Los medios de comunicación en el capitalismo

Casi a diario, el periodista Darío Arizmendi, miembro de una familia cercana al Opus Dei, es decir ultrareaccionaria, suelta andanadas peyorativas e insultantes contra los gobernantes de Venezuela, Ecuador y los demás insurrectos de otros Estados americanos, y expresa alborozado su simpatía por los gobernantes derechistas de la región.

Este es sólo un ejemplo. A ese grupo también pertenecen Gurisati, Amat, y casi todos los periodistas de los medios televisivos, escritos y radiales. Pierden su independencia, si la tuvieron alguna vez, y se entregan en manos de sus jefes, los dueños de los conglomerados que manejan la mente de quienes llegan en busca de información o de orientación.

Las libertades de pensamiento, de conciencia y de opinión no existen. Los medios dan a conocer los hechos, interpretándolos de acuerdo con su visión del mundo y restringiendo hasta la mínima expresión la interpretación de los opositores. Así se van conduciendo las mentes más desinformadas hacia los intereses de las clases altas empoderadas, adueñadas de los Estados burgueses, mediante elecciones tramposas y mentiras repetidas hasta el cansancio. En la actualidad lo que no informan los medios no existe y como los opositores, los luchadores por los derechos de los pobres, los que están con los de abajo, carecen de medios desde los cuales se pueda controvertir entonces el pueblo se queda exclusivamente con la versión de los de arriba.

Yo mismo, al describir sobre esta realidad, pienso que muy pocos medios le darán cabida a este escrito. Por ello he propuesto muchas veces que para que exista una mayor democracia el Estado tiene que facilitar a la oposición la libre difusión de sus ideas mediante la dotación de los medios necesarios para hacerlo, en idénticas condiciones que los medios afectos al gobierno. Es muy fácil decir: “Difunda esas ideas”, pero si se carece de los medios, cómo se hace?

El pueblo aún desconoce el origen de las FARC. Nunca han oído que fue por ausencia de democracia, porque el Estado no garantiza los derechos de toda la población. Así la gente se come el cuento que fueron unos terroristas desocupados y sin principios que se alzaron en armas contra el gobierno “legítimamente constituido”. Y así es con todo. En Argentina vimos cómo los medios manipularon la opinión hasta hacerle creer a los de abajo que les convenía abrirle paso al neoliberalismo en vez de que la mayor inversión estatal fuera destinada a resolver sus necesidades; en Venezuela están haciendo lo mismo para que retornen al poder los gobiernos corruptos y se detenga la revolución bolivariana y allí sí que los opositores tienen dónde tergiversar la realidad. Con Petro hicieron lo mismo: ocultaron sus decisiones en favor de los estratos inferiores y difundieron hasta el escándalo las deficiencias y errores en materia de infraestructura. Y lo mismo es con Cuba: “allá no hay democracia, aguantan hambre, no hay libertad”. Nunca hablan de los grandes avances en salud y educación y de sus jornadas de solidaridad en muchas partes del mundo.

En síntesis, no basta con declarar la existencia de los derechos humanos, entre ellos el de la libertad de opinión y el de la libre difusión de ideas, sino que es preciso garantizarlos, proporcionando los medios indispensables para poder ejercerlos. Y es el Estado el responsable de facilitar tal garantía. Las excepciones confirman la regla.


libardogarciagallego@gmail.com



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