De cómo Venevisión y RCTV se repartieron el país

Claro, tener un medio de comunicación era mucho mejor que manejar un partido. A Gustavo Cisneros y a Marcel Granier poco les interesaba tener que controlar un movimiento de gente de tan disímiles intereses como un partido político; en cambio, el medio es el mensaje, y sin eso no hay pantalla, no hay propaganda, no hay en definitiva VIDA para el líder. Y decidieron manipular el mundo político como les viniera en gana. Hay que ver cómo antes cualquier pre-candidato desfilaba en cuatro manos por Venevisión para solicitar permiso a este canal, y poder proyectarse. Y si el canal decía: “tú no calificas”, pues a llorar al Valle, ni que se colgara del pecho a la Virgen de Coromoto las 24 horas (como hizo un muy conocido copeyano).

Y el mejor negocio era descubrirle las debilidades del que ellos apoyaran porque sin tapujos se le decía: “bueno, de estas cosas no hablaremos, pero tú sabes que eso tiene un precio”. Y se tranzaban. Fue así como por la defensa de CAP en el caso del Sierra Nevada y Cecilia Matos, a través del “Diario de Caracas”, dirigido por Diego Arria (controlado por Marcel), al país se le sacó más de tres mil millones de dólares. Fue así como RCTV disfrutó de los contratos del Hipódromo Nacional sin pagar un centavo; se aprovechó a más no poder de la propaganda de licores y cigarrillos, además de bloquear en el Congreso cuanta leyes les pudieran amenazar sus negocios, y metiéndose en los contratos (de dotaciones militares) más jugosos de la república. Y se le sacó a Lusinchi por el caso de Blanca Ibáñez unos dos mil millones de dólares.

Por su parte, ya a finales de 90, Gustavo Cisneros había dejado de apostar en los grandes negocios como la Coca Cola, para meterse en las guerras con inversiones energéticas de altura con los Bush en Irak. En vísperas del 11-A, había ido a por la Citgo.

Ya le fastidiaba tener que encargarse del “analfabeto de Sabaneta”, de esa asquerosa chusma y maldita lacra fidelista. Apareció en julio de 2003, en el Hotel Meliá, con una guayabera clara, en su estilo “camarera”. Iba escoltado por los ancianos prematuros del Marcel Granier y Federico Alberto Ravell. El magnate de los magnates, con su honorable pose de supremo ultrajado y ofendido, miró con desconfianza hacia los asistentes. En la desconfianza siempre estaba su fuerza.

“Desconfiad de todo y de todos y seréis libres”, le había aconsejado el viejo George Bush.

Con un vocabulario más pobre aún que el de Carlos Fernández, Gustavo se dejó arropar por los micrófonos y las cámaras. Sus cejas negras (anacaradas y recién pintadas) le resaltaban el nicho abrumado de sus oscuras ambiciones. Estaba allí como el Edwards chileno, como la Violeta Chamorro (cuando estuvo apoyada por Carter para sacar a los sandinistas), como Ramón Báez Figueroa (de la República Dominicana), como Ernestina Herrera de Noble (dueña y directora del diario argentino Clarín), como Jesús Polanco (del Grupo PRISA, español). Comenzó a divagar, y como pudo balbuceó: “Aquí tengo yo el 15% de mis inversiones en el mundo. Yo creo en mi país. Sigo creyendo en Venezuela”.

Cuanto dice el magnate Gustavo Cisneros cae bien a periodistas y a los empresarios lacayos. Hay que ver que encogidito se colocaba a su lado el Federico Alberto Ravell. Menos que una cucaracha. Qué de cosas hacían y siguen haciendo estas gentes para ser admitidos en el círculo del Capo Mayor. Nunca tienen claro hasta dónde deben rebajarse para poder girar dentro del global market.

Siguió hablando el Capo Global: “Hemos recibido apoyo de casi todos las organizaciones mediática del mundo”. Mencionó, claro, a la SIP, a la Sociedad Interamericana de Sapos. “La SIP apoya la libertad en Venezuela”. Repentinamente calló y todos los presentes sintieron que había dicho más de lo debido. Estaba perdiendo dinero, porque en verdad según su filosofía debía cobrar para hablar, él que era noticia de primer orden donde aparecía. E incluso él siempre ha sido más explicito por sus silencios que por sus palabras. A Federico Alberto Ravell le pasaron un papel donde debía declarar que no transcurría un solo día sin que se produjeran marchas, protestas y manifestaciones contra el gobierno.

Una declaración del todo sediciosa. En realidad son marchas, protestas y manifestaciones de Globovisión, Venevisión, Televen y RCTV. No existe tal clamor real. Ahora están empeñados en crear un gran peo para el 23 de enero. Es un estado de terror inducido por los medios con el sólo propósito de defender los intereses, ahora de Marcel, que son los intereses del imperio norteamericano, los que a la vez les dan vida a la degenerada clase oligarca, la que tiene al dios mercado cogido por las barbas.

Marcel Granier no consideró diplomático interferir a su colega Ravell con juicios que no hubiesen sido previamente ensayados.

Los periodistas no debían salirse de sus guiones. Estaban allí como erectas momias de la incomunicación. Una guerra de silencios. Hasta que se incorporó Cisneros y se produjo el pánico y se erizaron las meretrices libertarias de la oposición: “La participación hoy de la sociedad civil es garantía de que todos nos entenderemos en el marco de los principios de la Carta interamericana”. Brotaron más chanchullos porque se acabó la gasolina del debate y no hubo más nada que decir. Cuando se ha estado tan metido en un golpe de estado, hay que evitar enfrentar al pueblo. Giró en redondo Cisneros, echó hacia atrás unas sillas e instantáneamente todas las cámaras se apagaron. Ahora lo que se apagarán será los canales golpistas. Que así sea.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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