Uribe y TeleSUR

"No deja de ser preocupante que Uribe nos llame terroristas", decía una periodista colombiana de Telesur, "Una orden, una palabra, y hasta una mirada de ese señor mata a una familia". El ex presidente colombiano acababa de señalar a Telesur, y a Canal Capital de Bogotá, de estar al servicio del terrorismo. ¿Por qué? Simplemente porque en ambos medios aparecen las mismas acusaciones que emplea las FARC contra su persona.

Endeble y cínico argumento, según el cual estarían al servicio de la guerrilla senadores y diputados colombianos, intelectuales norteamericanos y europeos, los estudiantes que repudiaron su presencia en universidades en Estados Unidos y Francia, la Asamblea Nacional venezolana que acaba de declararlo persona non grata. Álvaro Uribe Vélez es uno de los seres más universalmente despreciado, e incluso en la polarizada Colombia donde es el campeón de la derecha belicista, su impopularidad superó a su popularidad (por primera vez en 20 años) en las dos últimas encuestas.

Toda su vida es un falso positivo: desde los comprados y vacíos títulos "académicos" de Harvard y Oxford, hasta su reciente acusación contra Hollman Morris y los 500 trabajadores de Telesur. Con su cara de decente y su labia jesuítica, "Varito" es uno de los genocidas de América, y su vida delictiva ocupa libros, reportajes, incontables artículos, y centenares de miles de folios que atiborran los archivos de la justicia colombiana. Narco-política, para-política, cuatro mil jóvenes asesinados como "falsos" positivos…las acusaciones de Piedad Córdoba, Gustavo Petro y Virginia Vallejo sobre presuntos vínculos con el Cartel de Medellín y el paramilitarismo… Ser señalado como "servidor del terrorismo" debe ser, para el periodista Hollman Morris director del Canal Capital de Bogotá, y para Telesur, además de una amenaza, un orgullo. Y, por otro lado, Uribe está muy desgastado: ojalá ésta fuera la última de sus infamias.

Lo que distinguió (de Uribe ya se habla en pasado) su larga carrera política, fue la traición, que practicó absolutamente contra todos y cada uno de sus socios y aliados, legales o delictivos. Es la versión criolla del francés Fouché, el creador de los ministerios del Interior, de quien Napoleón decía: "Si la traición tuviese un nombre sería Fouché". Pero Fouché se defendía: "Si, traicioné a todos, pero los traicioné con Francia"… Álvaro Uribe Vélez no puede decir lo mismo de Colombia. En su vida de delito común, crimen político y traición a la Patria, no defendía los intereses de Colombia, como quedó resumido en su epitafio, el 13 de enero de 2009 cuando fue condecorado por el presidente de Estados Unidos George W. Bush con la Medalla de la Libertad, por su "contribución especialmente meritoria a la seguridad y los intereses nacionales de los Estados Unidos".

El epitafio de Uribe debía cerrar mi nota, pero no puedo privarme (y privar a ustedes) de la parte placentera de la historia, donde el gran traidor es traicionado. En efecto, Uribe hoy a todos repugna, y hasta los gringos pasan por encima de él para hablar de Colombia: Obama se dice favorable al fin del conflicto (para poder atacar a Venezuela) y el Jefe del Comando Sur mete la nariz donde no debe para aconsejar a las FARC que haga la paz en La Habana. Nuestro hombrecito, azorado por las víctimas que se le vienen encima, corre por todo el patio ladrándole a la luna, llamando dictador a Nicolás Maduro, urdiendo sus últimas maldades en los harapos de hampa que le quedan: todavía es peligroso, como una fiera acorralada, pero ya no tiene escapatoria.

Qué triste debe ser para un hombre que toda su biografía sea un secreto vergonzoso, que ya nadie crea la coartada de su existencia. Parafraseando al poeta: "Muertos no son los que él lanzó a la tumba fría, muerto es él, que tiene el alma muerta y vive todavía".



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Eduardo Rothe


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