestra realidad, tal y como ha de esperarse de un proceso que promete la máxima felicidad posible?

Me he visto en la necesidad de escribir estas líneas porque tengo el presentimiento de que se trata de una estrategia propagandística, que poco o ningún interés tiene en colocarse del lado de los pueblos que sufren tales exclusiones.

La gramática de este discurso, está basada en la utilización del recurso maniqueo de los pares excluyentes, donde la realidad se define según dos polos contrapuestos con ausencia de matices intermedios. Desde el punto de vista de la política, la realidad es conceptuada conforme al horizonte dicotómico de una izquierda y una derecha, cuyo trasfondo moral supone el lado del bien para la izquierda y el lado perverso para la derecha. Por esa razón abundan hasta el cansancio, los paladines de la izquierda, es decir, los del lado del bien, aquellos que mediante un sencillo ejercicio de economía política, se transforman en revolucionarios con tan solo vestirse de rojo, cacarear cuatro frases marxistas-leninistas y adular a la clase política con aplausos y evocaciones constantes de sus hazañas políticas. Es por ello que en un abrir y cerrar de ojos, nuestro país está abarrotado de socialistas del siglo XXI. Socialistas que bien podemos denominar como la gran corriente derechista de la izquierda venezolana. En consecuencia, hay que liberarnos del maniqueísmo discursivo, espacialmente el de la clase política que nos gobierna y de sus prosélitos.

Son precisamente estos “socialistas” de derecha, los que en su afán por apologizar a la oligarquía política, apelan al uso de comparaciones soterradas con las que se pretende restar importancia a las injusticias expresadas en las más variadas formas de exclusión social en nuestro país. Es usual pues, para estos siervos del poder, traer ejemplos de otras latitudes donde las miserias humanas perecen trasgredir los límites del asombro. En este sentido, se escamotean las desigualdades que produce y reproduce el actual orden establecido, el mismo que da la espalda a lo que fuera desde el proceso constituyente, un proyecto revolucionario. El meta mensaje que se pretende, es el de la conformidad y la aceptación incondicional de la dominación, es el "no te quejes que la puedes pasar peor", por esta razón, tales siervos intentan desviar la atención, hacia otras referencias calamitosas, en las que el sufrimiento es moneda común de los excluidos.

Tendencia ideológica que travestida de izquierda, oculta la más reaccionaria de las derechas, pues encarna una postura política conservadora, que proscribe toda tentativa de transformación sustantiva, que amenace los privilegios de la nomenklatura criolla. Esta postura remeda la tesis conservadora del fin de la historia, pues, pretende convencernos de que hemos arribado al límite en el que la revolución, (llamada así por el discurso oficial) constituye la meta final de la historia, por lo tanto, nada hay que buscar más allá del presente, ya que para esta ideología, no hay mañana. Los mesías de la política han logrado la utopía y en consecuencia, solo resta agradecerles brindándoles toda la apología posible.
En suma, no hay nada de revolucionario, ni mucho menos de izquierda, en los aduladores del poder. Una postura que se pretenda decididamente de izquierda, se fundamenta en la crítica, o mejor aún, en la autocrítica.

Mal podemos emprender una embestida contra el neoliberalismo, imperialismo o cualquiera de sus variantes capitalistas, si no denunciamos las formas y maneras en las que reproducimos mediante nuestras prácticas cotidianas, la fórmula axiológica de aquello que criticamos, como por ejemplo, el individualismo posesivo, la intolerancia respecto de las diversidades ideológicas o culturales, la criminalización de la disidencia, o simplemente las formas perversas de privatización de lo público que, mediante la articulación de redes clientelares, la clase política alquila conciencias y voluntades. Clase que por cierto, posee gran habilidad para denunciar y ponerse de lado de los débiles ante la gran pantalla, pero a la vez y disimuladamente, se revuelca como cerdo, en los pantanosos placeres del capitalismo, todos los cuales, son logrados mediante redes de corrupción y clientelismo, fuentes inagotables de exclusión social, y demás expresiones de injusticia.

No estoy diciendo que no nos pronunciemos y rechacemos cualquier manifestación de injusticia en el mundo, estoy cuestionando una corriente que lo hace desde la perspectiva utilitaria e instrumental de la política, con el único propósito de encubrir las perpetradas por la clase política nativa. Es necesario alentar todas las manifestaciones de rechazo a las injusticias del mundo, no obstante, para que la denuncia sea coherente ética y políticamente, debemos comenzar desde aquellas que estallan ante nuestros ojos. De lo contrario, las iniquidades de nuestro entorno proliferarán hasta tocar a nuestra puerta, pero para entonces, ya será demasiado tarde.

Acompañemos las causas justas del universo, pero comencemos acompañando las inmediatas, y veremos decaer las injusticias de ultramar. No denunciemos solo la barbarie capitalista del lado contrario a nuestras fronteras, pues en la medida en que lo hagamos desde el lado interno de la nuestra, su efecto retumbará más allá de nuestro territorio. Por ejemplo, defendamos la causa justa de los niños palestinos asesinados por el individualismo posesivo del capital sionista y sus aliados, pero no olvidemos que centenares de nuestros niños, niñas y adolescentes, están siendo sometidos al sufrimiento físico, psíquico y moral, al ser trasladados en motocicletas y llevados al hospital o a la muerte. Sé revolucionario, defiende a tus niños de la indiferencia y complicidad de la “izquierda” y de la derecha, no los traslades en moto y oponte a que otros lo hagan. No hay argumento sobre esta tierra que justifique someterlos al riesgo del sufrimiento o la muerte.

Cuando nos enfrentemos cara a cara con el poder y develemos sus tramas de dominación, entonces comenzaremos a ser de izquierda y hasta revolucionarios, mientras tanto, simple y llanamente, no pasaremos de ser charlatanes de la política.

cmolinagra@hotmail.com


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