Los mercenarios Juan Jesús Aznárez y Hernán Lugo Galicia recibirán el “Príncipe de Asturias” por sus sainetes contra Chávez

Juan Jesús Aznárez, como diría Francisco Umbral, es de las más “bellas” putas de la plantilla del Grupo PRISA. Tuerto de cuerpo y alma van tongoneándose (es decir puteando) por América Latina, haciendo pasarela y reportajes, principalmente contra Chávez y Fidel Castro. La tía sabe hurgar donde más le hiede. Le pagan bien a la “bella” meretriz de PRISA porque conoce todos los artilugios de las alcobas mediáticas. No tienen límites sus cuentos para ir en cuatro manos estructurando lo que le pidan sus dueños. Va y putea contra Fidel y su hermano Raúl, y venga le dan de coña una medalla. Luego le hace una panegírico rico y floripondioso a la novela “La fiesta del Chivo” de Mario Vargas Llosa y le entregan otro nabo para que se divierta. Él sabe que la oposición venezolana le hizo a esta novela una propaganda del carajo tratando de desprestigiar a Chávez, por lo que él escribe: “Histrión y narcisista, el sátrapa antillano Rafael Leónidas Trujillo salió del baño exhibiéndose desnudo ante una corte de aduladores y alcahuetes que al verle en pelotas prorrumpieron en aclamaciones admirativas: "¡Qué cuerpo! ¡Qué formas! ¡Qué musculatura! ¡Así se explica que las mujeres no resistan al jefe! ¡Qué blancura de piel!". "¡Mentira, que es mulatón!", escribió medio siglo atrás un gallego envilecido, José Almoina, que fue secretario particular del déspota y acabó siendo asesinado por sus pistoleros el 4 de mayo de 1960. "El jefe es un gallo. Estuvo con dos mujeres toda la noche y las dejó agotadas", proclamaba voz en alto la camarilla más babosa del Primer Semental del País”. Pero no tiene los nísperos para criticarle a don Mario por evitar decir que fue Estados Unidos quien se encargó de mantener y sostener en el poder a míster Chapita. Que fue Estados Unidos el que graduó con honores en la Escuela de Las Américas a su hijo Ramfis. No, eso no es conveniente, hay que contonearse, con mucho tiento y colocarse en cuatro manos.

Pero ya Aznárez había comparado a Hugo Chávez con Idi Amin y con Mussolini, y se cuidó mucho de no dar explicaciones, de no presentar pruebas. Una picarona no está para esas cosas. Cuántas putas como el Aznárez llenan las plantillas del mundo, principalmente el diario El Nacional y Globovisión en Venezuela.

Aznárez (el Aznar de los Azares) dice cosas como estas: “España, por razones históricas y de toda índole, constituye el objetivo más importante de Cuba después de Estados Unidos… La revolución cubana, habituada a la movilización internacional de simpatizantes, cuenta en las administraciones locales españolas y en otros espacios con una red de grupos afines: "Tienen gente por todos los sitios”, “Y las organizaciones anticastristas de aquí están más penetradas que las de Miami. Algunos parece que son tenientes coroneles”, les asegura una Fuente de Asuntos Exteriores.”
Se vive quejando Aznárez, que el Presidente Chávez haya cometido el “error” de polarizar Venezuela. ¡Con qué de aznares (burrales), coño, se cuentan hoy en esa España púrpura, sanguinolenta y derechona! Chávez, rebuzna él “ha encarecido los precios del crudo en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Chávez necesitaba efectivo para financiar su revolución, y adentrarse en el sueño bolivariano de la integración latinoamericana.” Ay, Aznárez, pronto recibirás otro nabo.
Asegura Aznárez que Chávez “controla además todos los poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. No tiene intención de compartirlos.” Ahora hace otro reportaje para amenizar la marcha de mañana contra la rebelión del 4-F que protagonizarán los burguesitos uribistas, gachupines y bushistas del mundo. El titula su reportaje “como La trastienda del golpe de Venezuela- Cuando Fidel pidió ayuda a Aznar”
Aznárez se documenta en las declaraciones del obispo Porras quien revela datos sobre la hora más crítica del presidente venezolano

