Martirio y negligencia en Terminal de La Bandera

El viernes 2 de diciembre fue una fecha memorable por lo que de difícil para el pueblo significaba tener que movilizarse en Caracas para hacer diligencias, dentro y fuera de su territorio, propias de un día, en apariencia común y corriente para la cotidianidad del venezolano. Pero lamentablemente no fue así de simple.

Caracas, con su Guaraira sombreado de belleza y nubes, testigo fiel de idas y venidas de los miles de transeúntes de la hermosa ciudad histórica y capital del país, acompaño las angustia de la gente que vio en esa fecha, truncado sus deseos de hacer compras hasta de la comida del día, a causa de el ataque al sistema electrónico bancario con incidencia en la operatividad de la plataforma bancaria de los telecajeros, cuyas dificultades impidieron realizar extracción legal de dinero también en las taquillas bancarias, todo un engranaje criminal suscitado este fatídico día del último mes del año.

Y por si fuera poco, cuando cientos de personas se dirigieron al Terminal de Pasajeros de La Bandera tuvieron que presenciar y sufrir como protagonistas de un espectáculo dantesco, fiel exponente de una sociedad donde los valores éticos, al parecer no se ha hecho lo suficiente para enaltecerlos como forma esencial de darle prioridad a la necesidad prioritariade dignificar la condición del ser humano: mientras niños, mujeres embarazadas y personas de la tercera edad, en fin gente de todas las edades, estaban sin probar alimentos en las calles caraqueñas, cuando llegan al terminal de la Bandera para tomar el bus hacia sus sitios de destino, tuvieron que hacer enormes colas por más de seis horas debido al retraso descarado e intencional de los transportes colectivos, mientras que a cada demora de un bus se acercaban sujetos inescrupulosos ofreciendo pasajes a más del doble del costo oficial del boleto; ejemplo patético de esta situación la vivimos en carne propia cuando tuvimos que hacer colas, de pié por más de cinco horas esperando un bus para Valencia, pues el costo oficial de 700 bolívares lo cobraban los bachaqueros del terminal a dos mil, dos mil quinientos y hasta tres bolívares, sin que, muy lamentablemente, ninguna autoridad de este lugar se hiciera eco de esta situación. Mientras tanto varios agentes de la policía Bolivariana se entretenían en la bajada del terminal revisando los bolsos a los hijos de familia que bajaban de los andenes.

Ya cuando eran más de las ocho de la noche, varios de los que estábamos en la cola hablamos con un uniformado de la Guardia sobre este desastre en La Banderal, a los minutos, por fin, apareció un bus que cargó con los que estábamos más próximos en la cola. Cuando el colector cobró el pasaje, advirtió que pagáramos completo, incluso los de tercera edad, porque "no nos imaginábamos –dijo el colector- cuanto habían tenido que dar a la guardia" para poder accesar al bus.

Nosotros que no viajamos muy seguido a Caracas nos preguntamos: ¿Cómo se resiste en plena capital del país una pérdida de valores tal que se atente contra la dignidad de nuestros congéneres con la ausencia cínica e insolente de los funcionarios que le compete la solución con la urgencia que amerita tal situación?

igquintaalternativa124@gmail.com



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