Por escribir en Aporrea se te puede aporrear…

Escribí hace unos días un artículo llamado “En Venezuela pareciera que no hay presidente ni en Tv” en la página web Aporrea. Por cierto, pequeña ventana que se ha transformado en uno de los pocos espacios que quedan para poder debatir y expresarse de forma libre, bajo el respeto de las leyes vigentes. Y, al parecer, dicho artículo le gustó mucho a los cibernautas, ya que se hizo tendencia en Twitter por varias horas y fue difundido por varias páginas web de diferentes tintes políticos, como por ejemplo, La Patilla, La Iguana y hasta por medios internacionales. Eso no me emocionó mucho, en cierta forma, porque presentí que tal hecho traería cola.

 Y aunque no expresé ningún tipo de llamado a la violencia ni a ninguna actividad  irregular o  ilegal, fue tarde en la noche cuando recibí una visita, muy discreta, pero poco deseada: personas vestidas de civil, con carnet,  que poco dejaban ver y que manifestaban pertenecer al SEBIN. Me indicaron que deseaban visualizar en mi vivienda qué tipo de servidor poseía y querían  hacerme varias preguntas sobre el artículo en cuestión.  Con mucho temor, debido a la tensa situación política que vivimos hoy en día, les abrí y sólo les comenté: “revisen, yo no tengo ningún servidor, pero les agradecería que revisen mi nevera y coloquen en el reporte que no poseo ni carne, ni charcutería y hay pocos alimentos en la misma, revisen los chorros y constaten que tampoco tengo agua…”

Dicha visita fue amedrentadora, por lo sorpresiva, por lo tarde en la noche que se realizó y por  la negativa de los personajes a identificarse formalmente. Pero nunca fue violenta. Es más, el tono de los funcionarios siempre fue condescendiente, donde se repetían muchas veces oraciones como: “no te metas en líos”, “¿para qué escribes eso?”, “evita este tipo de problemas y preocupaciones a tu familia”, “escribir y meterte con gente pesada no  trae nada bueno” y cosas por el estilo.

 En otra ocasión  intenté denunciar una situación parecida, por otros escritos y acudí ante la Fiscalía, pero me dijeron que si no tenía nombres no podía denunciar, y solo fue la Defensoría del Pueblo quien tomó el reporte, pero nada hicieron.

 Por consiguiente, esta vez ni me tomé la molestia de ir a ninguno de estos despachos, sino que como se dice… “Por estas Calles” decidí aguantar la pela en silencio. Sin embargo, recomendaciones de personas más experimentadas en la vida,  me persuadieron de que por lo menos escribiera refiriéndome al hecho, para dejarlo plasmado, por si acaso,  y que se sepa que… ¡por escribir en aporrea se te puede aporrear!

 Con ese artículo “En Venezuela pareciera que no hay presidente ni en Tv” no buscaba notoriedad alguna, sólo fue un grito desesperado de un venezolano de tantos que la estamos pasando muy mal y que nos sentimos abandonados, ignorados y muchísimas veces burlados con declaraciones cínicas como: hacer colas es sabroso” cuando nuestra presencia en ellas está llena de necesidad, desesperanza, impotencia y mucha arrechera contenida, debido a tanta frustración por el tiempo malgastado en una actividad tan inútil como una cola, cuando se podría hacer cualquier otra cosa que estimule la productividad del país.

Esas cortas líneas solo es un llamado de atención a todo el que me lea, a la reflexión. Pensé y pienso que es hora de darle un parao a tanta vagabundería de funcionarios que se creen intocables cuando se deben a nosotros: el pueblo; que así como yo podría escribir y exigir respuestas sobre dónde estaba el presidente mientras mi familia y yo pasábamos necesidad por su ineficiencia o falta de capacidad para el desarrollo de sus funciones, cualquier otro tiene esa libertad para pedirle explicación a los ministros y viceministros sobre qué hacen para contener el desabastecimiento y la delincuencia desatada con su estela de sangre y reguero de muertos o por lo menos preguntarle al Ministerio de Salud dónde están las medicinas y cuáles son los resultados de su plan de anotarse para que lleguen los medicamentos, que terminó siendo otra burla más.

Y ya casi al final del año apareció el presidente a las pocas horas de haberse hecho viral  la carta y en mi casa no llegó la Navidad ni nos visitó el niño Jesús, pero sí el SEBIN.

El presidente hablo de rectificación, pero… ¿cuántos ministros, ministras, directores de despachos y funcionarios leyeron el articulo y se interesaron en mi motivación para escribirlo y contestaron?, ¿cuántos se preguntaron sobre mi vehemente descontento y qué podían hacer para darme una respuesta?, ¿cuántos aparte de Mario Silva se plegaron a “calificar de ataque” el articulo de una persona que para el 24 de Diciembre no tenía nada que darle a sus hijos?, ¿cuántos, aparte de esos “supuestos agentes del SEBIN” que me visitaron, se interesaron en saber quién era yo?, ¿cuántos de esos que dijeron que reflexionarían y rectificarían después de leer el artículo redactaron un correo electrónico para invitarme al dialogo y expresarme sus argumentos y mostrarme  lo equivocado que estoy?

No es posible que cada vez que alguien levante la voz para dar su opinión, su crítica, sea calificado de “traidor”, de “terrorista del teclado” o con algún otro calificativo negativo por parte de las autoridades, transformándolo en un enemigo público de un cuento conspirativo sin pies ni cabeza, pero cuyo mensajes reiterados en todos los medios oficiales son captados como líneas o directrices a seguir por los más radicales para que actúen conforme a ello, a los que muchas veces ni pueden controlar.

No es posible que cada vez que alguien critique al gobierno sea desde dentro o fuera del chavismo se le arme con todo el peso del aparato de propaganda del Estado un expediente persecutorio y se le dedique una campaña de difamación solapada de intriga para dañar su moral y se le cercene cualquier capacidad de respuesta. 

Temo por mi seguridad personal, temo perder la posibilidad de expresar lo que siento de forma libre y sin coacción. Temo por el futuro de mis hijos ante estas circunstancias donde reina la incertidumbre, la violencia y el irrespeto a las leyes, llegando a la conflictividad y lucha entre instituciones que deberían ser garantes de nuestros derechos.

También temo por las demás personas que al igual que yo escribimos en Aporrea y otros medios de forma crítica pero sincera y con la mente puesta en colaborar con nuestra opinión para una verdadera rectificación y corrección de las desviaciones e inercia institucional, ya que sabemos que “un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo”.

 Sin embargo a pesar de ese temor, seguiré escribiendo lo que pienso, aportando ideas y estimulando a otros a expresarse, a cumplir con nuestro deber, a exigir respeto a nuestros derechos y a defenderlos; seguiré trabajando, luchando y mejorando mis esfuerzos para materializar oportunidades de progreso y seguridad para mi familia como hacemos la mayoría de los venezolanos, aportando día a día mi granito de arena, con trabajo honesto, la fuerza necesaria para sacar el país adelante.

 Mantengamos la fe. Recordemos que “bienaventurados son los que se lamentan, puesto que ellos serán consolados”   y que “los más desgraciados no son los que sufren la injusticia, sino los que la cometen”.   Pero, debemos actuar conforme a nuestras circunstancias ya que “los hechos no dejan de existir porque se les ignore”,  tengamos presente que “en el gran reloj del tiempo solo hay una palabra: Ahora” y que “hay un límite donde la tolerancia deja de ser una virtud”.

 

 



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