Profano en la materia

El título del artículo es algo tentador, hablar de profano es un calificativo algo sugerente y hasta enigmático. Designar a alguien de profano, implica considerarlo un individuo que aborda situaciones entendidas por los demás como tabúes; lo profano invita a la intromisión, a pisar las arenas movedizas de asuntos o campos impropios, a invadir lo desconocido, inclusive da una sensación misteriosa. El profano o profanador sobrepasa los límites de su propia incumbencia, se entromete en asuntos que no son propios de su oficio, rompe las reglas de las cofradías, se enfrenta al misoneísmo (conducta de miedo a lo nuevo, a lo desconocido), el profano lo enfrenta y lo derrota, ya que éste comportamiento es uno de los factores que más entorpece la búsqueda del conocimiento.

Ello explica por qué los actos de los seres humanos están en alto grado gobernados por las costumbres y sus fuerzas ligadas al conservadurismo, ya que en conformidad a la opinión de los psiquiatras: "conciencia es una adquisición muy reciente de la naturaleza y aún está en periodo experimental, el hombre fue desarrollando la conciencia lenta y laboriosamente, un proceso que se fecha con la invención de la escritura hacia el 4000 a. C." (Carl Jung, p. 20).

La sociedad de la información ha permitido el desarrollo de la profanidad, la tendencia a la ruptura de la concepción claustral del conocimiento. Este tiempo requiere abrir de par en par la tumba donde se ha secuestrado el conocimiento, esto es cada día más atrayente para amplios sectores. En muchas comunidades hay personas o grupos que se toman la licencia de opinar en temas o materias en los cuales no son "doctos" en apariencia, o por lo menos así lo dejan ver.

Esto me ha ocurrido en el caso del tema agrícola, el cual en los últimos días he tratado de abordar desde diversas aristas, pero muy especialmente desde la perspectiva Histórico Social, posición desde la cual, sí puedo permitirme opinar ya que la revisión de fuentes, como parte del "oficio del historiador", me faculta para realizar tal atrevimiento.

En esta labor, he planteado la categoría de análisis "Vida Campesina", como concepción o propuesta que engloba la cosmogonía del mundo que rodea al hombre –o mujer- cultivador de la tierra, y los problemas que de esta acción y/o trabajo se derivan. La Vida Campesina nos ha permitido redescubrirnos para comenzar a hacer una lectura propia de nuestra realidad, y así, ampliar nuestras fronteras mentales y territoriales a fin de tratar de manejar un lenguaje, un simbolismo o un tema mucho más profundo como es nuestra cultura, y la relación de ésta, con el resto de otras subculturas que guardan relación con la Vida Campesina.

A veces, ejercer este papel de ser una especie de "filtro de inteligibilidad" entre quienes son doctos en la materia (la llamada por muchos comunidad académica) y la "gente común", es una difícil tarea. La distancia creada entre los especialistas en los temas, que en apariencia no le interesa al común, es una cuestión que requiere atención para las ciencias de la comunicación.

Es necesaria la comprensión de todos los temas relativos a la vida humana, en el real sentido de lo que significa esta expresión.

El conocimiento representa un bien de primera necesidad en un mundo que se ha catalogado a sí mismo, como la sociedad del conocimiento, pero paradójicamente, éste (el conocimiento) en contraposición a lo sostenido, es el artículo más escaso en los anaqueles de la vida, ya que la hiper-especialización ha convertido al mundo en la verdadera Torre de Babel posmoderna. Esta tendencia ha hecho ininteligibles los resultados de las investigaciones, que en la mayoría de los casos, responden a los intereses de los mercaderes del saber.

Ante esta realidad, es vital la existencia de "los profanadores del conocimiento", cuya tarea es desmitificar para luego desentrañar la trama discursiva que a muchos le ha dado por llamar "Posmodernidad", la cual, en mi modesta opinión (por supuesto muy limitada), no es otra cosa que el mundo de la incomprensión, es decir, es la propuesta de un modelo único de leer la vida en la que, constantemente se vanagloria el hecho de decir mucho, pero no dice nada, hablar mucho pero comunicar poco. Es la sociedad de los autistas, en la que mucho se oye pero no se escucha a nadie, una democracia cuyo sinónimo es el voto y no la participación protagónica; se confunde información con conocimiento, y las verdades son convertidas en mentiras con una facilidad espasmódica. En palabras del Gabo, estaríamos hablando del mundo o de la comunidad "del disparate bíblico de la Torre de Babel". Vivimos la era de mentira planetaria.

La integralidad debe ser la categoría más adecuada para comprender la realidad, ello implica hacer un esfuerzo multiforme, cualidad por cierto muy poco desarrollada por las tendencias que han llevado al conocimiento a un callejón sin salida, atrapándolo en la atomización de los saberes. A su vez, dichos saberes han sido secuestrados por una especie de Buró catedrático con "licencias para saber", desconociendo cualquier otro tipo de conocimiento que se encuentre al margen o por lo menos fuera de sus influencias.

La finalidad real de la ciencia no es precisamente ocultar el conocimiento para utilizarlo como alma que sustente el poder, no, el propósito real debe ser "ayudar a los hombres, y a las mujeres a conocerse a sí mismos, de tal modo que, conociéndose y utilizándose sensatamente, pudieran llevar una vida plena, fértil y feliz” (op. cit., p. 13).


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Arnaldo Guédez


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