A la memoria de Celia Hart, combatiente inclaudicable

Los medios: verdaderas armas de destrucción masiva (II)

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Como bien lo indica el título de esta nota, procuramos mostrar aquí algunas de las grandes patrañas de los medios, elaboradas para confundir al receptor y prepararlo para aceptar pasivamente los fines que la política hegemónica del imperio y sus secuaces, pretendan desarrollar. Dejarlo inerme, incapaz de comprender qué sucede en el mundo y el porqué, es la intención de su labor difusiva y lo realizan bien, pues cuando se escucha opinar a quienes con ellos se informan, comprendemos por el desconocimiento que se exhibe en el caso que se comente, la nocividad de la comunicación vigente.

La derrota imperial en Georgia ha volcado el influjo mediático inmisericorde contra Rusia para beneficio de otras naciones por ellos agredidas. Quienes auspiciaron la acometida georgiana contra Osetia del Sur fueron sorprendidos por la rapidez y la contundencia de la respuesta rusa. Ahora están en un callejón sin salida, pues lo único que les podría quedar es el ejercicio de la violencia para hacer retroceder a Rusia. La firmeza y coherencia de sus diplomáticos en todos los ámbitos en que se desenvuelven cuando hacen referencia a la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia muestran claramente que las decisiones que han tomado los rusos son irreversibles.

A los gritos y amenazas a futuro de las plañideras estadounidenses, los rusos les contestan con mofa y escarnio. Esa nación cobarde, que lo ha demostrado innúmeras veces atacando países incapacitados por tamaño y poder para defenderse, hoy no sabe que hacer ante una nación fuerte y decidida y emerge en toda su magnitud, su cobardía. Eso les obliga para no hacerlo todavía más evidente, a mudar su acción hacia otra región. Quedará atrás Georgia y volverá Irán a la palestra como objetivo del derrotado.

De atenernos a lo que los mendaces medios nos decían, era ya inminente el ataque que desencadenarían EEUU e Israel sobre Irán pues, según afirmaban aquellos, esa nación no cejaba en su intento de construir bombas nucleares. Le atribuían a Irán, así nomás, sin presentar ningún tipo de prueba que lo evidencie, la elaboración de armamento nuclear, agregando que ese país no escucha el reclamo de distintas naciones que le conminan por el cese de esa conducta que es un peligro para la estabilidad del mundo. Pero ¿es verdad lo que se manifestaba? ¿Está violando el ordenamiento legal internacional Irán, al buscar obtener energía atómica para uso no bélico?

Todo país firmante del Tratado de no Proliferación Nuclear, puede trabajar con fines estrictamente pacíficos, el uranio o todo aquel otro elemento que considere útil para obtener energía, si lo estima pertinente. Pero, está obligado a seguir las pautas que el Tratado establece. Tiene que detallar minuciosamente como será que hará para conseguirla. Queda obligada toda nación que incursione en ese tipo de trajín, a suministrar toda la información que le soliciten, y debe de aceptar también, tantas inspecciones como las que quiera ejecutar el organismo fiscalizador. Toda actividad desarrollada sin previa notificación al órgano rector, se considera ilegal. Toda advertencia que se le haga debe ser atendida.


De cumplirse con todas las exigencias requeridas para la transformación, cualquier aumento del enriquecimiento del uranio resultaría imposible de ocultar. El programa nuclear iraní es uno de los más examinados del mundo. Desde el año 2003 las fiscalizaciones a sus instalaciones superan las 3.500 horas. No se conoce otra nación sometida a tan intenso escrutinio como Irán. Como se deduce por la cantidad de horas, no han sido revisiones superficiales las que se han realizado, sino meticulosas y exhaustivas que no han dejado nada por inspeccionar.

Sabe el lector que la comisión científica de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), no anuncia su llegada a ningún país y que no existe zona vedada a su investigación; que son ellos los que indican qué lugar quieren examinar, lo que hace muy difícil y complejo escamotearles ese tipo de actividad. Son profesionales de muy alta calificación que manejan además, el instrumental más moderno existente en el mundo, lo que imposibilita cualquier tramoya de ocultamiento que se les pretenda hacer.

Todas las usinas donde se realizan las transformaciones en Irán son establecimientos abiertos a la OIEA que los conoce todos. No existe en ese país ni una sola planta que se les haya querido ocultar. Va más allá la actividad del organismo. Han colocado cámaras que graban todo el trabajo que en ellas se realiza en ausencia de los inspectores, por lo cual se puede afirmar que no existe actividad desarrollada en cualquiera de ellas, que no puedan ser conocidas por los fiscales.

