(En respuesta al Prof. Héctor Aguilar, en parte)

La Misión Ciencia está en la Calle en manos de los Comités de Saberes de los Consejos Comunales: la experiencia de Mérida

¿Qué es una Misión? Esta es una pregunta que pocas veces hacemos y que, por ello, trae muchas, pero muchas, confusiones. Los ejemplos prototípicos de lo que debe ser una misión son dos: Misión Robinson I y Misión Barrio Adentro I, las originarias de todo este movimiento misionero. Sus características fundamentales son también dos: objetivos claros y estructura para estatal. A mi parecer, todo aquello que no cumple con estas características no es, en verdad, una misión.

Del otro lado nos encontramos al estado burocrático. El estado no tiene otro objetivo claro que no sea el sostenimiento de sí mismo. El fin del estado es mantenerse y multiplicarse a sí mismo. Toda organización burocrática siempre procurará principalmente sus objetivos propiamente burocráticos y sólo en un tercer o cuarto lugar procurará atender los fines medio difusos que la sociedad le demanda. Por ejemplo, si un funcionario público tiene una cita con una comunidad, pero su jefe inmediato le exige otra actividad, el funcionario diligentemente suspenderá la reunión con la comunidad; si una organización tiene recursos limitados y ellos sólo alcanzan o bien para pagar los salarios o bien para llevar a cabo los proyectos que la sociedad le reclama, los funcionarios de la burocracia cubrirán, sin siquiera dudarlo, los gastos relativos a los sueldos y salarios. Siempre, en todo momento, la burocracia pondrá por delante, la burocracia.

Las misiones originarias, repito Barrio Adentro y Robinson, escaparon de esta lógica. Sus fines estaban claros: alfabetizar a la población y brindar medicina familiar. Su burocracia, mínima. Su motivación, máxima. Su espíritu, revolucionario. Sin embargo, la estructura burocrática del estado se cree necesaria (no estoy seguro que así sea) para la distribución de los recursos. Por ello, la estructura para estatal necesitaba de la burocracia. Pronto, empezaron a surgir misiones II, III, y hasta IV las cuales ya no eran para estatales sino que ocurrían dentro del marco burocrático. Cuando la misión ocurre dentro del marco burocrático se da una transformación. La misión ya no es una misión sino una sobremarcha. Me refiero con “sobremarcha” a aquella fallida política del presidente Chávez previa al 2002 que consistía en dirigir cantidades extraordinarias de recursos a la burocracia con el fin de lograr más metas. El resultado, debe ser por todos recordados, cientos de miles de millones de bolívares en cuentas bancarias inmovilizadas por una burocracia incapaz y sin motivación revolucionaria. Eso sí, los sueldos nunca dejaron de ser cobrados quincenalmente.

En toda misión encontraremos, o deberíamos encontrar, dos momentos: el momento misionero y el momento de soporte misionero por parte de la burocracia. Dicho con otras palabras, en toda misión encontraremos: la revolución y la sobremarcha.

Cuando en los profesores universitarios ocurren las palabras “Misión Ciencia” aparecen allí las famosas subvenciones S1, las famosas becas, los famosos pasajes para congresos en Boston y París. El objetivo, en el mejor de los casos, es el “paper”. Si un plan de ciencia y tecnología se estructura con base en una gran mayoría de profesores universitarios inevitablemente será un plan que responderá a la burocracia científica. La burocracia del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación buscará siempre sostenerse a sí misma y ello terminará, repito, en el mejor de los casos, en publicaciones en revistas arbitradas por los mismos profesores que publican en ella. La burocracia se evalúa a sí misma.

Pero la Misión Ciencia no es eso. La Misión Ciencia tiene sus dos momentos: el de la revolución y el de la sobremarcha. Los momentos revolucionarios son varios hablaré de uno de ellos: los comités de saberes que ocurren en los Consejos Comunales. Los Comités de Saberes son instancias de promoción del conocimiento, tanto en su cariz popular como también en el científico tecnológico, en las que se exploran diversos caminos en los que el conocimiento puede promover el desarrollo endógeno de la comunidad. De allí pueden surgir diversos tipos de proyectos de acuerdo a las necesidades que detecten las comunidades y que ameriten de un uso más o menos intensivo del conocimiento.

Citaré algunos ejemplos del Estado Mérida. Hace poco, comunidades de la parroquia Arias del Municipio Libertador presentaron proyectos turísticos para rescatar los antiguos caminos de recuas de la Sierra Nevada. Se trata de un turismo en el que se conoce la flora, la fauna y las historias de los caminos, lo que hacían, transportaban y comercializaban los abuelos. En el proyecto hay promoción de artesanía, de terapias alternativas y de plantas medicinales todos presentados por los mismos habitantes. De acuerdo a tales proyectos los habitantes solicitan asesoramiento de profesores y es allí donde entran en juego las universidades. No antes. Aquí el profesor universitario es un servidor público y la comunidad juega su papel protagónico de líder. Poco a poco nos alejamos de la comunidad como objeto de estudio y ella pasa a ser sujeto de desarrollo. Hace poco presencié un caso bien interesante en el Municipio Sucre en el que unos antropólogos fueron a enseñarle a una comunidades indígenas lo que debían hacer para lograr su reconocimiento jurídico. A los diez minutos se paró un cacique, interrumpió la clase magistral y luego los indígenas tomaron el control de la reunión y los profesores pasaron a tomar un papel de servidores (su papel de “investigador” no es que se pierde, pero toma un papel secundario ante la comunidad en función del de “servidor”). Hasta hace poco los cursos de introducción a la computación eran dictados únicamente en horario matutino y vespertino los días laborales de la semana. Gracias a la presión de las comunidades se consiguieron cursos comunitarios de fin de semana. Tanto los infocentros como las Casas de Ciencias habían venido siendo instaladas principalmente en espacios propios de la burocracia, las comunidades están solicitando su instalación en los espacios comunitarios. Esperamos que los nuevos Infocentros y las nuevas Casas de Ciencias sean espacios propiamente comunitarios (ya se han girado las solicitudes, nos queda esperar la respuesta del momento de la sobremarcha). Por allí tenemos un comité de saberes montando un lombricultivo en el Municipio Miranda, y otro montando un sistema de alerta temprana por su proximidad al río Albarregas, entre otros.

Cuando pensemos en la Misión Ciencia, debemos situarnos en ese espacio misionero propiamente revolucionario en el que la comunidad se apropia del conocimiento de acuerdo a sus problemáticas. Si situamos a la Misión Ciencia en el marco de la burocracia científica nos mantendremos en la búsqueda por sostener a la misma burocracia engendrada en el puntofijismo. La misión de la Misión Ciencia está allí en los Comités de Saberes de los Consejos Comunales sembrando la revolución socialista en la apropiación del conocimiento.

jcontreras@misionciencia.gob.ve


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