El habla de que el 11-A “una iracunda pueblada” le devolvió el mando a Hugo Chávez quien “permanecía atrincherado en el palacio de Miraflores de Caracas, sede del Gobierno venezolano. Era un hombre profundamente abatido, dispuesto al suicidio, convencido de que el golpe cívico castrense del 11 de abril del año 2002 contra su presidencia había triunfado. "¡No te inmoles!", le pidió Fidel Castro, telefónicamente, la madrugada del día 12. Alarmado por el derrumbe emocional de su amigo y aliado, el líder cubano pidió ayuda al presidente José María Aznar (1996-2004) para salvar su vida y concederle asilo en España, según afirma en sus memorias sobre aquella crisis el obispo Baltasar Porras, ex presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV).”. El Aznárez se ha animado a analizar este tema por los comentarios que recibió el periodista del diario El Nacional Hernán Lugo Galicia cuando publicó un reportaje referente a la ira de Chávez al conocer los resultados del referendo del 2-D. Pero Aznárez quiere superar a la puta de Hernán Lugo Galicia, escribe su sainete: “Los cubanos temieron que Chávez llegara a suicidarse "¡No dimitas! ¡No renuncies!", le pidió Fidel Castro desde La Habana Chávez se negó a firmar su renuncia porque la situación había cambiado "Si no nos lo devuelven esto se va a poner feo", advirtió un soldado. "Nos enteramos que, vía la Embajada de España, hubo un pedimento del propio Fidel Castro al jefe del Gobierno español, don José María Aznar, para que se le recibiera en la Península, pues el mandatario cubano manifestaba no querer recibirlo en la isla caribeña", escribe Porras, cuyo acompañamiento personal pidió Chávez antes de entregarse a los generales que acabaron derrocándole tras una jornada de cruentas confrontaciones civiles en la capital. Para entonces, la oposición y la Iglesia católica estaban hartas del ex teniente coronel de paracaidistas. "La intransigencia, la descalificación, el insulto y la amenaza hacen imposible el diálogo", subrayaba la Exhortación Pastoral de enero de 2002.”

Entonces según Azanárez, aquel “asustadizo” Chávez le imploraba al valiente obispo Baltazar Porras que lo salvara: "Lo que yo quiero es salir del país, si se garantiza la vida de los que están conmigo. Le pido a usted que me acompañe hasta la escalerilla del avión o inclusive que me acompañe [al extranjero] si es el caso", le solicitó a Baltasar Porras. El presidente de la Conferencia Episcopal pidió permiso a la jefatura golpista para acudir a Miraflores. No lo obtuvo porque, según señala el prelado en sus memorias, temieron que fuera tomado como rehén.”

“Finalmente, el mismo día 12 Hugo Chávez se entregó a los generales opositores, que le presentaron a la firma un papel escrito con su renuncia. Baltasar Porras acudió a recibirle a Fuerte Tiuna, sede de la Comandancia General del Ejército. "Por el diálogo que mantenían los negociadores, era claro que la condición que había expresado el presidente era que firmaba la renuncia si se le trasladaba directamente a Maiquetía [aeropuerto internacional de Caracas] para salir del país", señala el obispo en sus memorias. "Le informaron al presidente que aquí estaba yo para garantizarle la vida, tal como había solicitado, pero que no podía poner condiciones".

“Porras notó en el semblante de Chávez las huellas del traumático episodio en curso: el cansancio, las expectativas, los estragos de la incertidumbre. "Era un hombre entregado a la suerte de sus captores". Cuando quedó a solas con el obispo y el secretario de la CEV, monseñor José Luis Azuaje, Chávez evocó su niñez, su juventud, la Escuela Militar, sus destinos castrenses, sus hijos. A veces se le quebraba el ánimo y asomaban las lágrimas, que el prisionero procuraba contener. La conversación fue larga, intensa, hasta la reaparición de los generales con una decisión: no se permitía su salida del país.”

“Hugo Chávez protestó, según el relato de Porras, testigo de aquel momento. Los generales habían cambiado las reglas de juego, de acuerdo con el mandatario, que se declaró desde entonces prisionero político. "Tendrán preso a un presidente electo popularmente. Pero no voy a discutir eso. Hagan conmigo lo que quieran", dijo. Todo se dispuso para trasladarlo, bajo custodia, a la isla La Orchila. De los últimos en despedirse fueron los dos obispos. Chávez estaba emocionalmente quebrado. "Le brotó una lágrima y nos dijo: 'Transmitan a todos los obispos que recen por mí y les pido perdón por no haber encontrado el mejor camino para un buen relacionamiento con la Iglesia. Denme su bendición". Sin más, subió a un vehículo y desapareció de la vista de los dos prelados. Eran las 6.30 del 12 de abril.”

Culo y culurín, este bello cuento ha terminado.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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