Para transformar en elemento útil para la elaboración bélica al uranio, este debe de transformarse en U-235 en un 90 por ciento. La manipulación iraní no ha superado la marca de 4.7 por ciento, como se ve muy lejos de la que le permitiría la transformación bélica. El aumento del grado de enriquecimiento hasta un punto que permita esa actividad, sería detectado por la OIEA. Esto nadie lo niega. Todos saben que es imposible un salto de esa naturaleza en el enriquecimiento sin evidenciarlo.

Este punto de muy alta complejidad, que los medios no disquisicionan para que sean comprendidos, nos muestra hasta dónde son capaces de llegar en su perversidad. Dan por descontado que quienes les leemos somos un hatajo de idiotas, y a decir verdad, en parte lo somos pues casi damos por bueno todo lo que nos manifiestan cuando deberíamos por lo que nos muestran diariamente, cuestionarlos constantemente.

Los medios si fueran objetivos y se guiaran por principios éticos, enfatizarían que la OIEA ha declarado hasta el cansancio que no ha encontrado en ninguna de esas tantas requisas que ha realizado en el país persa, visos que le permitan sospechar un uso distinto al declarado en la manipulación nuclear que efectúa. Señalarían también, si su conducta fuera decente, que la presión de EEUU al organismo fiscalizador ha sido exageradamente abusiva al sugerirle declaraciones manipuladas para acusar a Irán de procedimientos que ese país no realiza.

Esa actitud de recurrir a la falacia para poder ejecutar sus planes, a nadie puede sorprender pues la mentira ha sido una práctica común de los distintos gobiernos que ha tenido esa nación. Mintieron, para arrebatarle la mitad de su territorio a México; hicieron lo mismo para invadir Cuba, Filipinas y Puerto Rico en el siglo XIX. El mundo en todo el siglo anterior también conoció de sus tropelías.

Es tan criminal esa nación dominada por gente abyecta, que no vaciló ni siquiera un segundo para lanzarle en un viejo agosto, dos bombas atómicas a un país ya desolado y vencido, que por las propias palabras de sus jefes militares, no tenían ya blancos que destruir. Ya se estaba negociando la paz. Diplomáticos acreditados de la época señalan que era un hecho la rendición. La única condición que reclamaba el vencido, era un tratamiento digno para su Emperador, que como bien se sabe es una institución muy venerada en Japón.

Los tartufos gobernantes responsables de tan aberrado crimen, se solazaron por el “éxito” de su nueva “arma”, que serviría para amenazar a la URSS, potencia emergente que le comenzaba a hacer sombra. Pero, hipócritas y bandidos como son, trataron hasta hoy de mantener ajeno al conocimiento de su población, el horrendo daño que causaron. Su prensa jamás mostró sus consecuencias y menos se permitió escribir sobre ello.

El general (r) español Alberto Piris acaba de regalarnos, como siempre hace, un muy enjundioso trabajo, del cual transcribiremos una parte de su tercer párrafo y la totalidad del cuarto que nos muestra como se maneja la potencia declinante: “Nada más lanzadas las bombas, la versión oficial del Gobierno de EEUU sobre lo ocurrido la publicaba el New York Times: "No existe radioactividad en las ruinas de Hiroshima". Una mentira de tal calibre tarda poco en ser descubierta; el Daily Express británico envió a Hiroshima un reportero que empezó a informar sobre la existencia de personas hospitalizadas, sin heridas visibles, y que morían de lo que él llamó "la peste atómica". En consecuencia, las autoridades militares de ocupación le retiraron la acreditación, fue expulsado de Japón y sufrió una intensa campaña de desprestigio de la que tardó años en recuperarse”.

“Ante el horror desencadenado, que no se pudo ocultar al mundo, pronto hubo que organizar una campaña para justificar la brutal agresión, argumentando que había ahorrado vidas humanas y acortado la guerra en el Pacífico. La endeblez del argumento fue quedando de manifiesto al paso del tiempo. Un documento oficial de EEUU, fechado en 1946 y conocido después, demostraba que Japón se hubiera rendido sin condiciones ante la aplastante supremacía aérea de EEUU "sin necesidad de lanzar bombas atómicas, sin que la URSS hubiera entrado en la guerra y sin que se hubiera planeado su invasión".

Es una larga historia la de ese país que no conoce Continente donde no haya agredido, dejado muerte, destrucción y dolor, con una violencia que se inicia cuando lo que hoy es EEUU era colonia, matando a los aborígenes que ahí habitaban. Esta cruel y triste historia dibuja también soezmente, la complicidad permanente de la prensa del Imperio en la trama por malvada y despiadada que fuera, sin topes morales de ninguna naturaleza.

roosbar@cantv.net


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Roosevelt Barboza


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