La señal comunitaria

Militamos como respiramos

(En texto de Sofía Castañón y Francis Pérez)

I

Una comunicación para la comunión

¿Cuál es el papel de los medios comunitarios? ¿Qué se le tiene que exigir a este tipo de medio? Estos medios están llamados actuar con los pies –y el corazón- puestos en la comunidad –barrio, esquina, calle, organización social-.

Es una definición simple, pero al mismo tiempo sustancial. No es el medio del partido, el Estado o la iglesia, con lo que nos tropezamos con frecuencia. No es el medio para la propaganda, el asistencialismo, ni la salida providencial.

Del libro Reinventar la comunicación", de mi autoría, anoto (pág. 125): "Si se habla de proponer la organización popular y colectiva se debe pensar en una comunicación en la que haya lugar para la crítica, la diferencia, el disenso; se tiene que pensar en una comunicación que abra las posibilidades de debate y diálogo; se tiene que militar en una comunicación en la que el otro es el otro, ‘un ser al que puedes acompañar en el aprendizaje, con el cual puedes vivir, compartir experiencias (…) el otro como tú y no como un instrumento para’ (Prieto Castillo, 1998: 181).

Pero esa comunicación no se puede agotar en el debate argumentativo y en la lógica del afán por convencer. El tema, el asunto o el reto, como nos gusta decir, está en la comunión y el encuentro que podamos generar. Insistimos mucho en la diferencia y dejamos de lado todo lo común que nos reúne; la historia pequeña que compartimos, la comida de nuestros gustos y las costumbres que somos; las canciones que están en el adn cultural o en el fondo musical de nuestra cotidianidad.

Comunicación comunitaria es aquella que construye comunidad, sentido de pertenencia y destino común. Lo otro es la reiteración de la comunicación tradicional que conocemos.

II

Todo este debate sobre una comunicación comunitaria y popular se inscribe en una orientación de construcción de poder popular o alternativo, y por tanto de creación de un tejido social solidario, que ensaye formas de convivencia distintas a lo ya conocido, es decir, la competencia inhumana, agresiva, infeliz, a la que hemos visto el rostro en estos últimos meses, trasmutada en "bachaqueo" y en esa suerte de sálvese quien pueda, con el que tropezamos por ahí.

Ese tejido social es el encuentro que generan las organizaciones sociales, llámense consejos comunales, comunas, grupos culturales o como cada quien pueda o quiera.

Son estas organizaciones necesarias, pequeñas y en permanente constitución las que nos permiten reconocernos y juntarnos para construir los proyectos que hacen falta en la comunidad.

III

La mesa tiene tres patas. El Estado, el mercado y la organización social o popular.

La metáfora convertida en consigna de "vamos a tomar el cielo por asalto" no se limita a ejercer influencia en el Estado o a dirigir el Estado, como ha ocurrido en los tiempos de la revolución bolivariana. Faltan otros ingredientes claves. La organización popular, por ejemplo. Solo cuando alguien se organiza adquiere sentido de pertenecer a lo común y colectivo, tiene cultura colectiva, y se convierte en un ciudadano organizado y no simplemente en un consumidor de lo que el capitalismo le ofrece.

Si hacemos una traducción mediática de esta mesa nos conseguimos con los medios públicos o estatales, los medios comerciales y mercantiles, y los medios comunitarios.

Los medios estatales vienen de la orfandad. De ser casi inexistentes o declaradamente obsolescentes, en equipos y programas; ganaron terreno desde 1998 cuando surgieron los gobiernos populares en Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador. Ahora están sometidos a los vaivenes que genera la restauración conservadora, ya consumada en Argentina con el triunfo del neoliberal Mauricio Macri.

En esta última etapa, un dato presente ha sido la resistencia de los grandes conglomerados mediáticos a revisar las condiciones en las que ejercen el dominio del mercado comunicacional. Se han opuesto a las leyes aprobados y se han convertido en los epicentros de vastas campañas contrarrevolucionarias. Allí está O Globo contra Dilma Roussef, Clarín, la Nación y todo lo demás contra el peronismo de izquierda en Argentina. Y Así sucesivamente, siempre teniendo a los conglomerados internacionales como aliados incondicionales. CNN, los canales españoles y El País de España son solo parte de la muestra.

Es en este contexto donde resulta relevante que la organización popular se exprese con capacidad para la comunicación, el periodismo y la cultura. De allí deviene la importancia de los medios comunitarios, porque esa tarea es primordialmente del movimiento ciudadano organizado. Creer que eso lo puede hacer el Estado es iluso o peor, transitar por el camino equivocado.

IV

La crítica a las comunitarias.

Los medios comunitarios no pueden eludir la crítica, ni la evaluación, ni la autoevaluación.

Desde la mirada conservadora son "medios paraestatales", sin merecimientos.

En muchos casos son tratados como apéndices de la línea oficialista, que los reduce a ser voceros de lo que se repite en los medios estatales.

Demasiadas veces repiten el modelo comunicacional hegemónico; repiten el mundo conocido y no van más allá. Demasiadas veces sobreviven en condiciones difíciles, sin fuerza para reponer los equipos técnicos, con menos apoyo estatal que el pregonado. Con frecuencia apagan la señal, no reciben la habilitación –autorización- de Conatel y se aíslan de la propia comunidad a la que pertenecen. Se convierten en la emisora del grupo que la hace y poco se identifican con la organización social a la que deberían rendir cuentas, responder y actuar de manera conjunta.

Allí está el reto. Levantar la voz, la palabra y la señal, para que este proyecto necesario se transforme en esperanza y espante los malos espíritus.

Ese es un reto de quienes están en ese campo de la militancia política y de todos aquellos que valoramos la organización social y popular como vía para el cambio social.

V

En la sociedad compleja que transitamos, en palabras de Edgar Morin, la comunicación alternativa y comunitaria no se limita a las radios y a algún intento televisivo. Mucho menos a aquellos intentos en el que tanto sudamos y derrochamos riesgo, en publicar periódicos impresos en empresas y barrios.

Ahora estamos sumergidos en una profunda transformación tecnológica, que modifica el soporte, la forma y el fondo de la comunicación. La onda digital se expande con una potencia exagerada. Se amplifican y diversifican los canales.

¿Cómo hacemos? La nueva realidad comunicacional requiere de nuevas destrezas, nuevas habilidades, nuevas competencias para poder aprovechar los beneficios de los medios actuales, a la vez que evitar sus peligros.

Seguimos en la radio, reuniéndonos en conversatorios, video-foros, con ponencias en jornadas, pero sin desdeñar la potencia virtual, en un mundo –y en un país- donde ya hay más celulares que gente y donde se dedican más horas a Internet que a la televisión.

VI

El análisis y estudio de la situación no puede limitarse a lo que ocurre desde el Estado. La experiencia nuestra, y de un poco más allá, está señalando que para modificar la correlación de fuerzas y avanzar en políticas populares se requiere de la presencia viva, organizada y audaz del pueblo. Es la manera de detener e impedir que la ofensiva del capital, de los grupos económicos monopólicos, de las grandes corporaciones mediáticas y del aparato de inteligencia de Estados Unidos logren su cometido.

Faltan políticas públicas diferentes y un Estado con una orientación distinta, pero sobretodo falta hacer realidad, y no mera consigna, la idea de un poder popular que actúe e intervenga. De eso es que hablamos cuando nombramos a las organizaciones sociales y al mundo de la comunicación comunitaria, con sus medios y sus reales dificultades.



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